Crítica: La voix humaine y Eine Florentinische Tragödie en ABAO. Cara y cruz
“LA VOIX HUMANE” Y “EINE FLORENTINISCHE TRAGÖDIE” (F. POULENC y A. ZEMLINSKY)
Cara y cruz
Programa: “La voix humaine”, tragédie lyrique en un acto de Poulenc; y “Eine florentinische tragödie”, ópera en un acto de Alexander von Zemlinsky. Intérpretes: Nicola Beller Carbone (soprano), Giorgio Berrugi (tenor), Carsten Wittmoser (bajo barítono). Orquesta: Bilbao Orkestra Sinfonikoa. Dirección de escena: Paco Azorín. Director musical: Pedro Halffter. Producción: Revisada por Paco Azorín para ABAO/BilbaoOpera, basada en la coproducción original del Gran Teatro del Liceu y Teatros del Canal. Fecha: 22.II.2022. Lugar: Auditorio Euskalduna.
Dos horas de música, con 30 minutos de descanso entre ambas representaciones, para el estreno absoluto, en la ABAO/BilbaoOpera, en sus 70 temporadas de actividad lirica, de dos obras poco frecuentes en el repertorio escénico, es un hecho a resaltar sobre todo si para quienes creen en sorgiñas, meigas o brujas, esta función se representó en un día palíndromo; o sea que lo mismo se lee de derecha a izquierda que de izquierda a derecha: 22022022. Y en verdad es que algo de misterio hubo en ambos extremos, para lo bueno como para lo menos bueno, presentando la moneda de la fortuna sus dos caras.
La obra de Poulenc, ‘La voix humaine’ está más cercana en el tiempo y más imbuida dentro del entramado del expresionismo francés y sobre la que ya se tiene la predisposición de que va a darse el encuentro ante una novedad escénica en la que la voz va por un lado y la música por otro, con limitadísimas concertaciones. Si a ello se le acumula el aditamento de una escenografía que abunda en la trama del desamor en la soledad femenina, pues miel sobre hojuelas. Precitamente, en el tratamiento escénico trabajado por Azorín sobre el texto dramático de Jean Cocteau, ha sido en esta ocasión el que ha lucido -con solidez- la cara de una moneda de noble textura argentífera.
La idea de colocar a la orquesta detrás del espacio escénico, con tan solo las luces de atriles, fue todo un acierto, mientas sobre las tablas se realizaba un solitario trabajo canoro ante un attrezzo de sobriedad decorativa y un buen juego de luces sobre un paralelepípedo cuasi rectangular de 3×14 metros y con las cuatro esquinas convexas, sobre el que estaba instalado otro bloque de idénticas características modulares en el que se proyectaban imágenes (a veces parisinas) no de logrado mérito.
La visión de conjunto resultó de un especial atractivo, sobre todo por lo novedoso. La única voz en escena, durante casi cuarenta intensos minutos, cantando en unos complejos entramados vocales con una dicción del francés no muy sólida, apenas rimados en consonancia poco frecuente, amén de breves declamaciones cortantes y con una notación musical de poco relieve tonal armónico, donde la ausencia del concepto de aria es absoluto, primando recitativos, pocas veces melódicos, sumergen al espectador en prestar una especial atención al texto cantado, con el fin de seguir el trama en el que se desborda la soledad -tensa y a penas flexible- de una mujer, llamada Elle (discutible genialidad nominal), que se desviste y viste, dejando ver un torso desnudo frontal, que entra y sale de una bañera a modo de cuna, sin apenas mojarse, y termina con el desencanto de ir a la calle en la búsqueda de un amor perdido, pues tiene un fuerte sustrato dramático que Poulenc y Cocteau dejan a su aire, mientras que Halffter, colocado de espaldas al trabajo de la cantante/actriz, se dedicó a seguir una partitura cual exacto metrónomo suizo, en el que la orquesta cumplió con pulcritud las puntuales indicaciones de los tiempos significados por el maestro.
Cualquier joven director con una sabia lectura y buen conocimiento de la técnica compositiva de Poulenc sobre el papel pautado habría hecho lo mismo. De tal modo, la obra en general resultó interesante, con una buena escenografía pese a su simplicidad, una orquestación cumplidora, excelente juego de luces y una cantante de voz bien colocada. Para ABAO/BilbaoOpera ha sido todo un logro de mucho agradecer. El respetable aceptó sin reservas, con rotundos y sonoros aplausos, el trabajo de la soprano alemana Nicola Beller Carbone.
‘Eine florentinische tragödie’ se puso en escena con la misma escenografía de la ópera precedente. El impacto visual es desconcertante. Nicola Beller Carbone fue una Bianca apreciable, sin poder disfrutar de su hermosa voz dado el trajín escénico que se le impone (entra en la bañera, sal de la bañera). El tenor Berrugi, debutante en Bilbao, tiene una voz poco apropiada para este cometido, aunque se aprecian valores tímbricos de calidad. Carsten Wittmoser, bajo barítono, igual debutante, no tuvo su noche, pues, amén de una corta emisión, no existía el registro grave necesario para acometer el trabajo del marido cornúpeta. Sí se disfrutó de una música novedosa en su compleja concepción tonal y de un Halffter bien compenetrado con la partitura, que llevó por elegantes sonoridades a la orquesta. Fue lo mejor de esta representación, que en lo demás quedó bien visible la cruz de la moneda. Manuel Cabrera.
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