OCNE: El imponente concierto de Busoni
EL IMPONENTE CONCIERTO DE BUSONI
Orquesta y Coro Nacionales de España
COPLAND: La primavera Apalache, BUSONI: Concierto para piano, coro y orquesta, Op. 39. Vadym Kholodenko (piano), Orquesta y Coro Nacionales de España. Dir.: Miguel Harth-Bedoya. Auditorio Nacional de Música, Madrid, 21 de febrero de 2016.
Programa hiper-ambicioso el de la aventurera Orquesta Nacional en su última comparecencia. La suite del ballet “La primavera Apalache” no es obra sencilla, aunque sea frecuente en las programaciones –más en el área anglosajona que en estos pagos-, pero ya no difícil, sino absolutamente peliagudo y comprometido es el monumental, más de 70 minutos, “Concierto para piano y orquesta con coro masculino, Op.39”, del año 1904, de Ferruccio Busoni, unos de los más fascinantes compositores del espacio bisagra entre los siglos XIX y XX. Los cinco movimientos de la obra, que se remata con un canto coral a Alá (recordemos la fecha, albores de la centuria precedente) del escritor danés Oehlenschläger, exigen al solista un virtuosismo desmedido, pero con “dificultades que a menudo pasan literalmente desapercibidas”, como explicaba en sus magníficas notas al programa Luca Chiantore; pero para nada menor, sino cuantitativamente mayor, es la complejidad de la parte orquestal, que requiere de un director formidable –anteayer un Jascha Horenstein, ayer un Christoph von Dohnányi o un Rozhdestvensky- que gobierne la inmensa pieza desde su elegíaco inicio hasta el solemne cántico final, sin obviar los dos tremendos Scherzos y el enorme movimiento central, de casi 24 minutos. Alex Ross escribió en 2012 que la obra era una “notoria proeza de caos controlado”, y la definición es perfecta.
La partitura tuvo abogados magníficos en el pianista ucraniano de 29 años Vadym Kholodenko, ganador en el 2013 del concurso Van Cliburn, un auténtico titán del teclado, que se tocó toda la página de memoria, y al que no hay que perder de vista, y en el maestro peruano Miguel Harth-Bedoya (Lima, 1968), al que le van como anillo al dedo las grandes empresas desusadas, mucho más que los conciertos de repertorio.
La Nacional respondió fabulosamente a las exigencias de las dos obras, en la pieza de Copland con una creciente pujanza rítmica y en la composición de Busoni, que se abordaba por vez primera, con una exhibición de destreza técnica en todas sus familias instrumentales. Dígase lo mismo de la hermosa intervención final del coro, que tan atinadamente prepara García Cañamero. Fue un programa insólito, valiente y arriesgado, y que se saldó con un vibrante éxito, en un Auditorio desgraciadamente no lleno; los que prefirieron quedarse en casa no saben lo que se perdieron. José Luis Pérez de Arteaga
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