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Por Publicado el: 09/01/2016Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Jonas Kaufmann en España, un análisis personal

Kaufmann y los «Siete sonetos de Miguel Angel» de Britten

Jonas Kaufmann en España

Mañana debería haber vuelto al Teatro Real Jonas Kaufmann. Pocos saben y menos se acuerdan que cantó una de las funciones de “La clemencia de Tito” en marzo de 1999 sustituyendo a última hora a Zoran Todorovich. Incluso sus propios recuerdos de ello son escasos. Más recuerdos tiene de una beethoveniana “Missa Solemnis” en Salamanca allá por 2004 junto a su entonces esposa, de la que se separó hace poco. Entonces terminó un tanto alegre en la habitación de su hotel tras un recorrido por la impresionante ciudad estudiantil, lo que no hubiera tenido tiempo de repetir en Madrid, ya que aterrizaba esta noche a las 21,45 y partía el lunes de vuelta camino de Mannheim para un concierto pucciniano el día 13. Kaufmann era entonces totalmente desconocido, frecuentaba Zurich y su repertorio se inclinaba al lírico-ligero.

En 2008, en pleno despegue, estuvo programado en el “Fidelio” que dirigió Abbado en el Real, pero una lesión le obligó a cancelar. Sevilla le pudo escuchar algo después. Fue con “La bella molinera” en la Maestranza. Era un viernes de octubre de 2010 y tuve la oportunidad de invitarle a cenar junto Helmut Deutch, el pianista que también le acompañará mañana. Entonces ya era famoso, como pudimos comprobar por los autógrafos que algunos extranjeros le pidieron, acercándose a nuestra mesa. Helga Schmidt le convenció de cantar un par de funciones de “Fidelio” en Valencia, junto a Mehta, en junio de 2011 y esta vez, al acabar la función, me invitó él a cenar junto a su esposa y una hija, con las que pasaba unos días en el Hotel Las Arenas. En marzo de 2014 se arriesgó a cantar a taquilla en el Liceo “Winterreise”, también con Deutsch al piano, con las entradas más caras a 85€. Llenó a arrasó a pesar de que la gente le pedía como propina un “Celeste Aida” que nunca concedió y alguno se enojó por ello. Cenamos luego en una pequeña taberna cerca del teatro y me pasó su iphone para que escuchase y, como un reto, adivinase la versión que más admiraba de la obra de Schubert, curiosamente la de Lotte Lehmann. En agosto homenajeó a España en Perelada, junto a la Orquesta de Cadaqués, con un programa espectacular, pensado ad hoc, que incluía páginas de “Carmen”, “El Cid”, “Don Carlo”, “Trovador” y “Forza del destino”. También hubo cena… El Palau de Barcelona lo tiene anunciado para el 9 de junio, como alternativa al cancelado en 2014, pero la cita no figura en la agenda de compromisos del tenor en su web oficial…

Kaufmann Deutsch, Gonzalo Sevilla

                  Jonas Kaufmann, Helmut Deutsch y Gonzalo Alonso en Sevilla

El Teatro Real no podía permitirse que la gran figura masculina de la ópera de nuestros días no volviese a pasar por su escenario. Era un objetivo lógico en un teatro que ha apostado por lo social, los precios altos y, obviamente, el público que se lo pueda permitir. Atender a este público supone traer a figuras como Kaufmann o Fleming. Anna Netrebko será seguro nueva meta. Pero estos artistas cantan habitualmente ópera sólo en media docena de teatros, el resto se ha de conformar con conciertos. Y ni siquiera esto es fácil cuando se tiene un caché tope. El Real, como el Liceo hace dos años, ha tenido que programarle a taquilla. El tenor se llevaría la mayor parte de una recaudación que habrá sido elevada dado el elevado precio de las entradas, casi 240€ la butaca frente a los 160$ que costará escucharle en el Carnegie neoyorquino el mismo programa el día 31 o los 85€ que costó en Barcelona. Como suele hacerse en Nueva York se organizó después una cena, casi de gala, con casi doscientos comensales a más de 100€ cubierto. Bien están estos eventos si sirven para abaratar las localidades en el futuro. Estas apreciaciones son ineludibles cuando la ópera no se enfoca sólo como hecho cultural sino también social.

