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Por Publicado el: 18/05/2022Categorías: Entrevistas

Elena Mendoza y la poética de un vaso de cristal

La compositora protagoniza el estreno absoluto de “Stilleben mit Orchester”, encargo de la OCNE, que se escuchará los días 20, 21 y 22 de este mes en el Auditorio Nacional. Copas, botellas y latas serán protagonistas del concierto junto con las secciones de viento, cuerda y percusión

Elena-Mendoza

Elena Mendoza

Habla desde su casa en Berlín. Pausada. Se ayuda con las manos, se mueve en el sofá y se le entiende todo. Eso pasa por hablar vía Zoom. Elena Mendoza nació en Sevilla en 1973, y vive, la mayor parte de la temporada, fuera de España. Le encantaría poder residir medio año en su país y el otro medio en Alemania, a donde se marchó en 1993: “Dentro de aquel boom de los 90 que nos pilló. Era necesario e hice las maletas”, dice. Por ahora no es posible hacerlo compatible, pero todo se puede andar. Tampoco esperaba que le dieran el Premio Nacional de Música en 2010 y suyo es.

El día 20 estrena en el Auditorio Nacional dentro del programa Sinfónico 20 “Stilleben mit Orchester” (Naturaleza muerta con orquesta), una obra singular en la que lleva tiempo trabajando y que repetirá los días 21 y 22. Dirigirá a la OCNE su titular, David Afkham. Y singular es porque la compositora subirá a escena objetos de la vida cotidiana para convertirlos en un estímulo creativo y sonoro, lo que no es novedad en su hacer, pues, explica, lleva tiempo trabajando con ellos para dotarlos de esa función teatral que poseen: “Los músicos manipulan estos objetos y tocan sus instrumentos”, dice al poco de empezar a conversar. Así, por ejemplo, los timbres de las copas y botellas se van a integrar en los instrumentos de la Orquesta Nacional. Importante: los músicos no han puesto pegas. “Cada profesor tiene un objeto, además de su instrumento. Es decir, que cada sección toca un objeto”.

Este trabajo le pilló en el momento del confinamiento. Mendoza miraba a su alrededor. No se podía salir de casa y había que apañarse con lo que se tenía a la mano para trabajar, pasar el día, crear y vivir: “Me vi aislada, como toda la gente, y opté por acercarme a la poética que tenía dentro de mis cuatro paredes”, cuenta. Las ensaladeras metálicas, que tocarán los percusionistas, se situarán sobre los timbales, “añaden resonancia. Las copas las tocarán parte de la cuerda, las botellas, los vientos y las latas de conserva también las manejarán las cuerdas. Quería que se entendiera la idea de masa en contraposición con esa soledad que habíamos vivido durante la fase dura de la pandemia, al tiempo que experimentaba con objetos cotidianos. Es una idea que está muy pensada y trabajada, ya que si no funciona se puede quedar en una anécdota, en un chiste”, explica.

Mendoza pertenece a una generación que ha hecho su carrera fuera de España. “Somos un poco más jóvenes que José Manuel López López y Mauricio Sotelo, entre otros, que forman parte de un grupo muy brillante. En España se está mejorando la enseñanza. Existe bastante actividad, se han creado muchos ensambles y hay un pequeño festival casi en cada comunidad. Desde que me marché a Alemania, y a excepción del cataclismo de 2008, nos estamos recuperando. La gente que sale es muy buena y me genera una enorme satisfacción saber que cuando regreso no vuelvo al desierto”, asegura. Y reconoce con orgullo que “Niebla”, estrenada en 2009 con gran éxito, una obra arriesgada basada en la novela homónima de Miguel de Unamuno, le abrió la puerta.

Años más tarde recibió la llamada de Gerard Mortier, cuando estaba al frente del Teatro Real: “Claro que me sorprendió, es como si Dios me llamara por teléfono. El estreno de “La ciudad de las mentiras”, con cuatro relatos de Onetti como base, estaba previsto para 2014, pero una serie de dificultades lo pospusieron hasta 2017. Fue estupendo poder hacerlo y el Real se portó de maravilla, a pesar de la polémica que suscitó. Nunca tuvimos en la cabeza el afán de provocar, yo fui la primera sorprendida, pero el público no recibió la obra con tolerancia. No me lo esperaba. Fue el caso totalmente opuesto al estreno de “Niebla”, que llegó muy bien al público”. Al desaparecido Mortier le recuerda como “un hombre personalmente difícil, pero que entendía que el arte era riesgo y que sin este no hay arte. Y él estaba dispuesto a arriesgar”.

¿Y si el público se echa las manos a la cabeza con “Stilleben mit Orchester”?: “Bueno, ya me lo espero todo. Es una obra que invita a la reflexión, que tiene mucho de performativo y visual, de dramatúrgico, al poner en cuestión lo sacralizado y virtual que tiene una orquesta. Es necesario ver esta música con otros ojos y otros oídos. Yo no voy a provocar por provocar, sino a invitar a la reflexión”, y subraya que “la reivindicación de lo cotidiano es un tema importante para mí, no solo desde el punto de vista tímbrico y performativo, sino también conceptual. Lo cotidiano, lo cercano, lo útil está en clara contraposición con las grandes batallas ideológicas, los panfletos, la polarización…”

Proyectos no le faltan. Es la compositora residente en el Palau de les Arts. Trabaja en una idea aún embrionaria (ella dice que están “demasiado cruda” todavía) a la que da vueltas: “Estoy pensando en trabajar con sonidos del exterior y de la ciudad, de la música que se hace en la calle, trabajar con altavoces, música electrónica y crear así un diálogo entre lo ficticio y el interior de la sala de conciertos”. Se confiesa una compositora “muy lenta, pues me cuestiono bastante hasta que doy con la idea que quiero y busco. Las obras de teatro musical y orquesta te llevan mucho tiempo y dedicación. La orquesta es un instrumento muy complejo”, explica. No obstante, tiene otro estreno, además del madrileño, en octubre: una obra para la trompista María RubioGema Pajares

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