Los Elementos, amena exploración barroca en el Bal y Gay
Los Elementos, amena exploración barroca en el Bal y Gay
Festival Bal y Gay. Obras de Haendel, Potpora, Caldara, Vivaldi, Marula, Castello, Strozzi, Cavalli, Caccini y Monteverdi. Núria Rial, soprano. Los Elementos. Director: Alberto Miguélez Rouco. Basílica de San Martiño, Foz; Iglesia-Mosteiro San Salvador, Lourenzá. Festival Bal y Gay, 16 de agosto de 2025.

Alberto Miguélez Rouco y Los Elementos regresaron a Galicia con un doble programa de enorme interés
Dos conciertos distintos pero no opuestos, más bien complementarios, nos han hecho disfrutar de lo lindo en estas tierras acogedoramente galaicas. El protagonismo ha corrido a cargo del ya avezado pero todavía joven grupo Los Elementos, nacido en 2018, del que es fundador y adalid el contratenor, clavecinista y director Alberto Miguélez Rouco (La Coruña, 1994). El grupo ha estado compuesto en esta ocasión por los excelentes violinistas Claudio Rado, (el habitual concertino de grupo) y Jaume Guri, el chelista, de buen fraseo y compacta sonoridad, Giulio Padoin y el archilaúd y guitarra barroca Leon Jänicke.
El director, sentado a un clave de escasa sonoridad, ha gobernado con su elegancia y sobriedad proverbiales (la de un artista maduro, pero que ronda los 30 años) al pequeño grupo constituido por instrumentistas también jóvenes pero, por lo visto y oído, ya avezados. Es una selección de un conjunto que a veces ha llegado a reunir a casi 30 músicos. Rado, flexible, fluido, expresivo pero sobrio, llevó en más de una ocasión la voz cantante y empastó perfectamente con los demás protagonistas.
La sonoridad global del conjunto, de rara afinación, es atractiva, no exenta de raras dulzuras y de plenitudes asentadas con frecuencia en el amplio y redondo sonido del violonchelo de Padoin. Algo ya comprobable en las dos Sonatas de Haendel que albergaba la primera sesión, la HWV 401, en Fa mayor, y la HWV 371, en Re mayor. En la primera aplaudimos el empaste del Largo inicial, la limpidez del fugato con guitarra del primer Allegro y el desenfado del segundo.
Mucha marcha para la Sinfonía de cámara op. 2 nº 2 de Porpora, con ese curioso y pajaril segundo Allegro, y sentido de la danza en la Ciaccona op. 2 nº 12 de Caldara. Una presurosa y bien acentuada versión de la Sonata La Follia de Vivaldi, de impulso contagioso, puso fin a la sesión anunciada, que se extendió unos minutos con el danzable bis de Merulla.
En el segundo concierto tuvimos una protagonista vocal, la soprano lírico-ligera, más lo segundo que lo primero, Núria Rial, que dio de nuevo muestras de su competencia y de la calidad y claridad de su timbre; de su perfecta impostación; de su sencillez fraseológica, de su limpidez vocalizadora, de su homogeneidad, de su afinación, de su habilidad matizadora y de su gracia expositiva. Muy hábil y natural en los trinos y agilidades varias que exigía un repertorio constituido en lo vocal por páginas de Barbara Strozzi (Udite amanti), Caccini (Torna, de torna), y Monteverdi (Zefiro torna), esta última cuajada de bellas notas aladas y perfumadas.
En su última intervención la soprano, con graves poco corpóreos, nos brindó un buen arreglo del aria Dietro l’orme fugaci de Armida abbandonata de Haendel, con pasajes recordatorios de la famosa Lascia la spina. Precisa y afinada estuvo la cantante a falta de un timbre más robusto y un tinte de menor ligereza. Los lógicos muchos aplausos tuvieron la recompensa de unas Seguidillas y un Fandango de Nebra.
Éxito franco, pues, que hay que conceder también a Clara Corrales y Martín Llade, destacados miembros de Radio Clásica, que amenizaron e ilustraron a la concurrencia -también el día anterior con la Orquesta del Principado y el Cuarteto Quiroga- en torno a los compositores y a las músicas programadas. Excelentes y prietas notas de la primera en el escueto programa de mano. En el que, por cierto, no vienen los nombres de los miembros del conjunto.


























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