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Digna versión en una operación ruinosa
Por Publicado el: 08/09/2012Categorías: Crítica

MOSES UND ARON (A. SCHÖNBERG). Teatro Real de Madrid

MOSES UND ARON (A. SCHÖNBERG). Teatro Real de Madrid. 7 Septiembre 2012. Versión de Concierto
Inaugura la nueva temporada de ópera el Teatro Real con dos representaciones en forma
de concierto de esta ópera de Arnold Schönberg, que, de hecho, supone su estreno en
Madrid. No así en España, puesto que se ofreció en el Liceu de Barcelona en el año
1985.
Arnold Schönberg es uno de los grandes representantes del dodecafonismo en la música
y es esta ópera la última que compuso. De hecho, Schönberg había muerto (1951),
cuando la ópera se representó por primera vez, en 1954 en Hamburgo y en forma de
concierto. El estreno en representación escénica tuvo lugar en Zurich en 1957. No es
una ópera que haya entrado en el repertorio y sus apariciones en las programaciones de
los grandes teatros son más bien escasas. Tendríamos que empezar por plantearnos si se
trata de una ópera o más bien de una composición sinfónico-coral. En Cualquier caso, es
una obra digna de conocerse y me aparece acertado que el Teatro Real la haya dado a
conocer finalmente, aunque no haya sido ésta la primera vez en que el título que nos
ocupa haya estado incluido en la programación del coliseo de Madrid, pero a esto me
referiré más adelante.
La obra está realmente inacabada musicalmente, ya que Schönberg nunca llegó a
componer el tercer acto, del que sí dejó escrito el libreto. En ese inacabado acto se
produce el triunfo de Moisés sobre Aaron, representando el idealismo y la acción,
respectivamente. De hecho, toda la ópera gira alrededor de la incapacidad de Moisés
para explicar al pueblo elegido la aceptación de un dios invisible, tarea que traspasa a su
hermano, con los problemas narrados en el Éxodo durante la desaparición de Moisés
para recibir las Tablas de la Ley.
De modo anecdótico diré que Schönberg eliminó del título la segunda “a” de Aaron para
evitar que el título de la ópera tuviera 13 letras.
Es una ópera que exige una gran orquesta y un numeroso coro y cuya interpretación
musical no es nada fácil, teniendo en cuenta el lenguaje musical empleado por el
compositor. En Madrid la dirección musical ha estado encomendada a Sylvain
Cambreling, quien parece encontrarse muy cómodo en el repertorio contemporáneo. En
efecto, su actuación ha sido notable, habida cuenta de las grandes dificultades de la
obra. Casi dos horas de música dodecafónica no son fáciles de digerir por los
espectadores y en honor de Cambreling hay que decir que prácticamente no hubo
deserciones durante el concierto. A sus órdenes estuvo una notable SWR
Sinfonierorchester Baden-Baden-Freiburg, que cumplió muy bien con su cometido.
Algo parecido se puede decir del EuropaChor Akademie en sus nada fáciles
intervenciones.
La parte vocal es más bien secundaria en esta obra, con únicamente dos personajes
importantes, Moisés y Aaron. El primero de ellos es más bien declamado, mientras que
el segundo tiene que cantar bastante. Aparte de ellos hay una serie de personajes
secundarios, que no tienen apenas importancia.
En el personaje declamado de Moses estuvo el veterano Franz Grundheber, que es el
cantante más habitual en este personaje. Su actuación tuvo empaque y seguridad. El
tenor Andreas Conrad es bastante habitual en el personaje de Aaron y cumple bien,
aunque su voz no tenga excesivo brillo ni volumen. En los personajes secundarios me
produjeron buena impresión el bajo Friedemann Röhling, como Sacerdote y la mezzo
Elvira Bill, como una Inválida.
El Teatro Real ofrecía huecos evidentes, superiores a lo que podía esperarse a través de
las entradas disponibles a la venta, lo que significa que más de uno decidió quedarse en
casa con su entrada. El público dedico una acogida más cortés que entusiasta a los
artistas, con algunos bravos dedicados a Cambreling y la orquesta.
El concierto comenzó con 4 minutos de retraso, al producirse una intervención de una
representante de los trabajadores de Teatro Real, denunciando la situación laboral y los
despidos que se están produciendo. La intervención se hizo desde las localidades
superiores y sin micrófonos. La duración del concierto fue de 1 hora y 40 minutos sin
interrupción, salvo una breve pausa entre los actos I y II. Los corteses aplausos finales
se prolongaron durante algo más de 6 minutos y fueron bastante arrastrados.
El precio de la localidad más cara era de 133 euros, habiendo entradas entre 44 y 87
euros en pisos superiores. En el último piso los precios oscilaban entre los 21 y los 8
euros (éstas sin visibilidad).
Terminaré con un comentario referente a unas declaraciones de Gerard Mortier
aparecidas en el ABC y referidas a su decisión de eliminar de la programación esta
ópera en su primera temporada en el Real. En dichas declaraciones Mortier considera
una “estupidez” (sic) la decisión de su predecesor Antonio Moral de programar la ópera.
No voy a entrar en los argumentos que utiliza el señor Mortier para justificar su
decisión de cancelar el proyecto y volver a programar la ópera ahora, porque no creo
que es el asunto más importante. Me parece absolutamente rechazable la utilización de
un lenguaje despectivo e insultante por su parte respecto de un colega suyo. Es como si
el belga hubiera aprendido muy pronto las costumbres de los políticos de nuestro país,
que parecen haber convertido el insulto en la base de sus argumentos. Muchos somos
los que no estamos de acuerdo con las programaciones que ha hecho Gerard Mortier en
los años que lleva al frente del Teatro Real, y el uso de calificativos como los que él usa
podrían volverse fácilmente en su contra. No es ésta la manera de defender las
decisiones de uno. Los insultos sobran y bien haría el señor Mortier en rectificar y
presentar excusas. Si no utilizó el insulto y ha sido un error del periódico, una
rectificación se hace inevitable y urgente. José M. Irurzun
Fotografías: Cortesía del Teatro Real. Fotógrafo: Javier del Real

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