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Por Publicado el: 21/01/2020Categorías: En vivo

Crítica: Mirada a la música de hoy (y de ayer) en la OCNE

ORQUESTA NACIONAL DE ESPAÑA Y DAVID AFKHAM

Mirada a la música de hoy (y de ayer)

Obras de Rueda, Dutilleux y Bartók. Orquesta Nacional. Director: David Afkham. Auditorio Nacional, 17 de enero de 2020.

OCNE-Afkham-Auditorio

La OCNE con su director titular, David Afkham

Hablamos de una de las sesiones más interesantes de la actual temporada. Un concierto comprometido y dificultoso que ha sido salvado muy honorablemente por la formación, con su nuevo concertino, Miguel Colom, al frente. La primera prueba era dar vida a la nueva “Sinfonía” –ya la “nº 5” de su catálogo- de Jesús Rueda (Madrid, 1961), compositor que ha girado la vista hacia atrás impulsado, y puede parecer paradójico, por un espíritu que va en contra las corrientes tan en boga décadas atrás y que hoy tacharíamos casi de “renovador”.

Esta “Quinta Sinfonía” es apabullante: por su estructura –en cuatro ”tradicionales” movimientos-, por su ambición, por su envergadura, por su empaque y por sus resoluciones. Describe cuatro “naufragios”: el del descubridor español Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1488/90-1559), que escribiera por cierto un relato titulado justamente “Naufragios”, el del estado ambiental del planeta, el de los migrantes del mediterráneo y el del proyecto de Unidad Europea. Enseguida empezamos a sentir el oleaje a través de los juegos de las maderas. Suenan extrañas y ancestrales danzas, surgen pavorosos “crescendi” y se da paso a momentos más aquietados y expectantes

El segundo movimiento, “El orden del mundo”, es una suerte de “Scherzo”, “refrescante”, en opinión del autor, en el que de alguna manera se recuerda la figura jazzística de Ornette Coleman, que se inicia con motivos diríamos que andariegos. “De profundis”, reza el tercer tiempo. Trata de pintar “un mundo abisal” y onírico presidido por un evocador solo de clarinete en torno al que se edifica todo el fragmento. Más tarde, en “Europa”, asistimos a una especie de “fuga hacia delante”, “una carrera enloquecida”. Armónicos, “divisis” surgen aquí y allí, danzas ancestrales que nos remiten a “La consagración de la primavera” de Stravinski, poderosos planos superpuestos, turbulencias (“naufragios”) dejan a veces sitio a frases extrañamente líricas, a dramáticas disonancias y, finalmente, a un impresionante ”himno triunfal”, en el estilo algo ampuloso, a veces irónico, de Shostakovich. Un tremebundo acorde cierra la obra.

Justos y abundantes aplausos recibió Rueda al terminar la muy meritoria interpretación de Afkham y la ONE, que de inmediato se sumergieron en otra importante composición, esta de 1964: “Métaboles” de Henri Dutilleux, en no pocos aspectos de raíz más avanzada, con los oídos actuales, que la de Rueda. Las delicuescencias y sutilezas, los delicados procesos de variación, las paulatinas transformaciones de la materia fueron bien recogidos y tratados por Afkham y sus músicos, que se enfrentaron luego a otra obra de enorme dificultad como es la suite de la pantomima “El mandarín maravilloso” de Bela Bartók, de tanta urgencia rítmica, de tan penetrante tímbrica, de tan impactante expresividad. Las alternancias entre la violencia orquestal y la virulencia del discurso por un lado y los pasajes sinuosos de alto contenido erótico por otro estuvieron presentes. Admirables las notas al programa de la musicóloga Belén Pérez Castillo. Arturo Reverter

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