XIV Festival de Música de Canarias
Temperamento desbordado
Obras de Dong, Schubert y Strauus. Orquesta Sinfónica de Tenerife. Lü Jia, director. Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria. 25 de enero.
Si bien la presente edición del Festival de Música de Canarias no se inscribe entre las grandes de su historia, sí contiene un buen ramillete de atractivos programas que, como escribía con razón un amigo crítico, reflejan una rutina bien trabajada. A estas alturas del mismo ya se ha estrenado, con bastante aceptación, «Como llora el viento», encargo del Festival a Mauricio Sotelo y, en el otro lado de la balanza, los dos claros despropósitos pianísticos de un muy libre «Tercer concierto» de Beethoven y un aún más arbitrario recital de Pogorelich. Todo ello según los sabios del lugar, que son muchos y buenos.
El segundo de los conciertos de la Orquesta de Tenerife nos ha permitido conocer a Lü Jia (Shanghay, 1964), recientemente nombrado su director artístico. Se abrió la velada con el estreno mundial de una breve pieza de la joven compositora china , afincada en California, Kui Dong, bien construída pero tan intrascendente como prescindible, cuyo título «Spring» alude a uno de los tiempos de las «Cuatro estaciones» de Vivaldi. Se trata precísamente de la respuesta de Dong ante la audición de Vivaldi y es una respuesta bastante influenciada por John Cage. Fue premiada con aplausos paralelos a la duración de la partitura. Tampoco hubo mucho entusiasmo entre el público, que no llenaba la sala, ante la ejecución de la «segunda sinfonía» de Schubert y se justifica plenamente, pues se trató de una versión que machacó las texturas schubertianas para convertirse en una especie de galope betho-brahmsiano pasado por el oriente y por el mundo operístico italiano que frecuenta Lü Jia.
Sí tuvo en cambio interés «Una vida de héroe». Es obra que permite el lucimiento a toda gran orquesta y la Sinfónica de Tenerife lo es. Dio mucho juego tanto en los momentos dramáticos de «el combate del héroe» como en los más líricos de «la compañera» o «la retirada» y los solistas demostraron su gran clase, empezando por el concertino y terminando por el corno inglés. Se mascaron las diferentes tensiones de la obra y el fraseo se articuló bien y con sentimiento. El público, como era lógico, supo reaccionar. Gonzalo Alonso