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Por Publicado el: 01/01/2019Categorías: Noticias

La OST abre el Festival Internacional de Música de Canarias

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Orquesta Sinfónica de Tenerife

La Sinfónica de Tenerife inaugura el Festival Internacional de Música de Canarias con Ariadne auf Naxos dirigida por Antonio Méndez 

La Sinfónica de Tenerife inaugura el 35 Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC) con una ópera en concierto, y lo hará el jueves 10 de enero, en el Auditorio de Tenerife Adán Martín, a partir de las 20:00 horas, un concierto que se repetirá el sábado 12 de enero, a la misma hora, en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria.

La pieza elegida para la apertura de esta edición no es otra que la ópera cantada Ariadne auf Naxos, de Richard Strauss, bajo la dirección de su titular, Antonio Méndez, y un elenco de voces donde figuran en los roles principales las sopranos Ricarda Merbeth y Brenda Rae, junto a los tenores Roberto Saccá y los canarios Juan Antonio Sanabria, Anelio Gibrán, Elisandra Melián y Manuel Gómez Ruiz, entre otros.

Este concierto, producción propia del Festival, ofrece una velada para sumergirse en el mundo que creó Strauss, sátira de la alta sociedad, un acercamiento a la figura renacentista del  mecenazgo y también a la ópera en sí misma, a la ruptura de las jerarquías sociales radicalmente contrarias, cuando los estrafalarios personajes de la comedia del arte se mezclan con las afamadas y deslumbrantes estrellas de la ópera. Porque Ariadne auf Naxos se convierte en eso, una ópera dentro de la ópera, un caso único con una música impresionante.

Esta partitura de Strauss, con libreto de Hugo von Hofmannsthal, fue escrita en principio con un solo acto, precedido por la representación de la obra de Molière Le Bourgeois gentilhomme (El burgués gentilhombre), para la que Strauss escribió una música incidental, un divertimento musical. Así fue como se estrenó en la ciudad alemana de Stuttgart, en 1912, y también se representó en otras ciudades.

Lo cierto es que el público se sentía confundido con este juego de enigmas en el que se mezclaba la comedia del arte con el mito clásico de Ariadne, desterrada por Teseo a la isla de Naxos, donde ella se lamenta por su infeliz destino. Y esta reacción terminó por convencer al escritor, quien de esta manera decidió darle forma a un prólogo que explicara todo el juego que después se proponía. Strauss lo hizo a regañadientes y mantuvo, además, largas discusiones con Hofmannsthal, pero finalmente ambos decidieron añadirle ese prólogo y se descartó definitivamente la obra de Molière. Esta nueva versión de Ariadne se estrenó en la capital austriaca, Viena, en 1916, con un éxito inmenso y así es como se ha venido representando hasta la actualidad.

Los dos creadores vieneses ahondan en la definición de la soledad en los personajes femeninos y también en el destino, algo sobre lo que ya habían sentado cátedra Mozart y Lorenzo da Ponte en títulos como Las bodas de Fígaro y Così fan tutte.

Quizás uno de los secretos del éxito de esta ópera descanse en el tratamiento musical, tan sutil, tan moderno y a la vez tan anclado en el clasicismo. “La estructura es completamente clásica, pero es una ópera para virtuosos, para que los músicos disfruten en el foso”, aseguraba el tristemente fallecido director de orquesta español Jesús López Cobos. En su opinión, Strauss rompía con esa obsesión wagneriana por la orquesta enorme, que él compartió también para obras como Electra, La mujer sin sombra y otros de sus títulos. “Hizo de la música de cámara virtud. Es una demostración de equilibrio maravillosa entre 37 músicos y 17 cantantes”, afirmaba el director musical.

Otro de los aciertos fue darle el papel del compositor –un rol masculino- a una mujer, una idea del músico que incorporó al prólogo de la obra. “Strauss creía que la auténtica dimensión sensible del esfuerzo de la creación la daban con la voz las mujeres más que los hombres y dentro de las mujeres, las mezzosopranoss, capaces de expresar la burla, el poder y la tragedia mucho mejor que los tenores por ejemplo”, dice el director de
escena Christof Loy, que realizó este montaje para el Covent Garden de Londres.

El experimento llevado a cabo por ese fascinante y fructífero dúo de creadores que formaron Richard Strauss y Hugo von Hofmannsthal propone una revisión fascinante del clasicismo en esta ópera. Lo que resulta sobresaliente de Ariadne auf Naxos es una sorprendente frescura, ajena a los tiempos, ese juego propuesto por el dúo de creadores, músico y escritor, para eternizar aún más el clasicismo y reivindicar las huellas de Haydn y Mozart como padres de toda modernidad.

De esta manera, entre la comedia y la sencillez, consiguen ahondar en lo que más les interesaba: la definición del género humano a través de la música y la poesía. Precisamente en un mundo que llegaba desde el siglo XIX cuajado de elevadas y utópicas expectativas, la emancipación de la mujer, de la humanidad, de los trabajadores, una sociedad de la abundancia y del progreso, pero que sucumbió con la Gran Guerra.

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