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Por Publicado el: 27/05/2016Categorías: Crítica

Zukerman, las cosas en su punto

     LAS COSAS EN SU PUNTO

            Obras de Elgar y Brahms. Amanda Forsyth, violonchelo. Pinchas Zukerman, violín y dirección. Royal Philharmonic Orchestra. Temporada de La Filarmónica. Auditorio Nacional, Madrid. 25 de mayo de 2016.

Zukerman Pinchas

            La Real Orquesta Filarmónica de Londres fue fundada en 1946 por sir Thomas Beecham y ha tenido más tarde a su frente directores de la talla de Kempe, Dorati, Previn, Temirkanov, Gatti y Dutoit, su actual titular. Pinchas Zukerman es principal director invitado y sabe extraer de la centuria, sobre la base de lo que se adivina una magnífica relación, un espectro sonoro muy atractivo, penumbroso, suave, redondo y terso. Sin alcanzar las calidades tímbricas más excelsas, la formación aparece equilibrada en todas sus familias y coronada por unos metales de rara conjunción y empaste que pudieron degustarse en toda su amplitud, por ejemplo, en la “Variación XVI” y última de las “Variaciones Enigma” de Elgar, que Zukerman dirigió diligentemente, con un gesto tranquilo y armonioso, aunque no elegante. Obtuvo excelentes efectos, desde las ágiles figuraciones características de la “nº II” al toque fúnebre, con el estupendo protagonismo del lejano clarinete de la “nº XIII”, pasando por la delicadeza danzable de la “nº VI”. La más famosa, “Nimrod”, “nº IX”, no quedó, sin embargo, del todo bien dibujada: el arco dinámico no tuvo la adecuada progresión, la curva ideal.

            El concierto se inició con una hermosa versión, suave, tranquila, bien contrastada, de la “Serenata para cuerdas” del mismo compositor inglés, una música que esta orquesta lleva en la sangre, y se completó con otra, sin duda valiosa, del “Concierto para violín y chelo” de Brahms. Faltó tensión en el comienzo, dibujado en el aire con el arco de Zukerman, pero la primera intervención de Forsythe, esposa del director, instrumentista de sonido denso y oscuro, aunque no bello, de buena técnica y sobria de expresión, estableció ya el tono más adecuado: mesurado, hondo. El Guarnerius del violinista brillo con fulgor en las frases más líricas, que cantó con propiedad, aunque nos pareció escaso y no siempre ajustado en los pasajes más comprometidos. Ambos solistas expusieron muy templadamente la cantilena del “Andante” y acentuaron con brío los temas del “Vivace non troppo”; siempre con la colaboración del excelente “tutti”. Al final, los dos nos brindaron la “Canzonetta” de Glière. Arturo Reverter

 

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