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He aquí algunas de las críticas a "Ballo" en el Real
Los críticos no se ponen de acuerdo ni con Alagna ni con David Jiménez
Por Publicado el: 25/07/2008Categorías: Diálogos de besugos

¡Qué dificil por comprometido es escribir una crítica del Real!

¡Qué dificil por comprometido es escribir una crítica del Real! Lean las críticas que les adjuntamos, pero antes sepan algunas cosas, como la conversación escuchada a la salida del Real entre dos de los críticos más conocidos del país.
Crítico A: Yo no voy a escribir la crítica, ¡menudo coñazo!
Crítico B (con cara de cabreo): Infumable, esto no hay quien lo aguante.
A: Yo me lo imaginé mirando reparto y direcciones y me quité de enmedio la crítica…
B: ¡Qué cabrón!
Algunos críticos, téngalo en cuenta, están comprometido -y mucho- con el teatro en conferencias, notas a programas y mesas redondas que suponen unos suculentos dineros para los maltrechos fondos en una profesión tan pobre. Y algún otro, aunque no cobre, está de lleno en el Real. Y digo pobre profesión porque mientras en otras areas se pagan las conferencias a un mínimo de dos mil euros, a ellos no les dan ni los mil. ¡Qué barato les sale a las organizaciones el plato de lentejas!
LA RÁZÓN:
La obra de Mozart
requiere cinco voces
excepcionales; en los
dos repartos del Real,
desde luego, las hay
De Mozart. Intérpretes: K. Streit, K. Van
Rensburg, B. Fink, J. DiDonato, C. Forte,
M. Bayo, E. Bell, I. Tamar, C. Worman.
Coro y Orquesta del Teatro Real. Dir.
escénica: L. Bondy. Dir. musical: J.
López Cobos. T. Real, 17 y 18-VII-2008.
Quizá nunca llegó tan lejos: ni en
«Don Giovanni», o «Las bodas de
Fígaro» o «La fl auta mágica». En
1775, Wolfgang Amadeus Mozart
escribió para Munich «La fi nta
giardiniera»; en 1781, volvió a la
ópera y la capital bávara con «Idomeneo
», pero el salto fue gigantesco,
sideral: era otro compositor,
se estaba inventando la ópera
posterior, la de Weber, Wagner y
hasta Richard Strauss. Por todo
ello, poner en pie la obra, de una
complejidad inusitada hasta en
Mozart, requiere al menos cinco
voces excepcionales, una participación
coral de primer orden, una
dirección musical atentísima y,
¿por qué no?, una puesta en escena
que haga justicia a las entretelas
dramáticas de la pieza.
El Mozart más complejo
«IDOMENEO»
convertido en el moderno adalid
del papel; menos heroico y más
doliente es el surafricano Kobie
van Resburg. Es difícil elegir entre
los dos excelentes Idamantes, la
gran liederista bonaerense Bernad
Fink o la vibrante americana
Voces, desde luego, las hay en
los dos repartos que el Real propone
para su primer acercamiento a
la partitura –en la Zarzuela la obra
estuvo en 1991 y 1996, de la mano
escénica de Emilio Sagi–: desde la
retirada de Werner Hollwegg, el
gran Idomeneo de los 70 y 80, el
norteamericano Kurt Streit se ha
DiDonato. Más hecha al papel de
Ilia está nuestra María Bayo –mezcla
de inteligencia y pasión–, aunque
tuviera un curioso adelanto
vocal en el Acto II, pero la italiana
Cinzia Forte apunta maneras y
una espléndida dicción. La británica
Emma Bell se convirtió en
la triunfadora de los dos repartos,
con una Electra apabullante. La
georgiana Iano Tamar, hierática y
vocalmente comedida, fue la otra
cara del personaje.
Jesús López Cobos ama esta
música y la dirige con fi nura de
orfebre, siempre dispuesto a
extraer la última gota de belleza
de los pentagramas: orquesta y
coro respondieron con absoluta
entrega. Luc Bondy recibió un
abucheo considerable: la idea del
«regissuer» suizo es oscurantista:
en Creta siempre es de noche y
hace mal tiempo. Su propuesta es
en exceso esquemática y lóbrega,
aunque conlleve una magnífi ca
dirección de coro y fi gurantes. Los
quilates vocales de la producción José Luis PÉREZ DE ARTEAGA
Kurt Streit da vida a Idomeneo en el primer reparto
Javier del Real
reemplazaban el brillo de la escena,
y la coproducción con La Scala
milanesa provocó hasta el regreso
al Real de Stephane Lissner, el Intendente
«in pectore» que no llegó
a abrirlo. A saber qué pensó… José Luis Pérez de Arteaga

