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Crítica de "Maestros cantores" en Salzburgo
CRÍTICA: "La Traviata" (Verdi)
Por Publicado el: 29/08/2013Categorías: Crítica

74 Quincena Musical de San Sebastián: Robin Ticciati, valor en alza

74 Quincena Musical de San Sebastián

Robin Ticciati, valor en alza

Obras de Berlioz, Mendelssohn, Beethoven y Fauré. Stephen Hough, piano. Thomas Allen, barítono, Daniel Doolan, niño cantor. Orfeón Donostiarra. Orquesta de Cámara de Escocia. Robin Ticciati, director. Auditorio Kursaal. San Sebastián, 27 y 28 de agosto.

Un mes exacto va a durar esta 74 edición de la Quincena, ya próxima a concluir el sábado con satisfacción general en la organización que ha conseguido una ocupación en torno al 95%. Han destacado en ella una ópera -«La Traviata» de Verdi- y muchos conciertos de relieve, entre los que destacan los del Mariinsky con Gergiev, la Sinfónica de Radio Frankfurt con Paavo Järvi, la Sinfónica de Euskadi con Carlo Rizzi y la Sinfónica de Galicia con Victor Pablo Pérez, en una de cuyas jornadas celebrará Ainhoa Arteta sus bodas de plata con el certamen cantando los «Cuatro últimos lieder» de Strauss.

Había interés por juzgar a Robin Ticciati (Londres, 1983), titular de la Orquesta de Cámara de Escocia y lo que es más resaltable: reciente director musical de los festivales de Glyndebourne, concretamente el séptimo en 77 años sucediendo a Busch, Gui, Pritchard, Davis y Jurowski. Allí no eligen a cualquiera y Ticciati no es un cualquiera. Tiene ideas, plantea conceptos personales e interesa, aunque pueda discreparse de detalles de sus lecturas. Hubo que esperar a que los oídos se acostumbrasen a la sonoridad, bastante áspera, del conjunto en la obertura de «El rey Lear» de Berlioz para poder valorar las versiones. Stephen Hough mostró ser pianista serio, que tocó sin concesiones a la espectacularidad el primero de Mendelssohn, un concierto escrito por un pianista para un pianista al que casi no deja lucirse sino que lo incrusta permanentemente enla orquesta. Tantoen la obertura «Egmont» como enla «Heroica» beethovenianas hubo buena arquitectura y matices a veces deslumbrantes y a veces desconcertantes, en parte provenientes de la mezcla entre instrumentos de época y actuales. Con menos de cincuenta atriles logró Ticciati elaborar muy bien los clímax, aunque no precisamente en la descafeinada «Noche transfigurada» de Schoenberg, pero sí en el que llega desde los pianísimos en la primera parte de la citada obertura o el de la marcha fúnebre dela sinfonía. Manejatempos y dinámicas. Como manejó la intensidad espiritual en la expresión de ese requiem tan especial que es el de Fauré, con su resignada, serena y pacífica visión. Formidable el Orfeón Donostiarra -¡qué pianos!-, como lo fue en Madrid junto a Rattle y los berlineses en julio. Contrastó la cansada veteranía de Thomas Allen con la valiente y perfectamente afinada intervención del niño Daniel Doolan en el célebre «Pie Jesu». Ovación de gala para el Orfeón, cuya próxima cita serála «Resurección» de Mahler.Gonzalo Alonso

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