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Por Publicado el: 14/01/2006Categorías: Noticias y maldades

Triunfo de Haitink y Pires

XXII Festival de Canarias
El Mozart más transparente
Obras de Mozart y Shostakovich. Maria Joao Pires, piano. Orquesta Sinfónica de Londres. Bernard Haitink, director. Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas, 11,12 y 13 de enero
El Auditorio Alfredo Kraus puso el cartel de «no hay entradas» en los tres conciertos de la Sinfónica de Londres, que ha tenido el acierto de dedicar sus programas a Mozart y Shostakovich, abriendo un año de dedicatorias, con dos bazas tan fundamentales como Maria Joao Pires al piano, fina mozartiana, y Bernard Haitink a la batuta, uno de los mejores traductores del sinfonismo del ruso.
Pires es artista que huye de efectismos para buscar la interiorización musical. Mozart es compositor que se adecua bien a sus características y a quien traduce con transparencia, claridad y hasta casi ausencia de romanticismos. Esto último es especialmente discutible en el «Concierto n.27», el último de los firmados por el salzburgués, que cuenta con versiones más dramáticas. Pires no va por esos caminos, prefiere fijarse en el estribillo infantil del tercer tiempo para tocarlo como lo habría hecho el Mozart niño y, a partir de ahí, desarrolla toda su lectura. El romántico acompañamiento de Haitink en el n.20 empujó a Pires a tomar una vía más doliente, Curioso contraste el de ambos conciertos: jovialidad en el n.27 en medio de la tragedia humana final y drama en el n.20, en pleno éxito mundano, con el fantasma de “Don Giovanni” paseándose por sus notas. El público aplaudió con intensidad, aunque no todos compartieron tales enfoques.
Lo de Haitink con Shostakovich es casi un milagro. Su integral sinfónico representa uno de los hitos discográficos. A Canarias trajo las sinfonías n.5, 8 y 15. Con la primera de ellas provocó el delirio y no era para menos. No quisiera herir en las comparaciones, pero pocas jornadas antes se había podido escuchar un concierto de grandes sonoridades straussianas. Las de Shostakovich en la «Quinta» no lo son menos. La diferencia fue más que notoria, en Haitink no perturban los «fortes», sino que son una consecuencia lógica de un discurso que mantiene la misma intensidad hasta en los pianos más inaudibles y que sabe donde relajar tensiones. Es un maestro de verdad, serio y austero. La opresiva «Octava» no es obra de grandes públicos pero permitió también, sobre todo en el opresivo primer tiempo, el lucimiento de una orquesta en momento magnífico de la que sería imposible resaltar atriles sin ser injustos con el resto. Cerró el ciclo la sinfonía 15, la de las citas musicales. Tras los portentos previos el público se quedó con sabor a poco y es que el orden de ejecución debería haber sido el inverso. Soberbios conciertos. Gonzalo Alonso

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