Un “Nabucco” de posibles
Temporada de la ABAO
Un “Nabucco” de posibles
“Nabucco” de Verdi. L.Ataneli, S.Neves, V.Vaneev, K.Goeldner, J.Palacios, E.Todisco, M.Ubieta, P.Calderón. Producción Teatro San Carlo de Nápoles. F.Sparvoli, dirección escénica. A.Allemandi, dirección musical. Orquesta Sinfónica de Euskadi y Coro de Ópera de Bilbao. Teatro Euskalduna. Bilbao, 13 de noviembre.
Programar “Nabucco” siempre significa complicarse la vida. Aunque su estreno en la Scala milanesa en 1842 supusiese el triunfo, su identificación con el nacionalismo italiano y el cierre de las heridas abiertas por el fracaso de “Un giorno di regno”, lo cierto es que a Verdi no le faltaba razón cuando, en un principio, se manifestó contrario a escribir la obra. El argumento es bastante ininteligible, lo que dificulta su puesta en escena. La ABAO ha recurrido a una producción napolitana de corte absolutamente clásico, con agradecidos trajes de época y enormes decorados que representan fielmente los palacios asirios. La belleza a lo clásico está servida, pero el problema de tanto cartón-piedra es que el escenario queda atosigado y que se eternizan los cambios de acto. De otro lado los movimientos no acaban de estar resueltos y el director escénico no ha sabido qué hacer con la muerte de Abigaille, en parte por el propio libreto y en parte por el peso de Susan Neves. Con todo, se agradece una producción vistosa puesta al servicio del canto.
“Nabucco” también es un problema de voces. La ABAO ha buscado un reparto de “posibles” y lo ha encontrado. Lado Ataneli posee caudal suficiente y grato timbre baritonal para Nabucco, aunque le falte emotividad en frases como “Piedad a un padre que te adora” o “¿Quién me arrebata el cetro real?” Los tiempos en que Mc-Neil o Cappuccilli bordaban la parte en Bilbao son ya historia y tan sólo Bruson o Nucci han podido ser referencia en los últimos años. Susan Neves sale más que airosa de un papel terrible, siempre entre la dureza del poder y la dulzura del amor, deja detalles de buen canto en las partes más líricas, “encoge” una voz grande en pianos notables y mantiene el tipo en los graves. La cabaleta del inicio de la parte segunda vuelve a ser un escollo importante. Cumplen el bajo Vladimir Vaneev y la soprano Catherine Goeldner, mientras que el tenor Javier Palacios deja constancia de entrega y bonito timbre. Allemandi concierta con solvencia, sin toques personales y algo corto de aliento las grandes frases, a una Orquesta de Euskadi que ya anda por debajo de la de Bilbao. Grandes aplausos al final, muchos naturalmente al coro. Gonzalo ALONSO
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