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Por Publicado el: 27/11/2022Categorías: En vivo

Crítica: La Orquestra de València rinde homenaje a Lars Vogt

En las manos y el corazón

ORQUESTRA DE VALÈNCIA. Paul Lewis (piano). Alexander Liebreich (director). Programa: Obras de Schubert, Mozart, Dusapin y Debussy. ­Lu­gar: València, Palau de les Arts. Entrada: Alrededor de 1.200 personas. Fecha: Jueves, 24 noviembre 2022.

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Homenaje a Lars Vogt. Paul Lewis (c) Live Music València

Fue un hermoso concierto. Y, sobre todo, un emotivo homenaje al tempranamente desparecido pianista Lars Vogt, fallecido el pasado 5 de septiembre, con 51 años, y que tenía que haber tocado el jueves un concierto de Mozart con la Orquestra de València y su titular Alexander Liebreich. Sin embargo, fue como si él mismo hubiera tocado, en las manos y el corazón de su amigo y colega Paul Lewis, quien se volcó en un Mozart (Concierto número 25, en Do mayor) de honduras, claridades y verdades propias del pianismo y arte de Lars Vogt, que el jueves estuvo tan presente en el Auditori del Palau de les Arts como el propio alter ego Paul Lewis.

Fue, además, un programa particular, muy particular, iniciado con el escenario absolutamente desierto. Hasta que apareció en solitario Alexander Liebreich, para leer en aceptable español unas líneas en recuerdo de Vogt y su vínculo tanto con él mismo como con Paul Lewis, dos años más joven que Vogt. Recordó también la visita que el pianista y amigo inglés realizó a Vogt días antes de morir en la clínica en la que estaba ingresado, donde había pedido que le instalaran un piano. Apasionados schubertianos ambos, pianistas de hondos horizontes los dos, Vogt pidió a Lewis que le tocará el Andante de la Sonata en la menor, D 784. Fue la última música en vivo que escuchó.

También la que anteayer abrió el programa. Con Paul Lewis de nuevo, claro. Regaló una interpretación maravillosa del prodigio schubertiano, que supo tan a gloria como debió de sonarle a Vogt en aquellos momentos críticos en los que aún tuvo fuerzas para mostrar una sonrisa iluminada junto a Lewis y su esposa, la violinista polaca Anna Reszniak, recogida en una maravillosa foto que Liebreich quiso proyectar y compartir con el público.

Pero al comienzo del concierto de Mozart pasó lo nunca visto: varios músicos de la Orquestra de València se despistaron y no aparecieron en escena. Un detalle aprofesional de alguien o algunos. El concertino, Enrique Palomares, al comprobar en el momento de afinar que faltaban algunos profesores, tuvo que retirarse hasta que los rezagados, minutos después, se dignaron aparecer. Alguno incluso, en lugar de mostrarse más rojo que un tomate, tuvo la osadía de saludar sonriente al público como si nada pasara. Una gracieta, vamos. Incluso aplaudida por algunos. Lo de Vogt, Lewis y Schubert, como si no fuera con ellos.

Luego, tras la pausa, el programa hermanó dos grandes de la música francesa: el compositor en residencia de la Orquestra de València Pascal Dusapin y Claude Debussy. Del primero, tan heredero de Debussy como de su maestro Messiaen, maestro y orquesta protagonizaron el estreno en España de Uncut, página de 2009 que cierra el ciclo sinfónico Siete solos para orquesta. Es obra rebosante de talento y dominio orquestador. Desde el brillante inicio en forma de fanfarria protagonizada por las seis trompas que figuran en la extensa orquestación, hasta el inesperado y repentino final, con un largo calderón mantenido por los instrumentos de viento, se suceden secuencias y pasajes de matizados contrastes y hábiles evoluciones.

Uncut fue pórtico pertinente de El Mar, la no reconocida sinfonía que Debussy esboza en 1903 pero no concluye hasta 1905. Tres “bocetos sinfónicos” que, como dice Joaquín Guzmán, habría que declarar “patrimonio de la humanidad”. Liebreich planteó una versión cuidada y pulida, que dejó asomar muchos de los infinitos colores, matices y sensaciones que habitan en la inagotable obra maestra. Obtuvo una respuesta de calidad más que digna de una orquesta que no ocultó su empatía con el maestro al sumarse unánimemente al aplauso colectivo del público. Un éxito. Pero, sobre todo, definitivamente, un hermoso y muy emotivo concierto. Y de lo del despite, pues pelillos a la mar. Justo Romero

Publicada el 26 de noviembre en el Diario Levante

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