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Por Publicado el: 15/07/2005Categorías: Crítica

Barenboim en la Plaza Mayor

Barenboim en la Plaza Mayor
Concierto por las víctimas
«Novena Sinfonía» de Beethoven. S. Schroder, T.Mosser, A.Denoke, A. Vinogradov. Orquesta y Coro de la Staaskpelle Berlín. D.Barenboim, director. Plaza Mayor. Madrid, 15 de junio.
«No hay una obra más apropiada para poner de manifiesto el amor a la vida y el instinto de fraternidad que la «Novena Sinfonía» de Beethoven y la «Oda a la alegría» de Friedrich Schiller con que finaliza», afirmó Ruiz-Gallardón en la presentación del nuevo concierto multitudinario en la Plaza Mayor, promovido por el Ayuntamiento y el Ministerio de Cultura. Se ha dedicado, igual que el pasado año, a las víctimas del terrorismo. Entonces por el 11M y ahora por el 7J. Sin duda habría resultado mucho más agradable para todos que su alegría final hubiese servido para celebrar la obtención por Madrid de los Juegos Olímpicos, y quizá así se pensó, pero las cosas vinieron como vinieron. Si el pasado año asistieron la Reina y el Presidente del Gobierno, además de la más alta representación de los organizadores, esta vez sólo se contó con el alcalde, la infanta Doña Pilar y la esposa del presidente del gobierno.
Los conciertos «políticos» no huelen ni suenan muy bien. Se empieza por pensar los motivos de quienes intervienen y lo de Barenboim en este país pasa ya de castaño oscuro. Nadie duda de las calidades de extraordinario pianista que posee, ni de sus conceptos musicales -más que técnica- cuando aborda obras como «Tristan» o «Parsifal», pero tampoco puede dudarse de la muy mediana calidad de la Staaskpelle de Berlín cuando sale del foso para subir a un escenario. Barenboim hace ucha en España, digámoslo claramente, por su relación con el PSOE y muy particularmente con Felipe González. Desde que la Comunidad de Madrid decidió suprimir el Festival de Verano del Real, haciendo desaparecer más de dos millones de euros con los que completar la exigua financiación de la Staatsoper, Barenboim ha encontrado la solución en Andalucía. El «Parsifal» sevillano, los conciertos en Granada y el proyecto Divan – a lo que hay que añadir este concierto extra en las fecha de la gira- proporcionan unos cuatro millones de euros. Hay pues razones más que suficientes para que las huestes berlinesas entonasen y bien el «Himno a la alegría», aunque fuese dedicado a las víctimas, porque los honorarios no dejarán de ir a su bolsillo. Y conste que se lo merecieron, porque no es nada agradable tocar de chaqué y debajo de los focos cuando los pájaros caen del cielo fritos sin necesidad de sartén. Del concierto en concreto lo más destacable, soberbio de verdad, fue el tiempo lento, aunque la concentración de momento tan lírico -tanto del espectador como de algún trompa, se viese alterada por el calor, los ruidos de los bares próximos y el olor a calamar frito. En el primero sonaron los acordes del timbal, amplificados por la electrónica, como verdaderos mazazos en las conciencias. El célebre movimiento final, en el que cumplieron el cuarteto solista y los coros, nos recordó, hoy que nuestra libertad colectiva peligra más que nunca, que antes de un himno a la alegría fue una oda a la libertad. Confiemos no se cumpla el refrán de «no hay dos sin tres» y el año próximo no haya que dedicar el concierto que sea a ninguna víctima. Gonzalo Alonso

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