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El futuro del Teatro Real
Por Publicado el: 06/10/2013Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

A los nuestros que ya no están

A los nuestros que ya no están

“Tristezza, per favore va via…” rezaba una canción de la cantante italiana Ornella Vanoni, pero hay veces que bienvenida sea la tristeza y no hay que alejarla, sino aprovechar de ella lo mucho de bueno que puede encerrar. La crisis, el desánimo que nos rodea por todos lados, ha querido cuajar en un inicio de temporada de conciertos bañado de ella: la tragedia de “Romeo y Julieta”, el “Requiem guerrero”, la “Impresión nocturna” de Gaos, las canciones de Parera con textos de Dickinson, las “Canciones de amor y muerte”, etc. obras escuchadas estos días en Ibermúsica, la OCNE o la ORCAM.

Prácticamente todos los que nos dedicamos a escribir de música nos hemos encontrado en ellos. Es curiosa la forma en que una música puede embargar de emoción al oyente. Joan Trillo, experto en la obra de Gaos, habla de su indefinible nostalgia, de su dulce tristeza que enternece hasta el llanto. Tiene razón, justo eso es lo que provocó. Lo dicho, estábamos todos pero justo por ello, al compás de aquellas notas seguidas de las de las canciones de Parera y Mussorgsky, se echó mucho de menos a los que no estaban porque ya no podían estar: Federico Sopeña, Antonio Fernández Cid, Enrique Franco, Antonio Iglesias, Luis Iberni… críticos que marcaron una época, quizá la última época dorada de la musicología. Bien se encargó de remarcarlo Antón García Abril: “Sí, ellos no están y los que están es como si no estuvieran”. Comentario irónico certero, sonrisas y lágrimas, la vida es así de agridulce.

Fuerzas sacó Carlos Gómez Amat para no perderse la excepción, también amarga en su fondo pero con música festiva, que supuso “La Tempranica” en estos comienzos de temporada con un maestro Frühbeck de Burgos luciendo una contagiosa juventud de espíritu. ¡Cómo nos gustaría ver a Carlos más a menudo por su querida Zarzuela o en “su” rincón del anfiteatro del Auditorio Nacional! Para él un fuerte abrazo.

Otro para Gerard Mortier, cuyo modelo para el Teatro Real no he podido compartir, pero al que admiro en lo personal por su convencimiento, entusiasmo y entrega en cuanto hace. No podía perderse “La conquista de Méjico”, uno de sus proyectos más personales no sólo por obra y compositor, sino también porque el director de escena Pierre Audi era uno de sus candidatos para su propia sucesión. Su tesón le ha permitido volver al Real. ¡Fuerza y ánimo!

Está muy bien que recordemos el centenario de Giulini, los noventa años que habría cumplido María Callas –suerte o ciencia no haber llegado- y a tantos otros músicos, pero también merecemos un recuerdo los que de ellos escribimos. Aunque, a veces, no sea tan bien como quisiéramos. Gonzalo Alonso

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