El amado Baremboim
Ciclo de Ibermúsica
El amado Baremboim
Obras de Bruckner y Chopin. Staatskapelle Berlin. Daniel Barenboim, piano y dirección. Auditorio Nacional. Madrid, 6 y 7 de julio
Los dos conciertos sucesivos de cierre de la temporada de Ibermúsica nos trajeron a Danil Barenboim con la Staatskapelle Berlín, la orquesta del foso en la ópera de aquella ciudad que él comanda y, por tanto, una de aquellas con las que trabaja con mayor asiduidad. Este dato tiene su importancia, ya que difícilmente se puede abordar la “Quinta” bruckneriana sin un amplio programa de ensayos. Sin duda lo tuvieron para esta gira que les lleva seguidamente al Festival de Granada. La “Quinta” es posiblemente, dejando a un lado “Primera” y “Segunda” por razones obvias, la más difícil para el público junto con la “Tercera” y de ahí que se programe poco, concretamente es la cuarta vez en una Ibermúsica que ha nada menos que cuarenta veces sinfonías brucknerianas desde 1979. Se podrán ensalzar sus indudables valores y darle la vueltas que se quiera, encontrando hasta razones metafísicas para resaltar su valía, pero no es una obra tan redonda como “Cuarta”, “Séptima”, “Octava” o, por añadidura, esa “Novena” cuyo último movimiento posee al menos tanta enjundia como toda la “Quinta”.
Es curioso que Barenboim avance en esta partitura en sentido opuesto al de casi todos los grandes directores en sus versiones, que normalmente se acaban durmiendo en las obras. La lectura del argentino resultó tan ligera en los tempos, especialmente el adagio, como en los planteamientos. Fue una lectura “amable”, quizá para acercarla al público, muy lejana a los profundos conceptos de su querido Celibidache, referencia total en Bruckner.
Para celebrar el bicentenario del nacimiento de Chopin interpretó su primer concierto para piano, ayudado por la dirección de Julien Salemkour. Debe resultar muy difícil mantener tónica en los dedos cuando se despliega una actividad tan ingente como la del maestro y de ahí que no resulte sorprendente que en su versión no figurasen todas las notas. Por encima de esas omisiones, por otro lado casi imperceptibles, se encuentra la gran clase del pianista, la belleza del sonido, la personalidad, la musicalidad, su forma de hacer cantar el piano. Son cualidades que adornan a muy poco pianistas en esa misma medida. Barenboim es uno de los artistas más amados en España y de ahí sus perpetuos triunfos, aunque la Staatskapelle no sea una maravilla, tal y como lo demostraron los metales en Chopin. Gonzalo Alonso
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