Tristán e Isolda: dos destacados protagonistas
Tristán e Isolda: dos destacados protagonistas
Tristan und Isolde (R. Wagner). Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 28 Noviembre 2017.
Vuelve Tristán al escenario del Liceu, donde se representó por última vez en enero de 2010, si bien se pudo ver otras dos veces posteriormente en septiembre de 2012 y en marzo de 2015, aunque en ambas ocasiones fue en versión de concierto. Ha sido ésta la primera de las representaciones programadas del título y el resultado ha sido del agrado del público, a juzgar por la reacción final del mismo.
La producción escénica ofrecida tiene dirección de Alex Ollé, del grupo catalán de La Fura dels Baus, y procede de la Ópera de Lyon, donde se estrenó en junio de 2011. Más allá de aspectos estéticos, se trata de una producción bastante tradicional de la ópera de Wagner, en la que no hay relecturas, sino una narración correcta de la trama. El aspecto más interesante de la producción radica en la escenografía de Alfons Flores. En el primer acto nos sitúa en la cubierta de un barco, donde se desarrolla toda la acción, adivinándose unas olas al fondo, mientras va apareciendo por arriba una gran esfera conforme el barco se aproxima a Cornualles. En el segundo acto estamos en una gran esfera, que representa el palacio del Rey Marke, que se sitúa al fondo del escenario, sirviendo también como pantalla para proyectar imágenes, obra de Franc Aleu. En el tercer acto se da la vuelta de 180 grados a la esfera, desarrollándose la acción en la parte delantera del escenario. El vestuario es un tanto atemporal y sencillo, obra de Josep Abril. Correcta la iluminación de Urs Schönebaum.
La dirección escénica de Alex Ollé no tiene mayor interés, limitándose a narrar la trama, sin originalidades de ningún tipo. El mayor problema radica en el segundo acto, en el que hace que la acción se desarrolle dentro de la esfera, dejando libre toda la parte de delante del escenario. Esto trae consigo que las voces no llegan bien a la sala y eso que los protagonistas eran vocalmente poderosos. No quiero ni pensar lo que podría haber pasado con otros cantantes o en otro teatro de peor acústica que el Liceu. Creo que se ha sacrificado música por estética en este fundamental segundo acto, que podría haberse resuelto de mejor manera.
La dirección musical estuvo en manos del director titular del teatro, el catalán Josep Pons, cuyo contrato ha sido prorrogado por 4 años más, según acaba de anunciarse estos días. La dirección de Josep Pons me ha parecido cuidada y un tanto irregular. Me resultó convincente su lectura del primer acto, mientras que toda la escena de amor de los protagonistas en el segundo acto quedó corta de lirismo y emoción, en lo que no ayudó tampoco la producción, tal como explico más arriba, mejorando la cosa a partir del la entrada el Rey Marke. La dirección en le tercer acto no llegó a convencerme, resultando un tanto premiosa en general. La Orquesta del Liceu volvió a confirmar su clara mejoría respecto de la de hace uno años. Correcto el Coro del Liceu en sus breves intervenciones en le primer acto.
El tenor alemán Stefan Vinke fue un poderoso Tristán, de los que uno no tiene más remedio que admirar, tal es su poderío. Pocas veces se puede asistir a una exhibición de facultades como las suyas en el terrorífico tercer acto de esta ópera. La voz deja que desear en cuanto a belleza, pero lo compensa con su poderío y entrega. Me ha parecido su canto más matizado que en otras ocasiones.
La soprano sueca Irene Theorin fue nuevamente Isolde y volvió a demostrar que es una de las mejores intérpretes actuales del personaje. Su actuación fue plenamente convincente vocal y escénicamente, quedando perjudicada por la producción en el gran dúo de amor del segundo acto, brillando en cambio en su Liebestod, que lo cantó en la parte delantera del escenario. Como siempre, ofreció sus acostumbrados agudos destemplados, que afean su actuación.
La mezzo-soprano británica Sarah Connolly fue una buena intérprete de Brangaene, un tanto corta de volumen y algo apretada por arriba. En conjunto ofreció una buena prestación, aunque la prefiero en otro tipo de repertorio.
Albert Dohmen fue el Rey Marke y me resultó poco convincente vocalmente, aunque cantara con gusto y hasta con emoción. Es un caso más de un cantante que cambia de cuerda al perder las notas altas. Son muchos los ejemplos que pueden ponerse, algunos muy conocidos, y una vez más ocurre que un barítono no se convierte en bajo al perder las notas altas. El Rey Marke necesita una amplitud y una voz más oscura que la de Dohmen, independientemente de que cantara bien.
Buena la actuación del barítono americano Greer Grimsley como Kurwenal. Su voz resultó adecuada y su interpretación fue convincente. De hecho la voz corría mejor que en otras ocasiones.
En los personajes secundarios Francisco Vas quedó un poco corto de volumen como Melot. Adecuados tanto Jorge Rodríguez Norton, como Pastor y Marinero, y Germán Olvera, como Timonel.
El Liceu ofrecía una ocupación de alrededor del 80 % de su aforo. El público dedicó una entusiasta recepción a los artistas en los saludos finales, especialmente a Stefan Vinke, Irene Theorin y Albert Dohmen.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 4 horas y 38 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 39 minutos. Siete minutos de aplausos.
La localidad más cara costaba 290 euros. Las butacas de platea tenían precios entre 152 y 225 euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 55 euros. José M. Irurzun
Fotos: A. Bofill
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