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Por Publicado el: 02/01/2014Categorías: Crítica

CRÍTICA: ‘Barenboim, el poeta del vals’ [Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, 1/1/2014]

BARENBOIM, EL POETA DEL VALS
Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena

Obras de Johan STRAUSS (padre e hijo), Josef STRAUSS, Eduard STRAUSS, Joseph HELLMESBERGER, Joseph LANNER, Richard STRAUSS y Léo DELIBES. Orquesta Filarmónica de Viena. Director: Daniel Barenboim. 1 de enero de 2014, Goldener Saal, Musikverein, Viena

Hace dos años, Mariss Jansons nos hizo sentir de nuevo lo que un formidable director puede hacer cuando se pone delante de la Filarmónica de Viena para interpretar el concierto más visto y oído del mundo. En este recién nacido 2014, Daniel Barenboim (Bueno Aires, 1942), 71 años, ¡parece mentira!-, nos ha recordado que un gran músico transforma a orquestas y redescubre partituras, y es que el maestro argentino-israelí-español (también tiene nacionalidad hispana desde 2002) ha hecho “Música”, con mayúsculas, en su segunda comparecencia en el llamado “concierto de los Valses”.

Barenboim se ha superado a sí mismo: quiero decir que ha mejorado su propia, y ya extraordinaria, actuación de 2009. Entonces el músico llegó como un debutante de lujo al mundo del Vals, y se mostró como un visitante entusiasta, gratamente sorprendido con músicas que, en su inmensa mayoría, jamás había tocado. Pero la capacidad del personaje para ingerir sabiduría y hacerla suya es inagotable: en cinco años, Barenboim ha vuelto como un depurado conocedor / recreador  del Vals vienés en general y del mundo de los Strauss en particular. Y además devenido en un insospechado poeta de estas músicas, que ha dicho, recitado, dirigido con dicción de maestro, con una mano izquierda que dibujaba las frases –al modo de Celebidache- y un “estilo vienés” del ‘rubato’ propio de legendarios directores del pasado. Algunos de los pasajes vividos en el concierto de 2014 entran en la muy selecta antología de los grandes momentos del Concierto de Año Nuevo. Por ejemplo, las introducciones, casi poemas sinfónicos en miniatura, a los Valses de Josef, el hermano menor de Johann, “Palmas de paz” y “Las dinamos”; toda la inefable “Marcha Egipcia” de este, tocada con una atención dinámica como acaso nunca se había oído en las plúrimas veces que la página ha pasado por esta sesión (con una complicidad impagable entre Barenboim y los “Philharmoniker”); desde luego la traducción completa de los dos grandes valses de Johann programados, los “Cuentos de los Bosques de Viena”, con un fabuloso solista de cítara, Wilfried Scharf (aunque no llegó al nivel del histórico Anton Karas, el de la música de “El tercer hombre”, que interpretó dos veces la página con Willy Boskovsky) y, desde luego, “El Danubio Azul”, matizado hasta la delectación, pero sin obviar el impulso sinfónico de la pieza. Y sin duda la “Pizzicato-Polka” –la otra gran Polka en ‘pizzicato’ de la historia, y eso lo decía Johann Strauss- del ballet “Sylvia” del francés Leo Delibes, de nuevo un tratado de matiz y fraseo musicales.

Ya en el paroxismo de la química con los vieneses, Barenboim se permitió la humorada de no dirigir la “Marcha Radetzky” y dedicarse a saludar mientras, uno por uno, a todos los profesores de la Filarmónica, controlando sólo –de nuevo la dinámica- la intensidad de las palmas de la audiencia. Se pensaba que, como en el 2009, el artista podría hacer alusiones en la felicitación del Año Nuevo, a las guerras en el mundo o a los conflictos políticos, pero no hizo nada de eso: bajó la voz y con su gran capacidad gestual felicitó el año por lo bajo, como quien abre despacito una puerta y no sabe lo que se va a encontrar.

La Filarmónica no ha perdido tiempo en anunciar al director del 2015, Zubin Mehta, un “hombre de la casa”: se rompe así la ley no escrita de que cada dos años tiene que dirigir el concierto el director titular de la Ópera de Viena, que es el bueno de Franz Welser-Möst, excelente para interpretar las ópera del Strauss de Munich (Richard), pero sosito como él solo para el humor y la gracia que requiere el “Neujahrskonzert”. En cuanto a Brenboim, en las entrevistas de los días anteriores al concierto, declaró con rotundidad que asombró a muchos, que el mejor primero de enero vienés “ha sido y será el de Herbert von Karajan de 1987”: aparte de que pueda tener más razón que un santo, en este 2014 ha estado cerca, mucho, de ese modelo que tanto admira. José Luis Pérez de Arteaga

Un comentario

  1. Josefina Paqueterra 09/11/2014 a las 07:02 - Responder

    PARA DESPERTAR MARAVILLOSAMENTE UN DOMINGO !

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