Crítica: Franz-Josef Selig en el Ciclo de Lied del CNDM. En los márgenes de la Laguna Estigia
EN LOS MÁRGENES DE LA LAGUNA ESTIGIA
Lieder de Wolf, Schubert, Strauss y Shostakovich. Franz-Josef Selig, bajo, Gerold Huber, piano. XXXI Ciclo de Lied. Teatro de la Zarzuela, 20 de enero de 2015.

Franz-Josef Selig junto a Gerold Huber ©Rafa Martín
Con este concierto, que no se había podido celebrar en la fecha prevista en un principio, se ha cerrado el Ciclo nº 31 dedicado al Lied que se ha venido desarrollando en el Teatro de la Zarzuela de Madrid a expensas del INAEM. Concluye así -ignoramos las razones- la presencia como conspicuo organizador de esas reuniones de Antonio Moral, artífice de todo el entramado y forjador del proyecto. Bajo su férula han desfilado por esas veladas las mejores voces la especialidad. Algunas de ellas ya no estarán presentes en el Ciclo nº 32. Pero ahí están la labor realizada -que le ha merecido el Premio Franz Schubert 2025- y el poso que queda y va a seguir quedando.
Para este broche se ha contado con una de las mejores, y de las pocas que van quedando, voces del firmamento actual, Franz-Josef Selig, nacido en 1962. Un sesentón que todavía puede dar mucho juego, aunque ya la emisión no mantenga siempre la regularidad y aparezcan con frecuencia acusados vaivenes, vibraciones exageradas y oscilaciones no deseadas. Y la zona alta, a partir del Re o del Mi 3, suena áfona, trasera y estrangulada.
Pero hay sustancia vocal, que es lo que importa. El sonido toma cuerpo en las profundidades, se expele redondo con la base de un grave musculado y granítico, abisal. Hasta el Re bemol 1 en el straussiano Im Spätboot, que cerraba la primera parte del recital.
Con todo ello y a pesar de lo monolítico del planteamiento y de la relativa y no muy variada expresividad del cantante, la sesión tuvo muchos valores positivos, dada la entidad de muchas de las obras programadas, entre las que se encontraban las integrantes del severo y a veces negro ciclo o Suite sobre versos de Michelangelo Buonarroti op. 145 de Shostakovich, que Selig, entre sorbo y sorbo de agua, fue delineando con propiedad y cierta monotonía, de la que no está exenta la propia música.

Imagen del concierto
Destaquemos el lirismo desplegado en la nº 2, Utro (Mañana), la agilidad aplicada al travieso piano de Lyubob (Amor), la intensidad del recitativo (empleado a conciencia por el compositor) en Gnev (Odio), donde Selig se vio muy apurado en el agudo; cono en Dante. Muy bien Huber en la escritura quebrada de Tvorchestvon (Creatividad). En Noch’ (Noche) Selig emitió por fin un falsete en un Mi agudo. Tras Smert’ (Muerte), suerte de marcha fúnebre (aspecto básico del recital), el ciclo se cerró con una cierta sonrisa en Bessmertie (Inmortalidad), página muy diferente a todas las demás en la que parece anidar la alegría.
En la primera parte Selig acusó ya sus problemas arriba a lo largo de las Tres canciones Michelangelo de Wolf, tres auténticas marchas fúnebres. En la tercera, Fühlt meine Seele das ersehnte Licht, el bajo trató de desplegar, con éxito relativo, una media voz bien apoyada. Pese al trémolo, a veces acusado, no faltaron los sonidos fijos en la zona alta. Cuatro lieder del mejor Schubert vinieron a continuación. En Auf der Donau escuchamos algunos sonidos de cierta dulzura. En la famosa La muerte y la doncella faltó laxitud y una mayor diferenciación en los acentos de los dos personajes. Bien Der Wanderer, cantada sigilosa e interiormente.
El toque fúnebre estuvo bien servido en las tres canciones de Strauss. Das Thai y Der Einsame op. 51, la primera estupendamente servida en la zona grave, y la citada Im Spätboot op. 56 nº 3, con ese tremebundo Re bemol 1 de cierre. Bastantes aplausos, algún bravo y ningún bis. Tras el fúnebre y grave recital no venía muy a cuento. Aplicadas, amplias y razonadas notas al programa de Luis Gago.
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