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Por Publicado el: 08/04/2021Categorías: Noticias

“Benamor” o las mil y una noches de Pablo Luna

“Benamor” o las mil y una noches de Pablo Luna

El Teatro de la Zarzuela sube a escena casi un siglo después de su estreno esta opereta de tema exótico, de la que se harán 10 funciones

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Benamor

El niño Enrique Viana iba cada jueves al Teatro de la Zarzuela. Lo recuerda como si fuera ayer. Le llevaba una vecina y le compraba antes de entrar una trufa en una confitería. El niño Enrique Viana se sentaba a disfrutar del programa y se zampaba el dulce. Y así una vez a la semana durante muchos muchos años. Normal que al hacerse mayor el niño  Enrique Viana pasara del patio de butacas al escenario. Todoterreno que es, aquí actúa (por partida triple), dirige la escena y ha versionado el libreto de “Benamor”, la opereta compuesta por Pablo Luna (Alhama de Aragón, 1880-Madrid, 1942) que llega de nuevo al coliseo de la calle Jovellanos el 14 de abril (hasta el 25 en diez funciones), casi cien años después de su apoteósico estreno, en 1923.

El Madrid y la España de aquel entonces poco tiene que ver con la de hoy, aunque la necesidad de disfrutar y evadirse del público sigue siendo la misma. Como la de este inmenso hombre de escena que siempre se ha reído de sí mismo: “El humor es absolutamente fundamental. Con él he contado toda mi vida, toda entera”, asegura. Está “contentísimo” con los ensayos de este divertimento: “He estado entre dos y tres semanas en modo director y desde el lunes en el escenario, con todos los actores y compañeros, que es lo más difícil, salir a escena. Me siento completamente respaldado por un montón de colegas jóvenes, que son muy buenos cantando”, dice.

“Benamor” es una opereta, cuenta, que se aleja del escenario español, “un cuento oriental inspirado en una leyenda de “Las mil y una noches”. Bastante exótico y que forma parte de esa trilogía de Oriente junto con “El niño judío” y “El asombro de Damasco. Y de las tres es, sin duda, la que posee mejor música, la más larga y la que en su momento cosechó un mayor éxito, aunque después no se representara. Volver a ponerla en escena es un acierto que a la gente le va a entusiasmar porque tiene todos los ingredientes para que atrape tanto al público de gustos clásicos como al que llegue por primera vez. Yo es que soy un zarzuela adicto”, confiesa. En la obra conviven la comedia, la diversión y el lirismo y cuenta con una “magnífica escenografía de Daniel Bianco”, director del coliseo, que combina realidad y ensueño con unas luces muy cuidadas de Albert Fauró “y que cuenta con una súper coreografía de Nuria Castejón. Vamos, que lo tiene todo”, suelta animado.

Turbante, mascarilla y bastón

Y de ese humor tuvo que tirar Viana a lo largo de la pandemia. Nada menos que tres veces cambió la versión del libreto (de Paso y González del Toro): “El virus hizo que tuviéramos que adaptarlo. Reescribirlo para ajustarlo al tiempo, que no es el mismo ahora que hace un año. Era lo que había que hacer y se hizo”. Lo que no lleva bien es el tema de salir a escena casi embozado: “Entre el turbante, la mascarilla y la barba no sé si me voy a caer al foso. Quizá por eso o porque ya soy un señor mayor le han dado a uno de los personajes que interpreto un bastón. Para que no me caiga debe ser. O quizá sea una indirecta”, señala con ironía. Y es que Viana es tres en uno: se mete en la piel del confitero, de la pastelera (recuerdos de aquella infancia “trufada” de recuerdos) y de Abedul. Y es precisamente este “dulce” matrimonio, que asistió a una de las funciones del año 1923, a los que trae a la memoria. El tercero en discordia es el gran visir, que después de hacer el amor con las odaliscas se queda completamente sordo.

Capítulo aparte merece la música, “que es buenísima” y que tocará una reducida orquesta de 23 músicos junto con un coro de 16 miembros. La pandemia manda. “Luna orquestaba muy bien. Con esta obra se desquitó, pues llevaba tras el estreno de “El niño judío” un tiempo sin tener un éxito grande. Y aquí echó el resto. Y se nota”.

Por este divertido y gran equívoco que es “Benamor” pululan, además de quien da nombre a la opereta (y que cantan Vanessa Goikoetxea y Miren Urbieta-Vega) y Darío (Carol García y Cristina Faus), Nitetis (Irene Palazón), Pantea (Amelia Font), Juan de León (Damián del Castillo y César San Martín), Rajah-Tabla (Gerardo Bullón), Jacinto de Florelia (Gerardo López), Alifafe (Francisco Javier Sánchez) y Babilón (Emilio Sánchez), además de los tres personajes interpretados por Viana. “El público quería ver tanto a los actores y actrices de carácter como a otros más ligeros. Estaba todo perfectamente pensado para que en la obra no faltase nada, desde números más melódicos a otros más dramáticos, y hasta cacareos (que son esos de las picaditas y las agilidades vocales) y páginas de una inspiración alucinante, como es el dúo final. Todo está aquí. Y si a esto añades una dirección como la del maestro Pérez Sierra, que rema siempre a favor de obra… El clima que se respira es estupendo, que ya está la vida llena de bastante luto”, acaba. Gema Pajares

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