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Por Publicado el: 10/12/2015Categorías: Entrevistas

Josep Bros: “A ninguno nos regalan nada”

P.R

jose Bros

 

Il duca d’Alba programado por Ópera de Oviedo llega este domingo al Campoamor

 

  • Espero que se valore la joya que se está recuperando para la lírica
  • Hay que aprender a darse besos cuando haces las cosas bien
  • La elaboración del personaje es un proceso muy bello
  • Apuesto por la calidad, no por la cantidad
  • Vivimos momentos de incertidumbre en los que ya no se programa a cuatro o cinco años vista

Con su presencia protagonista en Il duca d’Alba (El duque de Alba) que ha programado Ópera de Oviedo en su LXVIII temporada, José Bros (Barcelona, 1965) no sólo se anota su tercer debut del año. Ve al fin materializada la idea de rescatar la obra incompleta de Donizetti que contó como protagonista en su estreno absoluto con el mítico Julián Gayarre. La ópera, que no se representa en España desde 1887, incluye un aria que acompaña a Bros desde su participación en 1986 en el Premio Viñas, que marcó el principio de esa carrera en la que se ha instalado como uno de los grandes tenores belcantistas del momento.

P. Este verano debutaba en El Escorial el Don Carlo que en febrero se vuelve a programar en los Teatros del Canal sin usted ¿por qué?

R. Porque la dirección de los Teatros, para las tres funciones en su temporada contemplaba un reparto distinto a aquel. Pero creo que habrá ocasiones de repetirlo. Yo estoy doblemente satisfecho: por haber debutado el don Carlo y por haberlo hecho con esa producción. Fue una experiencia muy intensa, y el éxito de las tres funciones que hicimos en El Escorial, prueba que funciona muy bien la lectura de Boadella, con quien tuve la posibilidad de reunirme cuando nació el proyecto, antes de empezar los ensayos. Nos vimos en repetidas ocasiones en las que me planteó cómo lo entendía, respetando la partitura y valorando el modo en que los hechos históricos contrastaban con la idea que Verdi tenía del libreto. Luego, la música se encargó de ayudarnos en muchos momentos para una interpretación escénica adecuada.

P. En el mismo año incorpora un nuevo personaje relacionado con aquel

R. Si al Don Carlo le sumamos el Lensky de Eugene Onegin que hice en Palma de Mallorca, este Marcelo de El duque de Alba es mi tercer debut en la temporada.

P. Un título muy especial el de ahora, teniendo en cuenta que le va siguiendo desde que, con un aria de esta ópera –Angelo casto e bel– se presentó al Premio Viñas de 1986

R. Exacto. A pesar de que ese aria de El duque de Alba, aunque atribuido a Donizetti, está escrito por su ayudante Matteo Salvi. Pero lo cierto es que cuando vas por el mundo y ves al director de orquesta con su asistente, piensas que en aquella época serían también uña y carne a la hora de componer, y que el maestro le haría ver las orquestaciones y las melodías. Por eso creo que Salvi fue muy fiel al espíritu con que se había ido desarrollando la obra. De hecho, la bella introducción de esa romanza en el inicio del cuarto acto, recuerda los temas que encontramos en el primero, como el dúo barítono-tenor entre el Duque y Marcelo, donde surge una especie de recitativo que desencadenará el del Angelo casto e bel.

© Annemie Augustijns

© Annemie Augustijns

P. ¿Había coincidido alguna ve con el maestro Tolomelli, encargado de dirigirla?

R. Lo conocí en 2002 cuando, con motivo del Festival Mascagni, hicimos en Livorno y Pisa El amigo Fritz, que apareció DVD. La siguiente ocasión fue aquí, en Oviedo en 2006 en una Favorita. Es una persona con quien se trabaja muy bien. Me hace mucha ilusión el reencuentro, porque hemos mantenido una relación muy estrecha, además de un gran respeto y una admiración mutua a nuestra labor.

