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Por Publicado el: 02/05/2022Categorías: En vivo

Critica: Leonskaja, emoción febril

Leonskaja, emoción febril

Obras de Brahms. Elisabeth Leonskaja (piano). Cuarteto de cuerda de la Staatskapelle Berlin. Ciclo Liceo de Cámara XXI del CNDM. Auditorio Nacional. 26 de abril  

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Elisabeth Leonskaja © Julia Wesely

La segunda sesión de los dos conciertos que agrupaban los cuartetos con piano de Johannes Brahms —más el quinteto— volvió a poner de manifiesto una cierta perplejidad ante un repertorio tan fascinante como poco presente sobre los escenarios. No es suficiente explicación la logística a contrapelo que requieren (poco repertorio para una formación estable en esa distribución), porque la calidad de las piezas merece las excepciones que se precisen. Se trata de partituras con un andamiaje que se asienta en pilares menos obvios y con un catálogo motívico más condensado, pensado para para preservar el equilibrio solístico, la independencia de líneas y la atípica tímbrica. 

La anunciada baja de Wolfram Brandl fue cubierta por Jiyoon Lee, violinista que ya sorprendió hace unos años, apenas cumplida la veintena, con su interpretación del Concierto para violín, op. 77 de Brahms y, sobre todo, con la fantástica grabación del de Korngold, con toda su carga de espectacularidad deudora de lo visual. La violinista surcoreana tiene una emisión de sonido de magnífica potencia, a la que suma un sentido del discurso musical bien organizado y un ímpetu que no se adscribe al efectismo sino al patrón estético de la música que interpreta y sin sacrificar afinación. El concierto se inició con el Cuarteto para piano y cuerdas nº 3 en do menor, op. 60, la obra del concierto con un desarrollo más maduro y donde Brahms ya había encontrado el equilibrio entre lo popular, lo lírico y lo aguerrido. La visión del (en este caso) trío de cuerda de la Staatskapelle Berlin era plenamente romántica, con articulaciones feroces (de hecho, Lee rompió una cuerda durante el segundo movimiento) y continuas búsquedas de complicidades. La sabiduría de Leonskaja en este repertorio es esencial a la hora de construir el balance de la formación. Preocupada por subrayar antes que destacar, elevó el ambiente en un Andante donde la nostalgia campó a sus anchas gracias al cuidadoso empaste de los violines. Se convirtió en lo mejor de la velada.  

Para la segunda parte quedó el Quinteto para piano y cuerdas en fa menor, op. 34, mucho más frecuente. El protagonismo recayó aquí en Claudius Popp, que inició el Allegro non troppo con una pretendida ambigüedad que acabó por arrastrar al resto del cuarteto a una versión estética y contenida de esta música, con menos arrebato que en la primera parte pero consiguiendo un mayor juego de contrastes (particularmente en el Scherzo) y ahondando de manera menos obvia en el Andante. En definitiva, interpretaciones de grandísimo nivel para músicas que lo requieren y que se benefician del inmenso catálogo de buen gusto que Leonskaja aún practica. Mario Muñoz Carrasco

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