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Por Publicado el: 22/11/2022Categorías: En vivo

Crítica: Sasha Waltz dirige Orfeo en el Teatro Real

Un Orfeo para el deleite

“L’Orfeo” de Monteverdi. Reparto: Julie Roset, Georg Nigl, Charlotte Hellekant, Alex Rosen, Luciana Mancini, Konstantin Wolff, Julián Millán, Cécile Kempenaers. Leandro Marziotte, Hans Wijers, Florian Feth. Dirección de escena: Sasha Waltz. Escenografía: Alexander Schwarz. Vestuario: Beate Borrmann. Iluminación: Martin Hauk. Vocalconsort Berlin. Freiburger Barockorchester. Producción de Sasha Waltz & Guests en colaboración con la Dutch National Opera Amsterdam, el Grand Théatre du Luxembourg, el Bergen International Festival y la Opéra de Lille. Teatro Real. Madrid, 20 de noviembre de 2022.

Escena-de-LOrfeo-en-el-Teatro-Real

Escena de L’Orfeo en el Teatro Real

Habitualmente los teatros ofrecen una temporada de ballet con compañías invitadas y muchos de ellos tienen la suya propia, la que suele actuar en óperas con escenas de ballet. Es mucho más infrecuente ver una ópera en la que el ballet se proclama igual de importante que la trama y su música. De ahí que uno pueda acercarse al Teatro Real con curiosidad no exenta de un cierto escepticismo, máxime cuando todo parece indicar que se trata de un espectáculo de relleno por cuanto tiene algunos años a sus espaldas y se ha visto en varios teatros, de hecho también en Berlín, aunque no se escriba en el programa del Real. Pues, de entrada, hay que decir al lector que olvide su escepticismo si lo tiene, ya que el espectáculo es bellísimo, su calidad está fuera de dudas, se sigue en sumo silencio con interés y el público muestra al final su entusiasmo de forma inequívoca.

“L’Orfeo” no es la primera ópera en la historia, pero sí aquella que más se aproxima a nuestro concepto actual del género y, desde luego, la más célebre de aquellas iniciales, como las de Peri y Caccini. Fue estrenada en el Palacio Ducal de Mantua en el año 1.607, en el cumpleaños del duque Francesco IV Gonzaga. El Real, en 2008, convirtió al personaje en protagonista de su temporada, al ofrecer el título de Monteverdi junto a los de Gluck y Krenek y nada manos que con William Christie en la dirección. Ahora llega de la mano de la directora de escena y corógrafa Sasha Waltz, tras pasar por la Dutch National Opera Amsterdam, el Grand Théatre du Luxembourg, el Bergen International Festival, la Opéra de Lille y la Staatsoper berlinesa. El espectáculo ha sido muy retocado, fundamentalmente en su vestuario, pero se mantienen sus esencias.

La orquesta está presente en el escenario, dividida entre ambos lados y, en algunos momentos, cantantes e instrumentistas se sitúan en el pasillo del patio de butacas. El mito clásico de Orfeo, viajando al inframundo para recuperar a Eurídice, se transforma en una aventura multidisciplinaria. Unos sobrios paneles móviles de madera sirven para evocar tanto un templo griego como la frontera con el más allá y el resto son ramos de flores y proyecciones traseras. Más que suficiente. Desde la aparición de la primera bailarina uno es consciente de que va a ser imposible separar cantantes de bailarines, pues todos, coro incluido, interactúan. Unión absoluta de canto, escenario y danza. Quizá haya en sus primeros minutos una cierta melopea de danza alegre que, con tanto movimiento, llega a afectar al canto. Así el “Vi ricorda, o boschi ombrosi” del protagonista está muy poco matizado. Las cosas cambian en cuanto aparece el drama y entonces el ballet se contiene. Se entrelazan los brazos, se doblan las extremidades, abundan sombras y siluetas y se une el mito antiguo a los más modernos conceptos de la danza, creándose figuras muy bellas. Serían muchas las escenas destacables, pero baste citar la de Creonte, con las proyecciones en el fondo e incluso el sugerente ruido del agua.

A los hallazgos escénicos se une la impecable labor, matizada, de diáfana claridad, llena de vida y sensibilidad del Vocal Consort de Berlín y de la Freiburger Barockorchester, por cierto tan descalzos como los artistas, con un inspirado Leonardo García Alarcón a su frente, que dirigirá el año próximo “L’Incoronazione di Poppea” en el Palau de les Arts. Georg Nigl se luce como Orfeo, tanto escénica como vocalmente, en una cuerda que no es de barítono ni de tenor, con gran expresividad en su gran escena al final del primer acto “Possente Spirto”. Julie Roset encarna tanto a Euridice como a la Música combinando adecuadamente exigencias vocales como de movimientos y otro tanto puede apuntarse de Alex Rosen como Caronte. Quizá sea Charlotte Hellekant, como la Mensajera y a pesar de su vibrato, la cantante más destacada de la velada, sin apenas moverse y con una muy emotiva interpretación del momento en que cuenta la muerte de Euridice.

Sinceramente, aprovechen la ocasión de ver un espectáculo redondo en el Teatro Real. Dos horas y media de puro embeleso. Gonzalo Alonso

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