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Lulu en 1986 en La Zarzuela
Por Publicado el: 07/11/2009Categorías: Noticias y maldades

¿Otro caso de corrupción, corruptelas o una infamia?

En los medios musicales se cuenta una curiosa historia, que ha llegado a muchos email y que les transmitimos ocultando personajes e institución puesto que desconocemos la veracidad de la historia. Bien es cierto que consideramos que quien ocupa un cargo en el que se maneja un presupuesto muy elevado no necesitaría recurrir a lo que en el email se cuenta teniendo otras posibilidades mucho más fáciles y ocultas, por lo que entran muchas dudas de la veracidad de parte de la historieta. Vamos, que quien puede enriquecerse a kilos en la oscuridad no lo hace en gramos a la vista de todos. Claro que hay personas tan ambiciosas que simultanean las dos cosas. Si alguien puede aportar más datos, serían beinvenidos.
«Ha causado asombro en los medios musicales españoles que una determinada persona siga en su puesto al frente de las actividades musicales de la una importante institución. De resultas de una denuncia externa, que sacaba a la luz lo que era vox populi y se hacía a la vista de todos (dicha persona o sus colaboradoras y azafatas vendiendo invitaciones supuestamente gratuitas para los conciertos organizados por la casa, con la recaudación acabando en su propio bolsillo), la propia casa ha llevado a cabo una investigaLción interna que ha corroborado la veracidad de la denuncia. A pesar de todo, una de las personas menos queridas y valoradas de la gestión musical española, por sus maneras despóticas, su trato bronco y agrio a profesionales y público por igual, sus desplantes, su nepotismo demostrado (miembros de su familia directa y política elegidos por dicha persona a dedo trabajando para la casa en diversos cometidos), su probada y reiterada incompetencia, ha sido confirmada en su puesto por el director de la casa.

En pleno terremoto Gürtel, y con el escándalo del Palau de la Música de Barcelona aún caliente, no son pocos los que se preguntan qué tiene el director de la casa que ocultar para proteger de ese modo a una empleada que ha malversado dinero de la institución que dirige y ha empañado irremediablemente su imagen, y así se ha comprobado. Los profesionales de la música no dan crédito. ¿Estarán beneficiándose también de estos chanchullos los altos directivos de la casa? No caben muchas más explicaciones ante semejante decisión. Ya está viéndose cómo está cayendo por la pendiente social el antes condecorado Félix Millet. O dónde están algunos de los invitados a la boda de Ana Aznar. Otros pueden seguir el mismo camino si no se explica convincentemente lo que está pasando. En muchas instituciones musicales españolas, perfectamente al tanto de los incidentes mencionados, ha causado incredulidad y estupor que la persona en cuestión siga en su puesto. Con semejante descrédito a sus espaldas, ¿cómo puede seguir representando a la casa? ¿Qué fiabilidad ofrece a sus interlocutores? ¿Estará también el presidente de la casa al tanto del feísimo asunto? La cosa, a buen seguro, no ha acabado aquí, y el director de la casa debería dar explicaciones de por qué no ha cesado fulminantemente a su empleada, que motivos había más que sobrados. Si no lo hace, no hará más que sembrar dudas sobre su gestión, desprestigiando –y mucho– la institución que dirige».

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