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Por Publicado el: 09/06/2011Categorías: Crítica

Dalí hecho ópera

DALÍ HECHO ÓPERA
 
Teatro de la Zarzuela
BENGUEREL: Yo, Dalí. Libreto: Jaime Salom. Joan Martín-Royo (Dalí), Marisa Martins (Gala), Antonio Comas, Vicenç Esteve Madrid, José Antonio García. Dirección de escena: Xavier Alberti. Dirección musical: Miquel Ortega. Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Teatro de la Zarzuela, 8 de junio de 2011.

El centenario del nacimiento de Salvador Dalí, en 2004, propició la creación de una obra conjunta de Xavier Benguerel Godó (Barcelona, 1934) y Jaime Salom (Barcelona, 1925), ópera en el sentido clásico del término, estructurada en cuatro actos, y que el siempre animoso -por encima de cualquier crisis- Teatro de la Zarzuela, ha presentado como estreno absoluto, en coproducción con el ciclo “Música de Hoy” y el Teatro del Liceu de Barcelona. Benguerel, uno de nuestros grandes octogenarios musicales en activo, ha sido, como tan acertadamente estudia Tomás Marco en sus notas al programa, fundamentalmente sinfonista y, sobre todo, autor de importantes conciertos instrumentales. A lo largo de todo este “Yo, Dalí” se hace patente esa técnica a través de una rica, brillante y depurada escritura orquestal.
El tema no era sencillo, dada la cercanía del personaje, y el libreto de Salom, teatralmente eficaz, se balancea, en toda la primera parte de la pieza en torno a lo tópico y lo previsible, aunque ya al final del acto primero, en la escena de la singular confesión amatoria de Dalí y Gala en los acantilados de Roses, se anticipa una bis lírico-dramática que solo llegará a su cota de mayor eficacia al término de la pieza. La música de Benguerel, en todo este tramo, a pesar de su alto nivel técnico, tampoco rebasa el nivel de lo cotodiano.
Pero lo que durante hora y media transcurre dentro del terreno de la normalidad y lo tópicamente esperable, se transforma, o más exactamente, se eleva paulatinamente de nivel en los últimos 40 minutos de la obra, en donde Benguerel trasciende todo lo escuchado / presenciado hasta ese momento con una música de creciente entraña y progresiva hondura, a través de la muerte sucesiva de los dos personajes principales, Gala y Dalí. El mismo libreto de Salom alcanza en este acto final una potencia gradual, que, funciona paradójicamente, por exclusión: el texto se hace más escueto, descarnado, esencial, y el compositor responde a este estímulo literario con una formulación sonora igualmente reductiva en efectivos, con predominio de los solos instrumentales –extraordinarios los de violonchelo y clarinete bajo-, y calidad superior a que lo hasta entonces se ha generado.
Joan Martin-Royo y Marisa Martins, en los dos personajes básicos, fueron como la misma obra, en ‘crescendo’, consiguiendo una interpretación de enorme impacto en ese tramo final, en el que Benguerel abandona ese “parli-canto” salmódico, que parece mal endémico de la actual ópera española, para recurrir directamente al ‘parlato’, al grito o al susurro. La puesta en escena de Xavier Alberti, que solo recurre a una visión de la pintura del protagonista en los minutos finales, posee ritmo y funcionalidad a través de su esquematismo. El coro del teatro, preparado por Antonio Fauró, supo, como tantas otras veces, cantar y actuar con naturalidad. Y la incombustible Orquesta de la Comunidad respondió con virtuosismo a las cuidadas exigencias sonoras de Miquel Ortega. El programa de mano, además del inteligente texto de Tomás Marco, presentaba la catalogación detallada de toda la obra del compositor. José Luis Pérez de Arteaga

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