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Por Publicado el: 02/12/2005Categorías: Crítica

«Luisa Miller» en el Real

«Luisa Miller» en el Real
Levantar el vuelo
«Luisa Miller» de Verdi. Fiorenza Cedolins, Marcelo Álvarez, Roberto Frontali, Giacomo Prestia, Phillip Ens, Elisabetta Fiorillo, Itxaro Mentxaka, Gustavo Casanova. Escenógrafo: Michael Yeargan. Figurinista: Dunya Ramicova. Iluminador: Mark McCullough. Director musical: Jesús López Cobos. Director de escena: Francesca Zambello. Orquesta y Coro titular del Teatro Real. Madrid, 1 de diciembre.
Había muchas expectativas por este título verdiano tan ajeno a las carteleras internacionales y muy especialmente a las madrileñas. Sin embargo los resultados no respondían totalmente a ellas al llegar el único descanso tras el acto primero. Dos causas contribuían fundamentalmente a una cierta decepción. De un lado la producción de la Ópera de San Francisco y de otro la dirección musical de López Cobos.
El inicio era prometedor, pero a los pocos minutos estamos ante un más de lo mismo, con movimientos de opereta, arropado por un ciclorama casi inamovible, unos cuantos paneles que se abrían o cerraban y cuatro elementos móviles. La poca imaginativa iluminación tampoco ayudaba a un buen resultado.
Seguro que parte de la crítica calificará de «camerística» o cuanto menos «transparente» la dirección del maestro López Cobos. Es lo que venimos escribiendo con diplomacia en los últimos tiempos. La aproximación a la ópera del titular del Real ha variado en el transcurso de los años, reduciéndose la gama dinámica y perdiendo vitalidad a cambio de texturas más transparentes. Es un camino que puede funcionar con ciertos repertorios, pero desde luego no con Verdi o el verismo. En ellos hay que poner toda la carne en el asador. No lo hacía López Cobos y la lectura de esta «Luisa Miller» resultaba cansina desde la anodina obertura, sorprendentemente hasta sucia. Una «Luisa» desangrada. Sin duda este concepto ayudaba enormemente a los cantantes pero, por ejemplo, ¡qué pena de última escena del primer acto! Con la energía que corre por el desencuentro entre padre e hijo, entre noble y antiguo soldado agraviado -«Me insultaste grávemente. Tiembla pues fui soldado»-. Lo que se veía y escuchaba en el Real era pálido reflejo de esta obra en la que Verdi introdujo varios de los que serían temas fundamentales en su producción, como el amor paterno filial o el enfrentamiento entre morales sociales.
Y así llegó el descanso y, al salir para el segundo acto, el maestro cosechó sus primeros «buhes» en el Real aunque la cosa, a mi modo de ver, no era para tales extremos. Mas –es lo bueno de la ópera- he aquí que la función levantó el vuelo y, agonizando, “Luisa Miller” revivió. ¿Cuáles fueron las causas? Posiblemente un poco de todo. A López Cobos le subió la tensión, el público comprendió que la escenografía ayudaba en gran medida a aligerar tanto cambio de escena, la propia música de Verdi, que es mucho mejor en el tercer acto y los cantantes.
El reparto, de primera clase, es difícilmente mejorable. El trío de ases -Cedolins, Álvarez y Frontali- se impuso con poder. Luisa da nombre a la ópera, pero carece de esa gran aria que sí posee el tenor. Cedolins es una soprano lírica de verdad, que impregna de intensidad dramática el personaje, un poco como algunas antiguas. Bordó el tercer acto. La voz de Marcelo Álvarez es bonita, pero más adecuada a «Elixir» que a «Luisa», cosa por otro lado habitual en estos tiempos. De ahí que resolviera bien su aria y no tanto la cabaleta. Puso la carne en el asador y se superó en el dúo final. El barítono Frontali reúne interés en el centro de la voz, pero fuerza demasiado los fortes. En el capítulo de los bajos, Prestia funciona bastante mejor que Ens. Muy correcta la Federica de la mezzo Fiorillo y francamente bien Mentxaka en su breve parte.
El público del Real tiene derecho a ser como es y a opinar como opine, por más que unos u otros a veces le queramos «guiar» demasiado. En esta ocasión hasta fue capaz de cambiar de opinión y ovacionar a todos, principalmente al apartado vocal, al acabar la representación. Tan inculto no debe de ser. Así de claro, guste o no. Gonzalo Alonso

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