(© Monika Rittershaus / Ópera Nacional de París)
Jonas Kaufmann reapareció triunfalmente en París como Lohengrin junto a un reparto de lo mejor que pueda encontrarse hoy día.
“In fernem land” permanecerá como un momento inolvidable, grabado para siempre en la memoria de cada espectador e incluso en el libro de la historia ópera. Kaufmann matiza con gran sutileza y emociona con su voz rica en unpianissimo de terciopelo y con un forte radiante. “Este es el Santo Grial que me envió” compuso otro momento culminante y la despedida resulta desgarradora. Martina Serafin tiene una voz predestinada para interpretar a Elsa, una frágil criatura vestida de blanco que más bien parece un ángel. Convence su dulzura y logra traspasar el sonido del foso.
(© Monika Rittershaus / Ópera Nacional de París)
La Ortrud de Evelyn Herlitzius, en uno de sus papeles wagnerianos habituales, representa perfectamente la encarnación del mal. All margen de su caudal vocal, la voz es rica en armónicos, amplia y radiante, con un estudiado vibrato. A su lado, respondiendo adecuadamente Tomasz Konieczny como Telramondo. Rene Pape supone el lujo de un artista que no precisa forzar para que su voz se despliegue por toda la sala, imponiendo con su presencia escénica.
El Coro recupera una calidad que no se escuchó en anteriores títulos y Philippe Jordan, que acaba de renovar con la Orquesta de Viena hasta 2021, demuestra ser experto wagneriano, sacando lo mejor de la orquesta en cada uno de sus atriles, si bien en su lectura prima más la búsqueda de la belleza del sonido que la emoción.
Claus Guth es responsable escénico de este “Lohengrin” como lo será del próximo “Rigoletto” junto con el mismo decorador Christian Schmidt. Su dirección no cuenta la leyenda medieval que inspiró al compositor, tal y como se acaba de realizar en Pekín con unos fastuosos decorados, sino que traslada la acción al XIX, época del desarrollo del psicoanálisis, y somete al público a un brainstorming sobre las conductas y motivaciones de los personajes. Lohengrin no es un héroe sino un acomplejado enfermo de epilepsia y hasta se sugiere que Elsa pudo haber asesinado a su hermano. Guth se tomó textualmente la frase en la que Telramond acusa a Lohengrin de encantar a un cisne salvaje y convierte al protagonista en un ganso dubitativo que sufre espasmos, juega a equilibrismos descalzo, echa a correr y se esconde en posición fetal tras un piano al ser difamado. Nadie entiende el significado del omnipresente instrumento hasta en el lago donde pasan la noche nupcial, ni las misteriosas apariciones infantiles. Del cisne no se ven más que las plumas caídas del techo de la corrala donde se desarrolla todo. Como si el coro, desparramado por los pisos, se hubiera comido la carne. Dirán que la metáfora es poesía, yo digo que no es sino una forma fácil de escurrir el bulto. La escena reúne tensión y dramatismo, incluso impacta cuadro por cuadro, con momentos magníficos como la seducción sexual de Ortrud a Telramund, pero no deja de ser un cúmulo de incoherencias respecto al libreto. Estamos ante un ejemplo más del “koncept” alemán si bien, como me decía el propio Kaufmann tras la función, “peores eran las dos que he cantado en Munich y Bayreuth”.
Hubo naturalmente aplausos, pero también abucheos, pero la imagen que queda es la de Jonas Kaufmann saludando emocionado hasta las lágrimas y aliviado. Su carrera vuelve a empezar.
(© Monika Rittershaus / Ópera Nacional de París)
2 Comentarios
Teresa Reixach
Mi, chico, Claus Guth, el Káiser Pitufo, es, un genio, hila la historia del Lohengrin, con la Viena Secesionista de 1900, pero viaja, en, el tiempo, para, incorporar, la Metamorfosis de Kafka y el hilo conductor, por el Camino de Swan, Marcel Proust!!! Qué enfermedad tenía Marcel Proust???
Teresa Reixach
El Lohengrin de, mi chico, Claus Guth, el Káiser Pitufo, es una obra de arte, el Decorador Magnífico, un profundo Esteta, como, nuestro Daniel Bianco, mi Maestro en Escenografía!!! Es la Continuación de Su Soberbio Fidelio, 7/8/2015!!! Jonasin, eras la Melancolía,!!!