EL PAÍS:
Sobriedad e intensidad
Al fin llegó a Madrid la producción de Luc Bondy y Erich Wonder que inauguró la temporada de La Scala de Milán de 2005 -abriendo la etapa Lissner al frente del teatro italiano- y después recaló en el Palais Garnier de París. Bondy plantea un espectáculo sobrio y despojado, de tonos oscuros, naturalezas sombrías y atención prioritaria a los sentimientos y evolución de los personajes, en sintonía total con los ecos de la tragedia griega en que se apoya la historia. Ayuda a sacar a la luz el sentido dramático que contiene la música de Mozart y deja los edulcoramientos y la estética colorista para otra ocasión. Es coherente. El impresionante cuarteto del tercer acto alcanza tintes sobrecogedores por su desnudez y los coros adquieren un protagonismo a la altura de su belleza musical. Una espectadora cercana a mi localidad aludía a que la escenografía se inspiraba en una pintura nocturna de Friedrich. No he podido comprobarlo.
En el Real, tras la última nota, el público sale despavorido. En ningún otro lugar he visto este fenómeno
Como en Milán, la gran triunfadora vocal de la noche fue la temperamental y poderosa Emma Bell, como Elettra. En París, la estrella fue Joyce di Donato, que en Madrid está en el segundo reparto. Tuvo más dificultades de las esperables el tenor Kurt Streit; dio a su personaje un tono de dulzura Cinzia Forte, sin caer en la cursilería, pero también sin transmitir del todo la energía que Ilia lleva dentro; y volvió a hacer un despliegue de musicalidad y buen gusto la extraordinaria Bernarda Fink, aunque sin alcanzar la entidad dramática exigible para Idamante. Fue una magnífica cantante y una anodina actriz. Mala cosa, tratándose de una ópera y no de un concierto. Más que correcto Charles Workman como Arbace y un lujo la voz grabada de René Pape como Neptuno.

El maestro López Cobos dirigió la orquesta con pulcritud. Y la Sinfónica de Madrid respondió a la altura de sus posibilidades. Hubo en todo momento sentido de la organización, atención a los matices y concentración. Se echó en falta una mayor tensión dramática en algunas escenas, un juego de contrastes más acusado. Pero, en conjunto, orquesta y director no defraudaron. A menor altura se movió el Coro, sobre todo en los momentos decisivos.

El público del estreno se mostró más bien distante. El que se quedó para la ceremonia de los aplausos. Porque una parte del público de la première del Real de Madrid aporta con frecuencia a la ópera europea el fenómeno de la estampida. En cuanto suena la última nota, salen despavoridos. Les aseguro que no he visto reacción semejante en ningún otro teatro del mundo. Así, en la división de opiniones sobre el equipo escénico anteayer, detrás de mí -estoy hacia la mitad del teatro- no quedaba un solo espectador en el patio de butacas. Los aplausos sonaban suavecitos, y los abucheos, casi ridículos. Y es que quedábamos en la sala cuatro gatos. Asistió a la representación el director de La Scala de Milán, Stéphane Lissner. Juan Angel Vela del Campo

EL MUNDO:
Buen remate de temporada
La calidad musical de sus intérpretes y la sobriedad de la puesta en escena son las luces y sombras del montaje de ‘Idomeneo’ en el Real

Idomeneo es el título que culmina la intensa y primera etapa de Mozart como compositor de óperas, al tiempo que prepara el terreno para la inaccesible madurez de sus seis últimas obras. Esta historia imposible, con un libreto paupérrimo dramática y narrativamente, ha conseguido un destacado puesto dentro del repertorio, gracias sobre todo a la calidad de la música, pero también por haber atraído a cantantes especializados en otros estilos; tanto Plácido Domingo como Luciano Pavarotti han encarnado al protagonista, prácticamente único papel mozartiano de sus carreras.

El rey de Creta se presenta como una víctima de la ferocidad del dios del mar, pero la verdad es que él prometió a Neptuno que, si lo salvaba de la tempestad, mataría al primer ser humano que se encontrara. Los relatos mitológicos suelen ser perversos y el monarca, expulsado vivo a la arena de la playa, se encuentra con su hijo, sometido a su vez a la pugna entre dos enamoradas que se lo disputan.

Las cuitas del padre, que se comprometió a sacrificar a su vástago, y los propósitos de ambas mujeres sirven a Mozart para un despliegue de joyas musicales que se van sucediendo como las perlas de un collar, unidas tan sólo por el leve hilo de una trama titubeante con un desenlace feliz.

Cabe emparentar al rey sufriente con el emperador de La clemencia de Tito. El cretense se lamenta hipócritamente del rigor del señor de los océanos y el romano utiliza una supuesta bondad para ocultar un corazón frío e indiferente.

