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“¡ESTÉBAN GARCÍA!”
GUINJOÁN, “CARTA BLANCA”
Por Publicado el: 11/03/2012Categorías: Crítica

Fallas por todo lo alto en Valencia

Temporada de ópera en Valencia
Falla por todo lo alto
«La vida breve» de Falla. C.Gallardo-Domás, M.L.Corbacho, G.Villar, M.A.Zapater, E.Fernández, M.Cerdá, etc. Dirección de escena: G.del Monaco. Dirección musical: O.Meier Wellber.
«El amor brujo» de Falla. S.Calero, E.Fernández, P.Danza, C.Pozuelo, F.Calvo de Mora. Dirección de escena: G.Montero. Dirección musical: O.Meier Wellber. Orquesta de la Comunitat Valenciana y Cor de la Generalitat Valenciana. Palau de les Arts. Valencia, 9 de marzo
El Palau de les Arts ha guardado con celo la que sin duda es una de sus mejores producciones para reponerla con un alma gemela. Efectivamente «La vida breve» y «El amor brujo» tienen mucho en común en la narración de dos amores sin corresponder. Lo coherente hubiera sido que Giancarlo del Monaco se hubiera encargado también de la puesta en escena de la segunda, buscando el poso común entre ambas obras de la forma en que Wernicke lo intentó en el doble espectáculo que veremos en Madrid inaugurando la próxima temporada de la Zarzuela. Quien conoce bien ambas sabe que, aunque al público le llegue más el ballet de «El amor brujo», no pueden funcionar juntas si se coloca ésta en segundo lugar y no se la dota de análogo contenido dramático a «Vida breve». Tampoco si tras las explosiones sonoras de esta ópera española por excelencia se elige la versión original de cámara de 1915 para la segunda y si el director navega en ella por mucha ayuda que puedan prestarle los muy buenos atriles de la Orquesta de la Comunitat Valenciana.
Dos enormes paredes que se abren en el centro para, ente humos, enseñar realidades y sueños de una Salud que, enferma de amor, delira en una atormentada pesadilla la historia de Fernández Shaw bajo unos oprimentes tonos rojizos y un gran ventilador que quita el polvo a toda la partitura. Puesta en escena muy conceptual, inteligente, buscando la esencia de su drama y la interpretación escénica de cada una de sus notas musicales. Así debe ser la recreación operística: respeto a las esencias realzando su actual significado. No conozco que haya existido jamás una producción más lograda que la presente para esta emblemática obra de nuestro patrimonio cultural. Desgraciadamente Meier Wellber sólo olfatea las esencias de Maazel en esta partitura. No se arredra antes sus sonoridades, pero no sabe dar forma a unas frases musicales muy enraizadas en nuestro folklore. A los cantantes no se les entiende absolutamente nada y hubiera sido un acierto apoyar electrónicamente a la casi inaudible Esperanza fernández como Cantaora. Cristina Gallardo-Domás volvió a mostrar sus grandes capacidades dramáticas convirtiendo defectos en virtud en un papel que la obliga a estar permanentemente en escena. «El amor brujo» no pudo funcionar al nivel anterior ni escénica ni musicalmente, aunque la compañía de ballet, encabezada por Sara Calero y dirigida por Goyo Montero, realizase un buen trabajo. Se buscó la plasticidad, pero esto era poco segundo planto frente a un primero tan redondo como «Vida breve». Hubo ovaciones para todos, pero Meier Wellber pudo haber provocado un incidente al enfrentarse ostensiblemente a dos «buhes» que sonaron de las alturas. Sobró su gesto desafiante. Gonzalo Alonso

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