P. ¿Aquella Favorita sirvió para darse a conocer en Oviedo?

R. Mi presentación en Oviedo se produce el 2 de diciembre de 1992 en el Teatro Campoamor junto a Sumi Jo en un recital que organizaba la Diputación de Cultura en colaboración con el diario La Nueva España. Y al año siguiente ya estaba cantando aquí el Fausto. De modo que en esta ciudad me anoto con esta la ópera decimoquinta o decimosexta, después de haber hecho Rigoletto, Fausto y Lucia en dos ocasiones, Falstaff, Lucrecia Borgia, Anna Bolena, Werther Aparte de zarzuelas como Luisa Fernanda, La tabernera del puerto y La bruja o un recital con lieder de Strauss. Cuando el pasado mayo presenté mi concierto de romanzas y canciones populares Desde el corazón, me comentaban que soy el cantante que más ha participado en los acontecimientos musicales de esta ciudad en la que me encuentro muy a gusto desde el primer momento, y estamos hablando ya de 23 años. Me sentí muy querido, y el cariño es recíproco

P. Esos 23 años coinciden con su eclosión con la Anna Bolena del Liceu junto a Gruberova

R. El 9 de noviembre de 1992 hice mi Bolena en el Liceu, pero un año antes, el 15 de noviembre, cuando canté en el Don Giovanni de la ópera de Sabadell se produjo el que considero mi debut, porque fue en ese momento cuando decidí tomarme en serio la posibilidad de empezar una carrera. Con el ánimo de seguir estudiando, aprendiendo y perfeccionando. Y con unas ganas y un interés por cuidar el instrumento y de prepararme lo mejor que pueda para ofrecer el máximo de mi, que en todo este tiempo no han decaído.

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P. Esa reflexión la hace en un momento importante: sus 50 años

R. Clavados

P. Y casi tres décadas desde su participación en aquel Viñas

R. En noviembre de 2016 se cumplirán. Tenía 21 años cuando mi maestro me convenció para que me presentase porque, me dijo, lo que sientes -no tanto por competir sino por salir a un escenario a demostrar tu profesionalidad ante un jurado-, es distinto a cuando estás en un concierto de alumnos de clase. Yo no pensaba en nada de eso, sino en que allí estaban y me iban a escuchar Giuseppe Di Stefano y tantos otros nombres grandes de la lírica. Aunque no crea firmemente en los concursos, es una prueba que hay que pasar. Y una experiencia muy bonita que aconsejo vivir a cualquier estudiante.

P. ¿Se refiere a sus alumnos en las clases magistrales que ahora imparte?

R. Las experiencias han sido en Barcelona, donde vivo y mantengo una vinculación muy directa con la Escuela Superior de Música de Cataluña. Son jornadas muy intensas en las cuales me pongo a trabajar con doce o catorce personas en programas de dos o tres días. A los asistentes les sirven de mucho y a mi me producen satisfacción, al poder echar una mano, por decirlo de manera coloquial, a personas que aman la música y quieren dedicarse al canto. Desde hace muchos años me las venían pidiendo, pero es ahora cuando he decidido dar el paso, compatibilizando las clases con mi carrera en activo. Sin quedarme aparcado con cuatro o cinco obras para rotar con ellas, sino con el afán por descubrir otras nuevas, mientras repaso y adecuo a mi momento las que me son familiares. Debo decir también que si un estudiante, un compañero o un profesional ha solicitado mi consejo, siempre he estado abierto a poder ayudar con mi modesta opinión, por lo que percibo y siento por el canto.

p. ¿Que transmite a los alumnos, aparte de muchos ánimos?

R. Sobre todo hay que motivarles. El cantante tiene un sentido muy agudizado de la autocrítica, atento sólo a lo que hace mal, sin pensar a veces en todo lo que hace bien. Les llevo por esa línea, porque hay que aprender a darse besos cuando haces las cosas bien. Y alegrarse por ello, y luchar por lo que no sale, sin desmoronarse porque en una romaza dos pasajes no llegas a alcanzarlos con la plenitud vocal con que deberías, o simplemente como querrías. A fin de cuentas, a ninguno nos regalan nada. El trabajo, el estudio constante y la atención al instrumento es lo que al final produce frutos. Pero la misma medicina no sirve para todos. Yo era muy reacio a las masterclasses, porque considero que es muy poco tiempo para conocer realmente a una persona, una voz, con sus inquietudes, su problemas, sus virtudes… En Barcelona se ha establecido cierta continuidad, de modo que en las últimas veces me he vuelto a encontrar con alumnos de citas anteriores y, como ya los conoces, valoras el progreso. Y eso es muy gratificante.