Idomeneo exige un reparto amplio, premiado por una serie de arias, dúos y conjuntos de tanto lucimiento como dificultad, a la vez que permite una gran libertad al director de escena.

Luc Bondy ha optado con acierto por presentar un desolado paisaje después de la guerra de Troya. No hay vencedores ni vencidos, o sólo hay vencidos, pues el triunfo bélico se oscurece por el capricho de un dios y el egoísmo humano.

El escenario muestra un espacio devastado, con una sugerencia de playa y un resto de murallas, donde los cantantes, bien dirigidos actoralmente, logran en general quebrar la rigidez y el acartonamiento de sus personajes. Se alcanza una eficacia dramática en perfecta sintonía con la batuta de López Cobos, que imprime a la dúctil orquesta una tensión, una diafanidad y una soterrada fuerza, en una lectura musical de gran rigor, belleza y eficacia.

El reparto y el coro responden a la simbiosis del foso y el escenario homogénea y brillantemente. Bernarda Fink y Cinzia Forte, como las enamoradas encantadoras, transmiten la requerida dosis de emoción y lamentos, en su condición de criaturas admirables. Emma Bell es Electra, el personaje más interesante y quizá, con el protagonista, el mejor tratado por el compositor; la soprano británica hace una gran creación, atrayendo sobre ella el foco de turbia ambigüedad y de maldad doliente que contrasta con el resto. Bien Charles Workman y Eduardo Santamaría, adláteres de Idomeneo, un Kurt Streit poderoso, quizá no siempre del todo controlado.

Un buen remate de temporada, acogido con cierta frialdad durante la representación, y con división de opiniones sobre la puesta en escena, cuyo rigor y sobriedad no parece haber convencido a todos. Alvaro del Amo

ABC:
Idomeneo versus Idomeneo
ABC, 20 de July de 2008
El Teatro Real baja estos días el telón de la temporada dejando tras de sí un curso con muchas alegrías, algunas aflicciones, y cierta contradicción. Aquí se escribió que la programación era «una apuesta de riesgo», «rica, distinta e inteligente», y como estaría feo contradecirse, basta con añadir que también ha jugado al despiste. El mejor ejemplo es «Idomeneo», la ópera de Mozart con la que se despide al curso y a todos los fieles espectadores. No ha sido fácil decirles hasta luego pues mientras unos se van con la carita desencajada por la insulsez de lo escuchado, otros lo hacen algo más contentos. Y es así porque este «Idomeneo» se ha presentado con dos repartos muy distintos y descolocados: sólo suficiente el primero y con entidad el segundo. Se preveía sobre el papel, estaba claro, y aún así se ha ido a comprobarlo. Tras hacerlo se concluyen varios argumentos. Por ejemplo, que el maestro Jesús López Cobos en su papel conciliador de la producción asume una buena parte de la responsabilidad final. Su trabajo es concienzudo, cuidadoso en la articulación, el fraseo y la concertación, equilibrado en los planos, redondo en la sonoridad, refinado y a veces exquisito como en la entrada de la tormenta en el primer acto. Es decir, que se recrea en el acabado y en el ajuste mientras, por entre los dedos, se escapa una obra que suena cohibida, homogénea, que pesa y agota. Falta nervio, pálpito, y no es bueno. López Cobos forma tándem con el director de escena Luc Bondy quien estrenó la producción en Milán en 2005. Fue entonces discutida como lo sigue siendo ahora. Frente a quienes admiran lo abstracto, lo desnudo, lo monolítico y su voluntad por dejar en manos de los intérpretes cualquier atisbo de emoción, hay quien discute la ausencia de compromiso, la ambigua timidez de los elementos que ayudan a dilucidar la trama y a sus protagonistas, la fealdad de algún momento, papeles por el suelo incluidos, así como la prudencia en alguna resolución, quizá el sacrificio de Idamante, tan apocado como los truenos y la voz grabada del Neptuno de René Pape, que se escuchan por megafonía. No es éste un «Idomeneo» de objetivas bellezas, que busque lo espectacular, pues pone la mitología a ras del suelo y se columpia entre lo simbólico y lo alegórico, crea distancia y es desapasionado, lo que, en una ópera de dramaturgia irregular, resulta una apuesta compleja. Afortunadamente para el segundo reparto se cuenta con algunos intérpretes que hacen olvidar la inestabilidad, el poco atractivo vocal y la escasez que se observa en el primero. Cierto es que Kurt Streit muestra medios, «fiato» y dimensión en el hueso «Fuor del mar», pero luego Kobie van Rensburg también salva a Idomeneo y, además, mejora en su actuación, hasta llegar al gran cuarteto final mostrando la simbiosis que merece ese gran momento. Joyce DiDonato, María Bayo e Iano Tamar ponen el resto. Soberbia, vibrante, buena actriz la primera frente a la buena voluntad de Bernard Fink en el primer reparto; cuidadosa en la línea, comprometida, penetrante «Se il padre perdei» y cariñosos «Zeffiretti lusingheri» de María Bayo, contra la gran intención y quebrados medios de Cinzia Forte; del mismo modo que Tamar hace de Elettra un personaje concentrado y bien perfilado, y Emma Belllo lo desgarra, tensa y dramatiza. Así la mezcla, «Idomeneo» se pasea estos días por el Real diciendo adiós, pero es hasta luego. ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

