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Victoria de los ángeles , por Anson
Rattle suelta la lengua
Por Publicado el: 16/01/2005Categorías: En la prensa

La exquisita soledad de una cantante imborrable

La exquisita soledad de una cantante imborrable. EL MUNDO 16/01705

Dulce, sí, pero la vida, Victoria, te hizo de hierro. Como tú decías, todos te vieron siempre como «la dulce Victoria». Y así quedarás, como una de las sopranos más dulces y honestas de la historia de la música. Tu voz, puro terciopelo, y tu sensibilidad, tan luminosa como aquella mirada que ahora se ha cerrado definitivamente, tuvieron que bregar con situaciones muy duras y dolorosas. Pero nada afectó a esa mirada inolvidable, franca y directa, inocente y experta, sólo comparable a la verdad sin dobleces de una de las vocalidades más hermosas y subyugantes de la historia de la lírica.

No jugaste a la diva que estruja las gallinas de los huevos de oro ni a explotar un declive inevitable. Te retiraste sin decirlo.Sin alharacas ni conciertos de despedida. Lo tuyo era el arte verdadero. Puro y limpio. Como tus ojos. Aunque lo llegaste a necesitar, te resististe a ganar millones con conciertos populares en estadios y plazas de todo. No cabía en tu integridad absoluta.Me lo dijiste en cierta ocasión: «Es que es ése un mundo aparte que no tiene nada que ver con la música ni con el arte, ni con nada de lo que yo hago. Además, ¡no sabría cantar un Schubert con megafonía!».

¡Schubert! ¡El lied alemán! ¡La canción francesa! ¡Mimì! ¡Las Canciones negras de Montsalvatge! ¡La Bachiana brasileña de Villa-Lobos! ¡Carmen! ¡Rosina! ¡Elisabeth! ¡Manon! ¡La Condesa! ¡Tantas cosas y tantos recuerdos! Hoy, Victoria, es un día triste, muy triste.Contigo, con tu muerte anunciada, se ha ido también una parte imprescindible de la memoria que habita en miles de melómanos de los cinco continentes. Melómanos que, desde que te has ido, no paran de cruzarse mensajes por los móviles consolándose recíprocamente.Descansa, descansa, dulce Victoria.

Contigo muere también una época irrepetible de la historia del canto. Tus amigos y compañeros de reparto eran Windgassen, Björling, Fischer-Dieskau, Kraus, Gobbi, Del Monaco, Gedda, Hans Hotter, Hans Hopf, Schöffler, Schwarzkopf, Greindl, Gottlo Frick… No quisiste participar en el «sarao» -tú utilizabas esta palabra- de divos de pacotilla y mercadotecnia en que ha devenido el mundo de la ópera.

«Muchas cosas se han derrumbado. Valores morales, valores de todo tipo. Todo ha cambiado ¡Ya no se lee poesía!». Lo recuerdo perfectamente; me lo dijiste en Granada en noviembre de 1994, cuando cantaste tan maravillosamente como siempre las Canciones de Falla y las de Montsalvatge, con Josep Pons y unos profesores de orquesta en cuyos ojos asomaban lágrimas de emoción ante tu modo de cantar, de expresar y de ser.

Te apartaste de todo. Incluso de tus amigos más queridos. Te recluiste en tu piso barcelonés y ni siquiera contestabas al teléfono. Te parapetabas detrás del contestador automático. Ni a tu querida Alicia de Larrocha, que este pasado verano se me lamentaba de que tuvo que presentarse en tu casa para poder hablar contigo, porque ¡ni siquiera a ella contestabas al teléfono!

Has pasado peripecias terribles. Desde el engaño y abandono de tu esposo a la muerte de un hijo. Tras la gloria del escenario y la adoración sin fisuras de miles de operófilos -nunca te dejaste seducir por el halago-, discurría en silencio una vida llena de sinsabores y soledad. Incluso de amargura. Me llegaste a decir que habías sufrido como una Madama Butterfly. «La vida me ha castigado mucho, mucho. Y continúa golpeándome duro». Palabras trágicas de una diva que nunca jugó ese rol.

Victoria. Nos dejas tu ejemplo imborrable. El susurro de tu voz, la integridad de una artista insobornable. Y nos queda, felicísimamente, tu legado discográfico, documento para eternizar en generaciones futuras la grandeza del mejor canto. Como tus heroínas, como Cio-Cio San, Micaela, Charlotte -¡el Werther de Madrid con Kraus!-, Mélisande, Marguerite, Eva, Elisabeth, Elsa, Violeta, has conseguido la eternidad. Te quiero, mi siempre dulce Victoria. JUSTO ROMERO

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