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Por Publicado el: 05/04/2009Categorías: Crítica

UNA “PASIÓN” AL BORDE DE LA ÓPERA

UNA “PASIÓN” AL BORDE DE LA ÓPERA

Orquesta y Coro Nacionales de España
BACH: La pasión según San Mateo, BWV 244 Solistas, Coro y Orquesta Nacionales de España. Director: Paul Goodwin. Auditorio Nacional de Música, Madrid, 3-5 de abril de 2009.
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En un modélico libro-programa (68 páginas), José Luis García del Busto evocaba la historia de las “Pasiones”de Bach en la Orquesta Nacional, iniciada como tradición anual con Frühbeck de Burgos en 1964 y mantenida hasta 1978, el último año de la titularidad del citado maestro, que retomó el uso en su etapa como Director Emérito entre 1998 y 2001; la “Pasión según San Mateo” ha vuelto a provocar el lleno en el Auditorio, traída ahora por un notable músico inglés, Paul Goodwin (Warwick, 1956), un día oboísta de reputación internacional, hoy director excelente, que volvía a Madrid tras su éxito en el teatro Real en noviembre de 2007 con la ópera de Benjamin Britten “La violación de Lucrecia”.
Con una visión moderna dentro de la corriente historicista, buscando quizá el trasfondo operístico de la obra, Goodwin, con ‘tempi’ rápidos y enérgicos, combinó el instrumentario actual con el de época (oboes ‘d’amore’, oboes ‘da cacia’, viola da gamba, órganos positivos), tocados unos y otros en la mayor parte de los casos por los extraordinarios solistas de la Nacional, que pasa por una de las etapas áureas de su historia en lo que al nivel técnico hace referencia. Dígase tres cuartos de lo mismo del Coro Nacional, que hoy se desenvuelve con idéntica soltura en un oratorio de Bach o en el “Requiem” de Ligeti.
Una “Pasión” que se precie no es, no existe, sin un “Evangelista” de primera: el británico de origen alemán Rufus Müller lo es de división de honor, uno de los más grandes traductores modernos del capital papel del narrador bachiano; una afección de garganta estuvo a punto de cancelar su actuación, que el artista afrontó con profesionalidad a prueba de bombas y que el público premió con lógico entusiasmo. A similar nivel de calidad estuvieron la soprano canadiense Suzie LeBlanc, de voz cortita pero diáfana, el tenor germano Markus Schäfer -un tanto estrambótico en posturas y gestos, con la descortesía de ponerse a sonar estruendosamente las narices mientras la contralto Hilary Sumers terminaba una de sus arias-, el contratenor Daniel Taylor –aunque su “Erbarme dich” fue irreprochable, a los veteranos les resonaba en la memoria la voz de la gran Norma Procter- y el barítono neozelandés Johnathan Lemalu, que compuso un “Jesús” acaso excesivo en su constante iracundia (el final de la vida terrenal de Cristo no es para tirar cohetes, pero de eso a que el personaje parezca perennemente cabreado va un mundo). El conjunto fue estupendo, y en el mismo se han de contabilizar los ajustados textos de Luis Carlos Gago sobre obra, bibliografía y discografía.

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