FERTIL PRINCIPIO DEL SIGLO XX

Juventudes Musicales
IVES: Orchesral Set 2, RAVEL Concierto en Sol para piano y orquesta, STRAVINSKY: La consagración de la primavera. Hélène Grimaud (piano). Deustches Symphonie-Orchester, Berlin. Director: Ingo Metzmacher.5 de marzo de 2008, Auditorio Nacional.
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El programa que se comenta aunaba ejemplos de esa etapa tan exuberante como explosiva que fuera el primer tercio del pasado siglo, con obras vinculadas en su estreno a París –de autor francés (Ravel) y ruso (Stravinsky)- y una página gestada en esos años por un solitario genio del otro lado del Atlántico (Ives).
La francesa Hélène Grimaud (Aix-En-Provence, 1969) no ha tenido excesivo viento favorable en temas de salud cada vez que ha actuado entre nosotros: no fue excepción el concierto que se reseña, en el que la solista gala apareció con un peculiar vendaje en la mano derecha, resultado de una reciente caída; pero Grimaud dio toda una lección de profesionalidad –nuestro Joaquín Achúcarro es otro especialista en vencer ese tipo de situaciones-, no pidió se anunciara su estado a la audiencia y, sobre todo, hizo música de campeonato, con una de las mejores interpretaciones del primoroso “Concierto en Sol” de Ravel que se hayan escuchado por estos pagos, intensa en lo rítmico y percutivo, recogida hasta lo casi religioso en el Adagio central… a pesar del descarado ataque de un protervo teléfono móvil .
Ingo Metzmacher (Hannover, 1957), nuevo titular –desde septiembre de este año- de la un día Sinfónica RIAS (Fricsay), luego Sinfónica de la Radio de Berlín (Maazel), luego Sinfónica Alemana de Berlín (Chailly, Ashkenazy, Nagano), une su destino musical a una formación de no larga historia (62 años) pero considerable pedigrí artístico -repásese la lista de nombres acotada-, en la que es, admirable internacionalidad del conjunto, el primer titular germano de la institución. Bien conocido entre nosotros por actuaciones previas con formaciones alemanas e inglesas –en especial una imponente “Cuarta Sinfonía” de Shostakovich a principios de esta década-, Metzmacher representa a una especie moderna de director entusiasta de la música de su tiempo, dotado de una eficacia ajena a cualquier divismo. Si excelente fue su “Consagración” stravinskyana, aún sin llegar al grado de comunicación con el público que Gustavo Dudamel y su Orquesta ‘Simón Bolívar’ suscitaban hace unos meses, fue ejemplar su colaboración con Grimaud y, acaso temprano clímax de la velada, formidable su admirable manera de plantear el final de la primera obra del programa, el visionario “Orchestral Set 2” de Charles Ives, cuyo paulatino, conmovedor arco ‘crescendo /decrescendo’ sobre un tema popular fue un modelo de construcción del orden en medio del caos, algo, seguramente, nada alejado de las intenciones del autor.
José Luis Pérez de Arteaga