P. Junto al Duque de Alba, mantenía hace años en compás de espera una ópera de Mercadante, Il giuramento ¿La ha estrenado?

R. No ha llegado el momento, pero es uno de esos proyectos que sigo diciendo que me encantaría, porque es también una obra bellísima, con pasajes hermosísimos. Pero como tengo muchos años por delante para poderlo hacer, en eso estamos

P. ¿Otros personajes en la misma situación?

R. Muchos. Por la belleza que entrañan y por la satisfacción, no solo vocal sino musical en términos generales que me supone cantarlos. En los próximos años tengo dos pendientes. Uno de ellos, el Poliuto de Donizetti, lo empezaré a estudiar en enero, cuando pasen las fiestas, a partir del par de pasajes que he interpretado anteriormente. Pero también tengo muchas ganas de debutar otras obras, como Los cuentos de Hoffman, sin contar el compromiso del Ballo in maschera que tengo para 2018, y que espero debutar antes sin lugar a dudas. Esa inquietud me motiva y me mantiene vivo. No con la ilusión de figurar en ningún libro de récords por las obras que tengo en repertorio, sino de mantener la mente fresca, desarrollando distintos personajes. Porque no hablamos sólo de la partitura que tienes entre manos, sino de lo que entraña el papel que interpretas. Más, cuando existen antecedentes históricos. En ese caso es un proceso muy bello la elaboración del personaje. Empieza por empaparte de él para luego centrarte sólo en le libreto, midiendo el modo en que debe ser declamada cada una de las palabras. Antes de cantar, declamo cada frase y cada verso y cuando incorporo la música, me ayuda a conseguir los colores y los matices que requiere cada frase. Trabajo en esta línea y me apasiona seguir en ella.

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P. El personaje debe ser mi segunda piel, dijo en alguna ocasión. ¿Lo consigue ahora en su Marcelo?

R. Hay momentos en los que si, porque la trama es muy clara. No solo por el conflicto bélico que vive Flandes en tiempos de Felipe II con el tercer Duque de Alba, sino el triángulo que se produce entre el Duque, Amelia y Marcelo. Con el amor que sienten, imposibilitado por el espíritu de venganza de ella por quien ha asesinado a su padre a las órdenes del Duque. La obra termina con la muerte de Marcelo, que me recuerda en alqún pasaje a la de Gennaro en Lucrecia Borgia. Ha sido muy entrañable poder debutar en el mismo año el Don Carlo y el Duque de Alba, cuyas acciones se desarrollan en la misma época.

P. Recuperar óperas olvidadas tiene el riesgo de la no reposición. ¿Se le ha dado el caso de hacer algún papel una sola vez?

R. Pasa también con otras. Me ha ocurrido, por ejemplo, con la Damnation de Faust, de la que hice una sola representación en 2009 en el Teatro San Carlos de Nápoles. Es cierto que no es un título muy frecuente por la dificultad que entraña cantarlo, pero no se trata de una ópera que no se represente.

P. ¿Tiene a la vista otros Duques de Alba? ¿Se lo han pedido?

R. Hasta el momento no. Pero me pasó lo mismo con otras obras de Donizetti, como Parisina, que es también muy infrecuente. No se ha vuelto a hacer después del concierto en el Royal Festival Hall, tras el cual la grabamos con el sello de Londres Opera Rara, que va por esa línea, como anuncia el nombre de la discográfica. Después de un trabajo tan importante te apetece tener la oportunidad de volver a cantarlo. Así me ocurrió con el Don Carlo: lo debuté en El Escorial en el mes de julio y cinco semanas después lo cantaba en Buenos aires. Eso es muy bonito, porque acabas de perfilar muchas cosas ante planteamientos escénicos distintos, aunque cambiar el chip en este caso no fue fácil.

