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Por Publicado el: 29/05/2025Categorías: En vivo

Crítica: Julian Prégardien en el Ciclo de Lied. Matices y palideces

MATICES Y PALIDECES

Franz Schubert, Wilhelm Müller: Die Schöne Müllerin (La bella molinera). Julian Prégardien, tenor. Kristian Bezuidenhoutz, piano. XXXI Ciclo de Lied del CNDM. Teatro de la Zarzuela, 27 de mayo de 2025.

MATICES Y PALIDECESSchubert: Die Schöne Müllerin. Julian Prégardien, tenor. Kristian Bezuidenhoutz, piano. XXX! Ciclo de Lied. Teatro de la Zarzuela, 27 de mayo de 2025.

Julian Prégardien

Se interpretaba por octava vez en estos ciclos liederísticos del CNDM esta gran obra schubertiana integrada por 20 canciones sobre poemas de Wilhelm Müller. Curiosamente la última estuvo a cargo del padre del cantante que ahora ha tomado protagonismo, Christoph Prégardien (1956). Fue en 2021. Ya entonces comentamos que su voz empezaba a sentir el paso de los años, aunque el lustre, el lirismo de un timbre de excelente encarnadura todavía le valía para expresar y decir con propiedad y galanura, con la acentuación adecuada.

El padre es, y aún más a esta edad otoñal, un lírico-ligero con sustancia y, a sus años, sabios procedimientos expresivos. Y el hijo, Julian Prégardien, que es el que nos interesa ahora, posee un timbre más claro, más próximo a lo ligero puro. Un timbre a veces un tanto descarnado unido a un volumen muy reducido, con graves deslucidos y agudos más bien abiertos y, curiosamente, apretados sin las resonancias exigidas. Centro pasable y acomodado.

El artista es expresivo y maneja muy bien los contrastes y los claroscuros, aunque lo pobretón de los armónicos no ayude precisamente a la hora de elaborar un canto pleno. El cantante abusa además del falsete más o menos reforzado cuando no claramente falto de apoyo.

Matiza mucho, aunque en bastantes ocasiones sus procedimientos nos parezcan en exceso evanescentes y faltos de carne dramática, necesaria en una obra como esta, que es en realidad un canto más bien lamentoso de un individuo ávido de un amor que se le escapa y que en el ciclo siguiente de Schubert/Müller, Winterreise, se torna más oscuro, trágico y desesperado. Está bien el lirismo, el canto contenido, el matiz delicado, pero se exige, al menos lo exige el que escribe estas notas, algo más: dolor, tristeza, esperanza truncada…

La emisión del tenor es pasajeramente y ligeramente engolada. No se le puede criticar por su delicadeza y extremado lirismo, a veces no del todo adecuado. Poesía fina, derramada a manos llenas. Prégardien es inteligente y sabe lo que puede y no puede hacer con su voz. Lo hace, pero el drama no trasciende. En su camino y en repetidas ocasiones practicó en este concierto apoyaturas y adornos no previstos, ya en el lied inicial. Repasemos a grandes rasgos su actuación. “Wohin?” (nº 2) fue delicadamente musitado. “En Halt!” se oyó en exceso lejano. Remarcó bien, y eso es importante, la modulación dramática central de “Danksagung an den Bach”.

En “Der Neugierige” nos gustaron las bellas inflexiones líricas y el gran silencio arbitrado antes de la repetición. “Ungeduld!” (“¡Impaciencia!”) fue una caricatura en donde el vigor se sustituyó por la palidez. Más adornos algo intempestivos en “Des Müllers Blumen”. Tuvimos que esperar hasta “Mein!” para que el cantante echara del todo por fin la voz afuera, a pleno pulmón. En “Der Jáger” tuvimos otro momento de -relativa- plenitud. En un hilo inconsútil se expuso “Die liebe Farbe” y a voz plena, como es lógico, “Die böse Farbe”.

La última canción, la desconsolada “Des Baches Wiegenlied”, se expuso en ese pianísimo que tanto domina Prégardien que se presentó con atuendo muy deportivo, incluidas unas zapatillas veraniegas. Bueno, estábamos después de todo en el campo. Un campo aparentemente saludable. Parabienes para ese gran clavecinista y fortepianista que es Kristian Bezuindenhoutz, también pianista de talla, circunspecto, elegante, preciso, colaborador. Amenas e instructivas notas al programa de Luis Suñén.

Arturo Reverter

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