El Real tenía dos opciones, que Kaufmann cantase con orquesta o con piano. Es con orquesta donde sus características más habrían brillado, pero tampoco hay que olvidar que el mundo del lied es algo que lleva muy dentro de él. Le costó tiempo decidir el programa de este recital, porque Kaufmann no se toma nada a la ligera. Le informé de la afición al lied que se ha cultivado en Madrid gracias al ciclo de la Zarzuela y le sugerí los “Fahrenden Gesellen” y los “Wesendonck lieder”, los primeros están en el programa. A esta obra temprana de Mahler le acompañan otras, también tempranas, de Britten y Strauss. Por cierto, también le envié romanzas de zarzuela y piezas españolas y latinoamericanas que en su día cantaron Caruso, Gigli y Corelli para ver si se anima. Veremos.

Grabación del concierto en Viena de 2014 con «Lieder eines fahrenden Gesellen»

Pero como crítico y, hace años, como organizador de conciertos (Bergonzi, Sweet, Mitchel, etc) jamás habría optado por traerle al Real para lied con piano, sino que abría esperado a poder acompañarle con orquesta. De un lado porque, lo tenemos más que comprobado, esta sala no se presta al género. De otra porque el tenor lo aborda con un intimismo que aún se adapta menos. Escribió un crítico alemán que “Kaufmann no es de los tenores que cantan entregando toda su voz y corazón, dejando una inolvidable emotividad en el recuerdo, sino de aquellos a los que se admira porque lo hacen a la perfección, aunque no lleguen a fascinar”. Es una opinión exagerada, pero con algo de razón. Kaufmann canta como muy pocos lo han hecho, con enorme musicalidad, sensibilidad y, especialmente, inteligencia. Recrea las obras adaptándolas a sus características cocales y dramáticas. Su grabación de “Winterreise” es clarísimo ejemplo, como lo fue su interpretación en el Liceo o la de “La bella molinera” en la Maestranza en 2010. Pinta los lied como un Tiziano el cromatismo, domina la respiración, cuida la articulación de las palabras, frasea con gusto, esculpe las dinámicas, recoge el instrumento en pianos y filados sin perder un ápice de virilidad… pero tanta sutilidad lleva en ocasiones a un intimismo casi de “mesa camilla” viable sólo en salas más acogedoras. De aquí que lo propio hubiera sido traerle con un concierto orquestal, con ópera, como hicieron en Perelada, porque llegaría más al público del Real, que no es el del ciclo de lied de la Zarzuela y en consecuencia el éxito aumentaría, algo que debía actuar como reclamo en el propio artista para motivar su regreso.

Tal y como sucediera en el Liceo no habría cobrado un caché, sino un muy elevado porcentaje de una taquilla que ha de haber sido espectacular, dado el alto precio de las localidades. Es la moda entre las primerísimas figuras y la única forma con la que algunos teatros pueden remunerar a estos artistas sin salirse de los máximos cachés autorizados. Este es siempre un tema polémico. Lo fue ya cuando vino al Real Jessye Norman en 1999 cobrando 22 millones de pesetas (http://elpais.com/diario/1999/03/04/cultura/920502008_850215.html). Los tiempos han cambiado desde que los tres tenores abriesen un melón en Caracalla en 1990. Y el ir a taquilla no es el único ejemplo. ¿Sabían ustedes que las entrevistas con él aparecidas en prensa han sido elaboradas mediante cuestionario y email? De todo ello iremos hablando en próximas ocasiones. Gonzalo Alonso

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