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Por Publicado el: 25/08/2023Categorías: Noticias

Crítica: Mitsuko Uchida y Jonathan Biss en el Festival de Salzburgo

Uchida y su Schubert con cuatro manos

Festival de Salzburgo. Haus für Mozart. 24-VIII-2023. Obras para piano a cuatro manos de Schubert. Mitsuko Uchida y Jonathan Biss (piano).

Mitsuko-Uchida-y-Jonathan-Biss

Mitsuko Uchida y Jonathan Biss

Afrontar un monográfico Schubert, y si encima es con obras para piano a cuatro manos, es un reto del que solo grandes artistas, dueños del color y de la tenue melodía, de sus infinitos registros y diversidades, puede salir airoso. La japonesa Mitsuko Uchida (Tokio, 1948) figura entre los intérpretes actuales que han penetrado y calado el corazón del teclado schubertiano más vivamente. De ahí, el entusiasmo que despertó su nueva actuación en el Festival de Salzburgo, el miércoles, con una selección de obras a cuatro manos que, curiosamente, no incluía la joya que es la Fantasía en fa menor. Tampoco llegó acompañada de una estrella del piano, sino del buen pianista estadounidense Jonathan Biss (Bloomington, 1980), con quien comparte la dirección artística del Festival de Marlboro, en Vermont.

Pero su prestigio, y el prestigio de su Schubert, le permiten asegurar el éxito ante un público que, como en el caso de otras grandes damas del piano actual -Pires, Argerich…- gusta y quiere escuchar y disfrutar del arte de su diva; aplaudirla aunque llegue acompañada de otros artistas que, a veces, no alcanzan la excelencia de ellas. En Salzburgo, la fuerza de la Uchida, su sentido de la melodía, del rubato, del cantable; el aliento de las modulaciones y sus resonancias populares; el calibrado pero natural uso de las dinámicas y los colores en las armonías, evoluciones y reexposiciones, marcaron las interpretaciones de las cuatro obras que integraban el programa.

En la primera parte –Allegro en la menor, “Tormentas de vida«, y un arreglo de la Gran marcha fúnebre en mi bemol menor-, Uchida a la izquierda del teclado, en el registro grave; en la segunda, más vistosa y resuelta, el Rondó en la mayor y el pegadizo y conocido Divertimento a la húngara, D 818, con la Uchida en el registro agudo, para asumir la voz cantante y ceder el fundamental uso de los pedales a Biss.

El impulso y el dinamismo de la Uchida, sumado al respeto devocional a la partitura, a la forma, al sentido y la intuición de la música, marcaron la tónica de este recital sin tregua ni decaimiento, en el que Biss tuvo la virtud de escuchar y hacerse cómplice atento de la expresión schubertiana de Uchida. El resultado fue lo que ha de ser cualquier verdadero dúo de piano o de lo que sea: la estela indivisible de dos artistas que respiran, sienten y cantan como si fueran intérprete único. La generosidad de la Uchida encontró así su alter ego en la admiración y buen oficio del estadounidense, a todas luces impregnado y contagiado del impulso expresivo, saberes y tradición de quien es una de las más reconocidas valedoras actuales del piano schubertiano. El ritmo contagioso, el pulso popular del brillante Divertimento a la húngara, fue colofón de tan redondo y feliz recital. A pesar de los largos aplausos e innumerables salidas a saludar, no hubo propinas. Ni siquiera la Fantasía en fa menor. Pasaban ya las diez de la noche. Y esto, en Salzburgo, incluso en el Salzburgo de los festivales, no son horas de andar por la calle. Hacía fresco. Justo Romero

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