LA RESURRECCIÓN DE VIKTOR ULLMANN

Teatro Real

ULLMANN: “El emperador de al Atlántida”. Alejandro Marco-Buhrmester (Emperador), Torben Jürgens (La muerte), Roger Padullés (Arlequín), Martin Winkler (El altavoz), Albert Casals (Soldado), Sonia de Munk (Muchacha), Ana Ibarra (Tambor mayor). Coro (Intermezzo) y Orquesta (Sinfónica de Madrid) del Teatro Real. Dirección escénica: Gustavo Tambascio. Dirección musical: Pedro Halffter. Teatro Real, Madrid, 10 de junio de 2016.

Primero, ¿quién es Ullmann? Venturosamente, los tiempos modernos lo han sacado del anonimato para hacer de él, como muy bien dice Pedro Halffter –‘factotum’ y demiurgo de todo este montaje-, “el eslabón perdido entre la Segunda Escuela de Viena y Kurt Weill”. Nacido en Teschen, Polonia, en 1898, morirá gaseado en Auschwitz en 1944. Alumno de titanes como Schönberg o Zemlinsky, e instalado desde joven en Praga, se convertirá pronto en uno de los portaestandartes de la próspera vida musical checa. Su ascendencia judía lo llevará, junto a parte de familia, a ese extraño ‘ghetto’ de la apariencia nazi que fuera el campo, o ciudadela, de prisioneros de Terezin, que el III Reich presentó internacionalmente como modelo de alojamiento y convivencia de los judíos. En ese hábitat surge, entre otras obras del incansable artista, “Der Kaiser von Atlantis”, que Jorge Fernández Guerra, en magníficas notas de programa, considera “partitura extraordinariia” y “obra maestra de un momento siniestro de la historia”.

En ese mismo artículo se glosa la formidable prestación sonora que Ullmann consigue con sólo 13 instrumentos. Surge, con ello, la pregunta: ¿era necesario re-orquestar la obra para gran conjunto sinfónico, como ha hecho Pedro Halffter a requerimiento de Joan Matabosch? La respuesta es que, vista, oída, la gran calidad musical del trabajo del     madrileño, su paráfrasis sobre Ullmann es perfectamente válida. Halffter ha estudiado y re-elaborado con mimo y respeto profundo el manuscrito que, milagrosamente, se salvara entre los papeles de la biblioteca de Terezin, y ha conferido una dimensión sónica a la pieza que no habría desagradado al autor, si hubiera tenido medios para así expresarse. Ese mismo amor por la música, se manifiesta en la dirección musical de propio Halffter, al que estas obras de la “Entartete Musik” (“Música Degenerada”, el término acuñado por el nazismo) van como anillo al dedo. La Sinfónica de Madrid, que lleva una racha de primavera encomiable (“Parsifal” con Byschkov, “Moisés y Aarón” con König), volvió a demostrar su tan alta calidad en este tipo de “misiones imposibles”.

Pedro Halffter, por ende, añade más música de Ullmann al empeño, con el prólogo de una de las ultimísimas páginas del compositor, “El canto de amor y muerte del corneta Christoph Rilke”, que también ha orquestado, y en donde Blanca Portillo fue admirable narradora-actriz, más dos movimientos de la “Sonata 7” convertidos en “Adagio in memoriam Anna Frank” -que coincidió trágicamente con Ullmann en Auschwitz – y “Pequeña obertura” al “Emperador”.

Magnífico el reparto, con siete cantantes-actores que llenaron la escena, y magnífica esta última, la escenografía, con un doble nivel de acción utilizando los ascensores de decorados, debido a la imaginería, a caballo entre el cabaret y el surrealismo, de Gustavo Tambascio, aclamado por el público (cosa rara en el Teatro Real).

Las cuatro obras –Prólogo, Adagio, Obertura y “Emperador”- se ofrecieron sin pausa, con una duración de 105 minutos, perfecto conglomerado para dar a conocer entre nosotros a ese músico enorme que fuera Viktor Ullmann. José Luis Pérez de Arteaga