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Por Publicado el: 15/02/2009Categorías: En la prensa

El Chopin de Justo Romero

«Rubinstein es su mejor intérprete. Era prodigioso»
. Cultura. El Mundo. 15, febrero 2009
Justo Romero (Badajoz, 1952) acaba de publicar el libro «Chopin, raíces de un futuro», que se suma a sus monografías sobre Albéniz, Falla y Halffter, entre otras obras. En esta entrevista habla de la confusión documental que rodea al compositor y de la genialidad de su obra.
Manuel Muñoz, Valencia
La entrevista se desarrolla en el domicilio de Justo Romero, dramaturgo del Palau de les Arts desde 2005. El salón es muy luminoso, ya que está en el piso número 12 de un edificio de la avenida de Francia, en Valencia. Unos grandes ventanales dan a una pequeña terraza. Dos paredes están ocupadas por estanterías repletas de discos compactos, DVD, discos de vinilo y cintas de vídeo. Romero viste americana de color gris oscuro con un dibujo diminuto, pantalón del mismo color algo más claro y camisa blanca con tenues rayas verdes y azules, sin corbata. Su origen extremeño se revela en un suave acento, que marca su discurso apasionado sobre Chopin, el piano, los intérpretes y la música en general.
-En la antigua colección de monografías Scherzo de Península había publicado usted dos libros, uno sobre Manuel de Falla y otro sobre Isaac Albéniz.
-Lo de Chopin viene porque en aquella colección Albéniz fue un trabajo muy complicado, ya que había muy poca bibliografía. Estaba previsto que yo hiciese después Granados. Pero fue tal la complicación de Albéniz que dije a Arturo Reverter, director de la colección: «Después de lo de Albéniz dame un libro cómodo, y después de ese libro cómodo haré Granados». Me dijo que sí y le planteé el de Chopin.
-¿Chopin como libro cómodo?
-Eso pensaba yo.
-Pero si tiene una obra inmensaÉ
-En el sentido de que de Albéniz había pocas partituras, mal editadas, bibliografía prácticamente no habíaÉ Entonces pensé Chopin: compro las partituras, perfectamente editadas, cojo bibliografía, tengo la discografía, me siento con toda esa informaciónÉ En ese sentido pensaba que era cómodo. Pero cuando hice todo eso de coger las partituras ya vi que había ediciones muy diferentes. Que la Mazurca op. 7 nº 1 en una edición es de una manera y en otra, de otra. Que cuando los críticos decíamos: «No ha hecho el piano el compás 7», resulta que en otro manuscrito era diferente. Hay un lío enorme sobre cuál de las ediciones es la auténtica. La bibliografía, lo mismo.
-En el libro habla usted mucho sobre las diferentes versiones.
-Sí; y en la bibliografía parece increíble que de un hombre que tampoco es tan antiguo, pues vivió en el siglo XIX, y con tanta proyección en su tiempo, se conociese tan mal la cronología y con tantos datos confusos y contradictorios. Total, que me metí en un berenjenal casi peor que el de Albéniz.
-De hecho usted comenzó el libro y luego lo paralizó, ¿no?
-Sí.
-Pero ¿lo paralizó usted porque se dejó de editar la colección Scherzo de Península o por otra razón?
-Lo paré porque se acabó la colección y a varios autores nos dejaron con los libros colgados. Estaba ya muy trabajado pero el sprint final cuesta horrores. Luego fue Guillermo García Alcalde en Bayreuth [en el festival Wagner], en 2007, quien me dijo: «Tienes que acabar el Chopin. Es una pena que tengas eso tan cerca del final y muerto de risa». Le dije que con el trabajo del Palau me era muy difícil, pero él me insistió en que tenía que sacar tiempo. Me volví de Bayreuth a Valencia a encerrarme. Ese empujón de Guillermo fue lo que me hizo acabar el libro. Llamé a Javier Alfaya, el director de la colección Musicalia Scherzo, le dije que tenía un libro sobre Chopin y lo recibió con los brazos abiertos.
-Chopin es un compositor muy conocido y de los que tienen más aceptación. Quizá no toda la obra, pero los nocturnos, los valsesÉ
-Pasa como con Albéniz. A Albéniz lo admiramos por Iberia; a Chopin lo admiramos por sus obras importantes: las sonatas, los scherzosÉ, pero luego te das cuenta de que hasta la más leve mazurquita de esas nacionalistas de la primera época es fascinante.
-Está la chispa de la genialidad siempre presente.
-En cada nota.
-Además tiene una gran capacidad de invención melódica, como Schubert, como Chaikovski.
-Más que Schubert y Chaikovski, el músico que más admiraba Chopin junto con Bach era Bellini. Chopin es un belcantista. Cuando Bellini muere en 1835 a Chopin le afecta enormemente. Bueno , su tumba está junto a la de Bellini, en el cementerio de Père Lachaise, en París.
-Chopin se centró como compositor en el piano, revolucionó el lenguaje pianístico, pero tiene dos conciertos con orquesta muy tempranos y luego no vuelve a hacer obras con orquesta.
-En eso también se aproxima a Albéniz. Su concierto para piano y orquesta es una obra de juventud, como los de Chopin, que los compone con 20 años, en 1830. Yo creo que a Chopin le pasaba un poco como a Albéniz, que él veía que su medio no era la orquesta. De hecho la orquestación de los conciertos es muy párvula, por así decir. Su obra es prácticamente toda para piano. Están las canciones polacas, que no alcanzan la genialidad de las obras para piano. Incluso el tratamiento pianístico de las canciones es inferior al de las obras para piano solo. Y en la música de cámara tiene la sonata de violoncello y poco más.

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