P. Cuántos Donizetti lleva con este

R. Buffff.. quince, dieciséis…

P. ¿Le emociona que el papel de Marcelo lo protagonizase Gayarre en su estreno?

R. La verdad es que si. Y el placer añadido, es poder cantar en el siglo XXI esta obra que no se escucha en España desde finales del XIX. Y que sea Ópera de Oviedo quien haya apostado por este título al que tenía muchas ganas, como ellos sabían. Lucharon mucho para que se pudiera hacer en la versión italiana, que no es fácil entre otras razones por la falta de materiales. Pero han puesto todo su empeño y la compañía al completo hemos respondido a ese esfuerzo, al que hay que otorgar la importancia que se merece en los tiempos que corren. Desde el primer momento con la orquesta empezamos a desarrollar un trabajo muy intenso, que funciona muy bien.

P. En 2012 la Ópera de Amberes presentó un Duque de Alba en francés ¿Desde cuando no se escuchaba en italiano en teatros conocidos?

R. En Italia se ha representado en alguna ocasión, pero podríamos pensar, aunque habría que verificarlo acudiendo a documentación, que muy probablemente en Europa puede hacer veinte años que no se representa. Espero que seamos conscientes de valorar en su medida la joya que aquí y ahora se está recuperando para la lírica. Independientemente de lo que nos aporta la música y la producción de Amberes, va a ser un factor importante rescatar un título con melodías muy bellas del que me atrevería a decir que los pasajes son muy parecidos en calidad a los que consiguió en La favorita, con momentos para el tenor de rarísima belleza: unos por su dramatismo y otros más líricos, más románticos, que le permiten lucir toda la paleta de colores y dinámicas: desde el pianísimo al más fuerte. Es una ópera de construcción puramente belcantista. Hicieron un gran trabajo en el remate tanto Salvi, como Amilcare Ponchieli, que también puso su mano en la orquestación de la segunda parte, siguiendo los esbozos dejados por Donizetti.

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P. Mirando su agenda se diría que está planeando uno de esos periodos sabáticos que a veces reclama

R. No estoy en un periodo puramente sabático, pero si metido en otros proyectos que me enriquezcan y me aporten otros alicientes. Se diferenciar lo que es el tiempo de ensayo y de producción con el de vacaciones y el del estudio, que para mí siempre es sagrado. Empecé en esta carrera por volcarme en lo que me gusta hacer, y siento una gran vocación por ella. Siempre he dicho y así lo mantengo, que cantaré hasta que mi instrumento esté en plenitud de facultades, y hasta el día de hoy siguen ahí, intocables. Dentro de que no paro, apuesto por la calidad, no la cantidad. Todo lo que he hecho en estos años ha sido muy atendido, muy cuidado. Hasta el último début de cualquier temporada. Volviendo a lo que decía al principio, estoy trabajando en unos proyectos que no he querido adelantar. Como una gira bastante importante de conciertos “Desde el corazón”. Me he dado cuenta que no se puede pensar tan solo en lo que a uno le gusta, algo que, por otra parte, no ha sido nunca mi línea de trabajo. Cuando tienes una respuesta maravillosa del público y ves -perdón que lo diga, pero es que se produce así- que terminas el concierto y toda la platea se levanta, con el público tan entregado, empiezas a pensar que eso es algo que tienes que hacer más veces. Son los momentos de alegría que se dan en la ópera, pero en otra dimensión. Ahora estoy en eso. Tengo esta gira de conciertos, aparte de unos festivales que están por concretar y pronto sabremos, y un par de temporadas en las debo estar presente. También es verdad que vivimos –y eso es para todos- unos momentos de incertidumbre en los que en general no se programa, como antaño, a cuatro o cinco años vista, lo que hace que las contrataciones sean más a medio plazo. Por último, tengo una idea que me hace mucha ilusión y a la que ni siquiera hemos dado nombre. Empezaré en el mes de abril y quiero que tenga carácter anual. Consistirá en apoyar en recitales conjuntos a un cantante joven que vaya a empezar carrera. Facilitando un poquito el camino a las nuevas generaciones para las que las cosas no parecen pintar muy bien. Del mismo modo que en los últimos años he podido compartir vivencias con ellos en las clases magistrales, cuando veo a una persona realmente válida, dentro de mi compromiso siento que no es lo mismo que se vaya abriendo camino con unos conciertos muy bien hechos, alguna gala benéfica, o en la programación de un centro cultural que hacer un concierto conmigo con estructura de gran formato. En ese aspecto, me produce una gran satisfacción poder tender una mano a otro, como en su día hicieron conmigo.                                         Juan Antonio Llorente

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