Crítica: Una potente ‘Lady Macbeth de Mtsensk’ en el Gran Teatre del Liceu
Una potente Lady Macbeth de Mtsensk
Lady Macbeth de Mtsensk de Dmitri Shostakóvich. Reparto: Alexei Botnarciuc (Boris Ismailov), Ilya Selivanov (Zinovi Ismailov), Sara Jakubiak (Katerina Ismailova), Pavel Černoch (Serguei), Núria Vilá (Aksinia). Patata Burchulazde. Orquesta Sinfónica y Coro del Gran Teatre del Liceu. Director: Josep Pons, Dirección de escena: Àlex Ollé. 25 de septiembre de 2024.
Este 2024 se han cumplido 30 años desde que el Gran Teatre del Liceu sufrió un incendio que nos conmocionó. Gracias a artistas, colaboradores, mecenas, abonados, administraciones y patrones, el teatro renació. Celebra ahora los 25 años de su reapertura con la idea de “perseguir un sueño” como hilo conductor. Uno de los hitos de esta temporada es el estreno mundial de la nueva producción de Lady Macbeth de Mtsensk, dirigida por Àlex Ollé, artista residente. Previo a la ópera en sí, un breve video para recordar aquel suceso. Una hora antes, en el largo entreacto y en la celebración final en la terraza hasta muy entrada la madrugada, todo el mundo de la ópera y la música clásica en general. También políticos como el Presidente Illa. Todo el teatro abierto, con refrigerios y con el Circulo del Liceo incluido.
Estamos ante una obra de potencia arrollador, tanto desde el punto de vista musical como narrativo. Podría afirmarse que texto y música se prestan a una experiencia cinematográfica. Su significado musical y político es amplio, convirtiéndose en una anomalía estética en la Rusia de Stalin y despertando enormes controversias.
Dmitri Shostakóvich (1906-1975) fue, junto con Serguei Prokófiev, el compositor ruso más importante de ese periodo soviético tuvo que doblegarse a las directrices soviéticas, aunque lo hizo con evidentes notas de sarcasmo en algunas de sus partituras. A pesar de las críticas que recibió se mostró siempre fiel a la Unión Soviética e incluso fue miembro de Sóviet Supremo.
La ópera se estrenó con gran éxito en el Teatro Maly de Leningrado en 1934. En 1936 Stalin asistió a una representación. Se marchó indignado del teatro después del segundo acto y, días después, apareció en el diario Pravda un editorial titulado “Caos en lugar de música” que tildaba al compositor de formalista y caótico con lo que Shostakóvich se vio obligado a retirar la ópera. En 1962 hizo una revisión, reestrenándose luego con el título de Katerina Ismailova.
Aleksandr Preis escribió el libreto de la ópera, basándose en la breve novela homónima de Nikolái Leskov (1831-1895). En la nueva producción de Àlex Ollé, Katerina, encarcelada en su dormitorio, representa una mujer sometida al sistema patriarcal tradicional y atrapada en una estructura familiar inamovible y una sexualidad femenina reducida a propósitos procreadores. Una mujer aburrida, con un marido que no siente deseos por ella, que se rebela con violencia hasta cometer dos crímenes. Mucho podría escribir sobre cómo ver el personaje de Katerina, sí como las razones obvias por las que la obra disgustó a Stalin, pero no es este lugar para tales diatribas.
Ollé presenta una producción muy remarcable, con unos muy estudiados dos primeros actos, en donde quizás el ejemplo más obvio es el primer encuentro sexual, totalmente expresivo hasta para disgustar a más de un espectador, pero que encaja a la perfección con la música, incluso en su éxtasis final con el trombón glissando. Impactante, lo que no evita opinar que luego se abusa demasiado del mismo tema. Los dos primeros actos -dos horas seguidas- son ópera cinematógráfica, gracias a contar no sólo con buenos cantantes, sino también con buenos actores, dispuestos a todo, hasta a estar empapados a menudo.
Los decorados se basan fundamentalmente en grandes paneles vericales que muchas veces entorpecen la visión según la entrada que se tenga, por ejemplo durante las alucinaciones de Katerina con la aparición de su suegro. Pocos muebles, muchas camas y unas cuantas meses, son el único mobiliario escénico. La iluminación de Urs Schönebaum ayuda. Todo el suelo es permanentemente agua. Se justifica como el pozo en el que vive Katerina, pero uno piensa que quizá la idea venga de las palabras de un policía: “Si la vida te quieres ganar, en agua sucia debes pescar”, pero sobre todo uno piensa que se tratará de reflejar que la protagonista tiene siempre en su cabeza el lago en el que debería acabar suicidándose, pero Ollé cambia el final para que se degüelle.
No se entiende, tampoco parece justificable que la prisión siberiana se transforme en un montón de camas matrimoniales que se supone representan el sueño de las mujeres con maridos “desinteresados” en ellas. La verdad es que tras el descanso, decae la representación en tercer y cuarto acto. Una pena, entendible por la obsesión de los registas en tener que dejar de alguna forma su impronta propia.
Excelente Sara Jakubiak como Katerina Ismailova, tanto vocal como escénicamente. Caudal, estilo, emotividad y compenetración con el personaje. Otro tanto cabe decir de Pavel Černoch como su amante Serguei y del resto de un extenso reparto, con un Alexei Botnarciuc algo falto de gravedad como suegro, y que contó con la anecdótica y breve presencia de un Paata Burchuladze en lamentables condiciones vocales.
Formidable trabajo el de los cuerpos estables del Liceo, con un Josep Pons en estado de gracia, dominando por completo la difícil partitura para sacar todos sus colores y poderío. Muy bien llevados los interludios y, en definitiva, la demostración de la gran labor de Pons al frente de la orquesta durante estos años. Yo, de él y sabiendo que se va, habría despedido titularidad con esta dirección. Buen éxito para una ópera maravillosa pero incómoda para la apreciable parte del público que abandonó la sala en el descanso. Una curiosa contraposición en las dos tan diferentes aperturas de temporada en Liceo y Real.
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