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Quincena Donostiarra: los jóvenes al poder
Por Publicado el: 04/09/2005Categorías: Crítica

Bienvenidas justicia y libertad

Quincena de San Sebastián
Bienvenidas justicia y libertad
“Fidelio” de Beethoven. J.Casselman, R.Brubaker, A.Titus, A.Jun, A.Garmendia, I.Fresán, J.Cabero. Orfeón Donostiarra. Orquesta Sinfónica de Euskadi. M.Gómez Martínez, director. Auditorio Kursaal. San Sebastián, 3 de septiembre.
“Bienvenido sea el día, bienvenida sea la hora, tanto tiempo esperada, en que la Justicia aparezca ante la puerta de nuestra tumba”. Son estas las palabras que entonan los prisioneros al final de la obra que ha cerrado la magnífica Quincena y el ciclo “Acordes de Paz y Guerra”. Beethoven fue en estos pentagramas tan inclemente con solistas y coro como lo sería en el último tiempo de la “Novena”. Todos ellos rozan el grito y la interpretación de coro y sexteto lo evitó en el límite. Si bien es obvio que da gusto escuchar al Orfeón –muy bien los hombres en el coro de prisioneros- hubo en esta ocasión un punto de blandura y, quizá, más cantidad que calidad. El citado “Heil sei dem Tag” puede sonar, sin aumentar el volumen, de forma más impactante.
La característica casi común en los solistas fue más el amplio caudal vocal que la homogeneidad de color. Sorprendió muy positivamente el Rocco de Attila Jun, bajo coreano que ya ha pasado por Bayreuth. Fue muy aplaudida, con cariño y justicia, la soprano Ainoa Garmendia como Marcelina, dejando muestras de los motivos de su ascendiente carrera. Joan Cabero, esta vez en Joaquino, volvió a ser el tenor ideal para un breve papel. Iñaki Fresán cantó con nobleza la llegada de Don Fernando, si bien su potencia vocal no pudo competir con la de sus compañeros. Alan Titus supo dosificar frases para mantener sonoridad sin que el fiato se convirtiese en un problema. El tenor Rubert Brubaker comenzó su lamento “Gott!” con fuerza inusitada para un prisionero exánime y continuó por esa línea en perjuicio del legato y la deseada matización. Jayne Casselman, protagonista en la reciente “Tetralogía” liceista, aportó ímpetu al papel de esposa desesperada buscando al marido.
Los acordes iniciales de las trompas nos dejaron ver a las claras que no estabamos ante la Gustav Mahler Jugendorchester de dos días antes. Sin embargo de ahí en adelante la Orquesta Sinfónica de Euskadi alcanzó una de sus mejores intervenciones. Artífice de ello fue Miguel Ángel Gómez Martínez, que dirigió con dominio, autoridad y mucha atención a las gradaciones dinámicas y emocionales. La obertura “Leonora” del II acto arrancó justas ovaciones y fue aclamadísimo al final por un público entusiasta que interrumpió con sus aplausos cada vez que los números lo merecían.
Soy consciente que quedan escritas más matizaciones de las que el resultado global precisaría y de las que la audiencia valoró en este triunfo total. Gonzalo Alonso

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