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Por Publicado el: 22/05/2021Categorías: En vivo

Crítica: Ciclo Cambra al Palau. La ambulancia

CICLO “CAMBRA AL PALAU”

La ambulancia

María Dolores Vivó (flauta), Pilar Marín (viola) y Noelia Junquera (arpa). Obras de Debussy (Sonata para flauta, viola y arpa) y Herman Beeftink (Crepúsculo). Lugar: Centre Cultural L’Almodí. Entra­da: Alre­de­dor de 140 perso­nas. Fe­cha: sábado, 15 mayo 2021.

enrique-palomares

Enrique Palomares

Fue un concierto accidentado. Una ambulancia en la puerta lateral de la sala de conciertos indicaba que algo pasaba. El retraso de casi media hora en el comienzo y el ajetreo de personal y enfermeros rompían el protocolo bien establecido de los conciertos promovidos por el itinerante Palau de la Música. Más que una sala de conciertos, el antiguo granero de L’Almudí parecía la entrada de urgencias de algún pequeño hospital. El misterio era bien simple: el violinista Enrique Palomares, uno de los integrantes del cuarteto que tenía que actuar, acababa de sufrir una indisposición instantes antes de la hora anunciada para el comienzo de la actuación, comprendida en el ciclo “Cambra al Palau”.

Momentos de incertidumbre y dudas. ¿Qué hacer? ¿Suspender el concierto? ¿Cómo hacerlo con la ausencia del compañero imprescindible? La profesionalidad, el coraje y capacidad de respuesta de concertistas y promotores pudieron cumplir la viaje máxima del “espectáculo tiene que seguir”, y las tres componentes restantes del cuarteto se armaron de valorar para, mientras el compañero enfermo permanecía postrado en el suelo del camerino sin que nadie supiera a ciencia cierta qué le pasaba y cómo iba a evolucionar ante el rápido auxilio médico, salieron a tocar y afrontar la única obra del programa en la que no intervenía el violín: la magistral Sonata para flauta, viola y arpa que Debussy compone en 1915 estructurada en tres movimientos.

La flautista María Dolores Vivó, la violista Pilar Marín -ambas solistas de la Orquestra de València– y la arpista Noelia Junquera tocaron más muy bien que bien la sonata de Debussy, que en esta ocasión se antojaba un reto aún más difícil de afrontar de lo que ya es en condiciones normales. Con disciplina, tablas y buen hacer, hicieron música, y se sumergieron en la magia de la escritura debussysta para sonar como conjunto cohesionado de evidentes calidades individuales y colectivas. La flauta extravertida de Vivó, la viola sugerente de Marín y el arpa sonora y aérea de Junquera convivieron aunadas y fusionadas por el talento creador del creador de Peleas y Melisande y de ellas mismas.

Completaron la actuación, breve pero no por ello insustancial, con el añadido de la obra que tenían previsto ofrecer como regalo al final del concierto que casi no pudo ser: Crepúsculo, del holandés Herman Beeftink (1953). Fue el colofón de una velada en la que la profesionalidad y el buen hacer de sus protagonistas se impuso sobre la adversidad. Poco después, tras los aplausos y las mieles del éxito, supieron que su compañero ausente había respondido positivamente a la urgente atención médica. La ambulancia ya había partido sin enfermo en su camilla. Los compañeros de cuarteto de Palomares -entre ellos su propia esposa, Noelia Junquera– pudieron respirar tranquilos. Por fortuna, todo quedó en un susto. Justo Romero

Publicada en el Diario Levante el 18 de mayo de 2021.

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