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VOCES LUSTROSAS
Por Publicado el: 21/05/2009Categorías: Crítica

Brendel hubiera dicho “no, no es así”

Grandes Intérpretes
Brendel hubiera dicho “no”
Obras de Beethoven y Schubert. Grigori Sokolov, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 19 de mayo.
Grigori Sokolov es ya un habitual en Madrid y lleva camino de ser casi tan querido por el público como lo fue Barenboim. “¡Qué prodigio!”, “¡Maravilloso!” u otros calificativos similares son empleados por el público en el descanso y a la salida. Parece una obligación sentirlo o, mejor, expresarlo así. Pero no hay por qué, porque no siempre es oro todo lo que reluce. Sokolov es, como negarlo, un pianista excepcional, que convence y hasta arrolla en la mayoría de las ocasiones pero que, como todo el mundo, también tiene sus altibajos. Lo pudimos comprobar en sus admirables sonatas de Schubert D.894, D.960 frente a la decepcionante D.958 de hace un par de años. Esta vez tampoco faltaron los claroscuros.
Como es habitual en él, unió las dos sonatas beethovenianas de la primera parte, la “n.2 en la mayor” y la “n.13 en mi bemol”, con lo que una vez más consiguió despistar al público que aplaudió cuando no debía. Sinceramente no se entiende esa obsesión por unir obras que son claramente independientes. Este Beethoven no fue tan convincente como en otras ocasiones. La “sonata n.2” fue escrita como homenaje a Haydn pero Sokolov la contempla desde el Beethoven maduro, aunque de pronto surja Bach entre las notas. Cuando las dinámicas se vuelven extremas y los fortes parecen mamporros a punto de romper el piano no puede lograrse una total claridad del sonido por muy virtuoso que se sea.
Por parecidos senderos discurrió la “Sonata n.19 en re mayor D.850” de Schubert. Aunque logró efectos sobresalientes en los momentos más líricos, con un sonido rayano en el preciosismo, quedó en líneas generales descompensada. Probablemente un clásico schubertiano como Alfred Brendel hubiera desaprobado la lectura con un simple comentario: una sonata de Schubert no puede tocarse como si fuera los “Cuadros de una exposición”. Esta también habría sido mi opinión. Gonzalo Alonso

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