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Del rojo al salmón [Gluck: Alceste, Teatro Real, 2º reparto]
Melancolía y romanticismo
Por Publicado el: 08/03/2014Categorías: Crítica

Cuidada «Resurección» haendeliana

Universo Barroco

Cuidada «Resurección» haendeliana

«La Resurección» de Haendel. Sunhae Im, Sophie Karthäuser, Sonia Prina, Jeremy Ovenden, Joahannes Weisser. Le Cercle de L’Harmonie. René Jacobs, director. Auditorio Nacional. Madrid, 6 de marzo.

El ciclo «Universo Barroco», financiado por el INAEM, se asienta en Madrid como uno de los más atractivos en cuanto a su relación calidad/precio. En el se programa el repertorio en cuestión a cargo de primerísimas figuras , algo que no pueden ofrecer a precios tan populares los ciclos promovidos por entidades particulares sin subvenciones oficiales. Si hace bien poco disfrutamos de un concierto excepcional de «Orfeo y Euridice» de Gluck con Minkowski, ahora le llegó turno a «La Resurección» de Haendel con René Jacobs y sus huestes de Le Cercle de L’Harmonie. A pesar de que Jacobs bien puede considerarse al nivel de Minkowski en este repertorio, sino incluso por encima, no pudo alcanzarse aquel triunfo por la simple razón que ambas obras no son equiparables. Mientras la de Gluck corresponde a su cima, la de Haendel no pasa de ser un oratorio muy juvenil, escrito antes de cumplir los veinte años, que contiene momentos bellos pero al que le falta solidez. Entre esos momentos hay dos preciosas arias de tenor «Cosi la tortorella» y, sobre todo, «Caro Figlio», pieza que Haendel retomaría más adelante.

La obra fue escrita para ser estrenada en el palacio romano del marqués Ruspoli, quien se la encargó conocedor del éxito del compositor en Florencia con su ópera «Rodrigo». En aquel tiempo no se podían representar óperas en la capital pontificia por considerarse inmorales. Los gustos papales llegaron incluso a obligar a sustituir la soprano de María Magdalena por un castrato. El Ángel y María de Cleofás también respondían a esta última tipología vocal. No se escatimaron gastos y baste decir que la dirigió el concertino, que no era otro que Corelli.

Resulta curioso que la plantilla original fuese más numerosa que la empleada por Jacobs, desapareciendo el clave para quedar una tiorba. Una partitura como la presente sólo puede escucharse con una interpretación relevante. Lo mismo le sucede la «Alceste» de Gluck que se ofrece en el Real en condiciones menos que dignas. El conjunto de Jacobs funciona magníficamente, quizá con algún exceso de volumen, y la lectura posee viveza matiz. El elenco reúne la virtud de la homogeneidad, estando todos en su sitio. Sobresale la María Magdalena de Sophie Karthäuser, soprano que canta con musicalidad y a la que sólo podría pedirse un punto de mayor dramatismo en algunas frases. Sunhae Im, con menos potencia, solventa las difíciles coloraturas del papel del Ángel. Sonia Prina convence sin entusiasmar. En la parte masculina sobresale el buen hacer del tenor Jeremy Ovenden como Juan Evangelista, con una voz lírica que ha ensanchado, frente a la contundencia algo tosca del barítono Joahannes Weisser. Gran triunfo con un público que empieza a ser fiel.

Una observación final: ¿Cómo es posible que, en el programa, haya que buscar con lupa la obra a escuchar, mientras que los intérpretes gocen de letars de tipos inmensos? Gonzalo Alonso

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