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EN CLAVE OPERÍSTICA
Dalí hecho ópera
Por Publicado el: 10/06/2011Categorías: Crítica

Lott en el Real

Offenbach: fragmentos de “La vie parisienne”, “La fille du tambour-mayor”, “La Belle Hélène”, “Le voyage dans la lune”, “La Grande-Duchesse de Gérolstein”, “Orphée aux Enders” y “La Périchole”. Felicity Lott, soprano; Jean-Paul Fouchécourt, tenor. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Sylvain Cambreling. Teatro Real, Madrid. 9-6-2011.

A sus 64 años bien llevados la soprano inglesa, dueña de una voz lírica que fue adquiriendo cuerpo con el tiempo, mantiene su facundia, su planta, su sentido del matiz y su discreta elegancia, es verdad que un tanto “demodée”. Es hábil fraseadora y competente actriz. Son bazas que le permitieron en esta ocasión conceder episódica prestancia a diversas páginas de algunas de las principales operetas de Offenbach.
Sucede que en las versiones que escuchamos lo espumoso y natural quedó reducido a lo gaseado y generalmente impostado, pues el estado vocal de la artista hizo que las frases más jugosas hubieran de ser más declamadas que cantadas, acentuadas por el gesto más que por un instrumento que en sus zonas media y grave suena apagado, sin fuerza ni redondez, sin apoyo y sin brillo, con un legato ya defectuoso. Lott administró sus medios con usura y reservó la plena voz para algún agudo no comprometido. Así, entre guiños e inflexiones bien estudiadas, transcurrió el concierto.
La soprano supo introducir, aquí y allí, algún inteligente y logrado pianísimo –así en “Dites´lui” de “La gran duquesa de Gérolstein”- y decir con inteligencia la graciosa escena de la borrachera de “La Périchole” –en la que siempre recordamos a Berganza-. Muy divertidos y bien expresados los dúos de esta última obra y de “La bella Helena”, donde fue secundada por el tenor cómico Fouchécourt, de mínima y opaca voz, aunque con excelentes dotes de caricato. Reveló sorprendente disposición –propia del tradicional “haute-contre” francés- para el falsete.
La Orquesta Sinfónica, que tocó también piezas no vocales, actuó con solidez a las órdenes, también sólidas y firmes, de Cambreling, maestro ordenado pero no cuidadoso en el matiz, excesivamente musculado en una música que requiere más finura. Los trombones taparon en más de una ocasión al resto de familias. Entre las propinas, una indefendible “Barcarola” de “Los cuentos de Hoffmann”. Arturo Reverter

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