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Orgía de quintetos
El timbalazo
Por Publicado el: 29/04/2004Categorías: Crítica

El adiós

Ciclo de Ibermúsica
El adiós
Obras de Schubert y Mahler. Budapest Festival Orchestra. Iván Fischer, director. Auditorio Nacional. Madrid, 29 de abril de 2004.
Cuando una partitura tiene, no ya la extensión, sino la grandeza, la densidad conceptual de la “Novena” de Mahler resulta innecesario y contraproducente añadir una partitura al programa como telonera, algunos dirían que la “Cuarta” de Schubert, la llamada injustificadamente “Trágica”, sirve especialmente para esos fines por su carácter un tanto amable. La última de las sinfonías que completase Mahler –la “Décima” no se llegó a concluir y alguien llegó a calificar la “Novena” como la más inacabada de las sinfonías acabadas- es realmente su despedida y no ya por su cronología, que fue escrita el año antes de su muerte y estrenada al año siguiente de ésta, sino por el espíritu que de ella emana desde la marcha fúnebre del ambicioso y logradísimo primer movimiento y, sobre todo, la intensa humanidad que encierra “adagio” final, uno de los tiempos más impresionantes de toda la historia de la música. Esos veinticinco minutos justifican toda la sinfonía y permiten olvidar las banales reiteraciones del segundo tiempo. Un director de la espiritualidad de Giulini sólo ha dirigido la “Primera” y la “Novena”. Mahler emplea los cuatro movimientos tradicionales, pero los coloca de forma un tanto heterodoxa y, lo que es más, juega con la tonalidad en él, mostrando una Viena que se acaba y sugiriendo ya las disonancias de la Viena del siglo XX, la de la célebre Escuela capitaneada por Schönberg, Webern y Berg, que se haya tocando a las puertas. La corrección con la que Iván Fischer y la Budapest Festival Orchestra expusieron la “Cuarta” schubertiana continuó con Mahler. Se trata de un conjunto relativamente joven, creado en 1983 por el propio Fischer y Zoltan Kocis, que ya nos visitó en 1993 en el mismo ciclo. Tocaron con un entusiasmo que se reflejó, quizá algo excesivamente, en las sonoridades extremas y crearon el clima propicio en el adiós final, por más que un aluvión de toses se impusiera sobre las pianísimas y abandonadas notas terminales. Gonzalo ALONSO

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