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Por Publicado el: 16/08/2004Categorías: Crítica

Lección de músicos

Festival de Lucerna
Lección de músicos
Obras de Beethoven, Scnittke y Brahms. J.Zoon, K.Blacher, G.Schulz, W.Christ, N.Gutman y E.Wirssaladze. Lucerna, 14 de agosto.
Una de las referencias del Festival de Lucerna es la existencia de dos orquestas que sólo pueden escucharse en esta ciudad. Una es la Academia, compuesta por jóvenes que este años trabajan bajo la dirección de Pierre Boulez. La otra, la del Festival, está compuesta por músicos veteranos muy escogidos: tres del Cuarteto Alban Berg, el Hagen en pleno y muchos profesores de las Filarmónicas de Berlín, Viena, la Joven Orquesta Mahler, etc. Estos grandes solistas se avienen gustosos a integrarse en la agrupación del festival y no es raro presenciar como toda una Natalia Gutman toca de segundo chelo bajo el mando de Franz Bartolomey. Aprovechan también su estancia para ofrecer varios conciertos de cámara durante la primera de las cinco semanas largas del festival. Es obvio que todo ello ha de tener un coste elevado, porque estos grandes artistas no dedicarán parte de sus vacaciones a trabajar por muy a gusto que estén, aunque ésta sea la primera premisa. Pero en Suiza no parece haber excesivos problemas presupuestarios. Baste el ejemplo del año en que se construyó una sala, toda en madera y a imitación del Musikverain vienés, con la única finalidad de servir un solo verano mientras se construía el nuevo, espectacular y muy práctico Palacio de la Cultura.
La sala, de más de mil quinientas localidades distribuidas en cuatro plantas y de acústica excelente, se llena también con los de cámara. No es extraño, pues escuchar a las figuras referenciadas en la ficha superior supone un auténtico placer. La “Serenata Op.25 para flauta, violín y viola” de Beethoven supuso una desenfadada introducción a las profundidades del “Trío para violín, viola y chelo” que estrenase Alfred Schnittke en 1985. Sus dos movimientos, de carácter lento y dramático, se hallan entre lo mejor de lo compuesto en el pasado reciente y sobrecoge “sentirlos” con el alma de que la impregnan Blacher, Christ y Gutman. ¡Y qué decir del sonido! Es siempre compacto, tan perfectamente ensamblado como rotundo en los fortes y admirable en los pianísimos como el del mismo final en la zona más alta del violín. El “Quinteto con piano, Op.34” de Brahms volvió a demostrar cómo grandes individualidades pueden trabajar con humildad sin que ninguna de ellas sea protagonista más que cuando le corresponde y valga ello especialmente para el piano, tantas veces descompensado y aquí tan bien ensamblado gracias a Elisso Wirssaladze. Teresa Berganza, que había estado en la cita de Abbado, se perdió un otro concierto. No así Paloma O’Shea, en una escapada desde su Santander. Gonzalo Alonso

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