MUSICWEB:
Teatro Real closed its opera season with this Mozart Idomeneo in the production by Luc Bondy which was premiered at La Scala for the inauguration of the 2006/2007 season. This production won’t bother anyone, but it does not convince either and excites even less. Bondy transfers the action to more or less modern times judging by the costumes, and to the Middle East. This is also what Nicolas Brieger did – although much more clearly – at Barcelona´s Liceu some two years ago, with much better results than Bondy´s. Brieger´s Idomeneo seemed to me a wonderful production, but Bondy´s provides little interest : there are no more “original” ideas in it than have Arbace commit suicide after his aria, which means having to bring a Messenger on stage to sing Arbace’s remaining music and a somewhat worrisome end, where new storm sounds are hear, suggest that Neptune is not happy with the the plot’s conclusion. The stage has empty space in the middle and two large side panels towards the front of the stage and a curtain at the back, showing different views of the ocean. There are almost no props, the costumes are no more than serviceable and lighting is distinctly routine. So it’s a rather crude production, clearly below Brieger’s standard and poorer than either Yannis Kokkos’ Bordeaux staging last May or the earlier Madrid production by Emilio Sagi which this one replaced.

Musical Direction was in the hands of Jesús López Cobos, whose reading was also fairly routine and bland (although always very well controlled) during the first half. It improved later, although again there was a lack of strength in the opera’s finale. His orchestra did not do much beyond playing accurately and I was rather disappointed with the chorus too.

American Kurt Streit has been one of the best Idomeneos of the last 15 years, for me. His voice never was outstanding for its beauty, but he was a magnificent Mozart tenor. Many in the audience would still remember his performance in this same role at Teatro de la Zarzuela. Both then (1996) and in Bilbao some years later, Kurt Streit demonstrated that he was the Idomeneo of his generation. Later still, he decided to expand his repertoire, singing Wagner (Dutchman) Janacek (Jenufa, Kabanova), Weber (Euryanthe), Cherubini (Medea) and Berlioz (Trojans). Today he is not quite what he was before: his voice suffers in the higher register but maintains its agility, although not at the spectacular level of years ago. He is still a good Idomeneo, but not an exceptional one now.

The second Idomeneo was South African Kobie Van Rensburg, who has made this role a speciality recently. He is a good interpreter, with outstanding vocal agility, but the voice does not offer a particularly beautiful timbre nor is its volume very large big. He sang a very good “Fuor del mar” but had problems in the second half, even in recitatives, showing signs of fatigue or perhaps of not feeling well. He recovered very well for the final scene.

For the premiere we had Bernarda Fink as Idamante, who was reliable, musical but little more. The Italian Cinzia Forte was a reasonable Ilia without any special vocal interest. Neither of them was able applauded for their arias.

Joyce DiDonato was the second Idamante and she was a real luxury. There will be people who prefer her in a different repertoire, but there is no doubt that she is an admirable singer, with a gorgeous instrument, magnificently handled, although occasionally short on volume. I would say that these days, only Susan Graham and Veselina Kasarova are competitors for her in this role.

Maria Bayo was a convincing Ilia for the second performance. During the first half she insisted on emphasising vocal volume too much, singing excessively forte the Aria “Padre, germani, addio” and something similar happened with her aria “Il padre perdei”. She was very much improved in the second part of the opera, singing “Zeffiretti lusinghieri” wonderfully : here she became a magnificent Ilia.

British soprano Emma Bell made a remarkable Elettra, singing with big intensity and a good power of transmission, although her high notes are not particularly briglliant. The Georgian Iano Tama, was once also a good Elettra, singing with a voice that showed abeautiful dark center. Two excellent interpreters then, particularly Emma Bell.

Arbace was the American Charles Workman, who showed once again rather poor voca quality , but he sang his third act aria with great taste – the of the first aria was cut.

Eduardo Santamaría sang a good Priest of Neptune and Neptune’s Voice (recorded) was no less than René Pape´s: he recorded it while singing in Tristan last January.

There was a full house for both days. The first day audience gave a cool reception to all the artists, while there was a much warmer reaction on the second day. The biggest successes were for Joyce DiDonato, Maria Bayo and Emma Bell. The creative team received sonorous booings. José M. Irurzun

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