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Por Publicado el: 28/06/2021Categorías: En vivo

Crítica: OCNE. Adecuado punto final

ADECUADO PUNTO FINAL

Mendelssohn: “Sinfonía nº 2”,  “Lobgesang” (“Himno de alabanza”). Camilla Tiilling, soprano, Maite Beaumont, mezzo, Werner Güra, tenor. Coro y Orquesta Nacionales. Director: David Afkham.

David Afkmam

La Nacional ha llegado al final de una singladura muy especial, acosada por la pandemia y haciendo, como otros conjuntos, de la necesidad virtud, ideando nuevas formas de programar y de tocar, disponiendo de los espacios del modo más conveniente. No está nada mal que la obra que remate el curso haya sido la “Segunda Sinfonía” de Mendelssohn, “Lobgesan”, una composición magnífica, elocuente, de un melodismo caudaloso, que no ha sido casi nunca apreciada en su incuestionable valor, que se escribió en 1840 para conmemorar el cuarto centenario de la imprenta de Gutenberg.

Como cierre de una temporada tan agitada se encuentra especial conexión, como se resalta en el texto de presentación, con las palabras que recita el tenor en el nº 6 de la partitura: “Las ataduras de la muerte nos atraparon, el miedo al Infierno nos sacudió”. Hemos podido escuchar una estupenda versión llevada de la mano  por el gesto elocuente y elegante, no especialmente variado, de Afkham, bien conectado con sus músicos, atento a la acentuación y al despliegue melódico, hábil en la concertación y en la conjunción de los distintos elementos, atento a la intervención de los solistas.

Tras la solemnidad de los primeros acordes, con los trombones en ristre, la rectoría supo imprimir la ligereza exigida a la música, con limpias imitaciones. Por momentos hubo una excesiva preponderancia de los vientos sobre una cuerda disminuida. Muy bien el “Allegretto”, leve y fluido, con afortunadas intervenciones de la madera. En el “Adagio religioso” tuvimos el solicitado clima de recogimiento, con un imponente coral de metales y maderas. Y nos adentramos en la “Cantata”, que dio lugar a una precisa y ajustada entrada del Coro, como es lógico con las voces amortiguadas por las criminales mascarillas; al igual que los solistas.

Aún así Camilla Tilling lució su voz clara y perfumada, delgada y ondulante. Poco después Werner Güra, tenor lírico-ligero de timbre sedoso, ligeramente nasal, exhibió su indudable clase como fraseador y su línea. Enseguida, en sus breves intervenciones, la mezzo lírica española Maite Beaumont, no siempre muy audible, puso de manifiesto su maleabilidad, dibujando con la soprano un bello y espirituoso dúo. Bien entonado por el coro el momento en el que se cantan las palabras “Concédenos la protección de la luz”, que anuncia la triunfal entrada del órgano, aquí tocado, como es costumbre, por el infalible Daniel Oyarzábal.

La masa coral, bien manejada por Afkham, se mostró elástica y afinada –sin duda el trabajo con García Cañamero da sus frutos- en las frases “Dad gracias todos a Dios”, en las que todo sonó suave y empastado. Cierre monumental con la sopranos coronando en La agudo y toda la Orquesta en el cénit. ‘Honor y gloria al Señor”. Honor y gloria a la Nacional y su coro al cierre de una temporada tan conflictiva. Muchos aplausos para todos al salir a saludar, incluido un joven cuya contribución en el concierto desconocemos. Y hasta la próxima. Arturo Reverter

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