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Por Publicado el: 22/09/2013Categorías: Crítica

CRÍTICA: Giovanna D’Arco

GIOVANNA D’ARCO (G. VERDI)
Palacio Euskalduna de Bilbao. 21 Septiembre 2013.

Inaugura ABAO su nueva temporada de ópera con este escasamente representado título, aunque su presencia en  los festivales de verano de Salzburgo y Martina Franca casi nos lo han convertido en un clásico, aunque pasajero. El proyecto Tutto Verdi sigue avanzando, aunque me temo que se ralentizará, ya que faltan por representar prácticamente todas las versiones menos conocidas de las óperas del compositor de Busseto y supongo que la tentación de darles una larga cambiada será un hecho, habida cuenta de las circunstancias actuales.

Giovanna d’Arco es la séptima ópera de Verdi, que hubo de ser compuesta con bastantes prisas por su autor para cumplir el compromiso que tenía con La Scala, donde no volvió a estrenar una ópera hasta Otello, es decir nada menos que 42 años más tarde. Estamos, por tanto, ante una  de las óperas de los llamados años de galeras y, como ocurre con muchas de las óperas de esta primera época, es muy raramente representada, si exceptuamos lo acontecido durante el pasado verano. Aunque puede ser objeto de amplia discusión, es ésta para mi una de las obras menos inspiradas de Verdi. Está bien construida, pero le faltan momentos que queden para el recuerdo. Quizá lo  más conocido de la ópera sea el coro “Tu sei bella, pazzerella”, que no pasa de ser una página totalmente incidental dentro de la ópera.

En esta ópera Verdi usa el libreto de Temistocle Solera, que se basa en la obra de Schiller Die Jungfrau von Orleans, en la que Juana de Arco no es quemada en la hoguera, sino que sale de la prisión para volver a dirigir a las tropas francesas en la batalla, donde muere, aunque además  Solera la hace resucitar para finalmente ascender al cielo. Nada más fuera de la historia de la patrona de Francia, cuyo juicio y condena a la hoguera están perfectamente documentados.

Estamos en una época en la que Verdi es identificado por los italianos como el adalid de la independencia y sus óperas en esos años están llenas de fervor patriótico. Esta Giovanna d’Arco se inscribe en la misma línea, como la lucha del pueblo italiano por su independencia frente a los austriacos. Los franceses en la ópera representan al pueblo italiano, Juana de Arco a Garibaldi, y los invasores ingleses al imperio austriaco. Esta idea “rissorgimentale” es la que sirve de arranque a la producción del cineasta italiano Gabriele Lavia, que nos ofrece desde el principio un telón pintado con una carga de caballería con profusión de banderas italianas. Este telón resulta ser toda una serie de paneles móviles que se mueven con gran agilidad y consiguen servir de decorados a muchas de las escenas de la ópera. La producción de Lavia resulta interesante y atractiva, aunque queda un tanto corta de dirección escénica tanto en las masas como en la precisa definición de los personajes. Los cambios de escena se realizan con gran agilidad, a base de movimientos de paneles y aparición de elementos no fijos, en los que destaca las dos escenas del bosque, particularmente la que cierra la primera parte de la ópera, de una gran belleza, a base de juegos de luz con hojas y flores del bosque.

La producción procede del Teatro Regio de Parma, donde se estrenó en el Festival Verdi de 2008. La escenografía de Alessandro Camera cuenta con muy pocos elementos fijos, pero consigue ambientar muy bien las escenas. Quizá lo menos conseguido sea la escena de la coronación, que más parecía el Auto da Fe de Don Carlo. Vestuario rico y variado, que supongo habrá sido lo más caro de la producción, de Andrea Viotti. Buena la labor de   iluminación de Andrea Borelli. Una producción de corte clásico, muy ágil y atractiva, que se ve con  gusto, y que en Bilbao ha sido dirigida escénicamente  por Marina L. Bianchi.

La dirección musical ha estado encomendada a Yves Abel, habitual en las temporadas de ABAO. Este director canadiense es siempre una garantía en cualquier foso, no en balde su presencia es muy frecuente en los grandes teatros de ópera y su batuta es una de las preferidas por los grandes divos de la actualidad.  Su labor ha sido francamente buena, llevando la obra con buen pulso, apoyando bien a los cantantes y obteniendo una buena prestación de la Euskadiko Orkestra Sinfonikoa, que ha sonado mejor de lo que nos tienen acostumbrados nuestras orquestas, cuando actúan en foso. El Coro de Ópera de Bilbao tuvo una buena actuación, mejorando el recuerdo que me dejaron en la temporada pasada. El hecho de que la dirección escénica no les pide movimiento habrá influido en que sonaran mejor. Me llamó la atención el hecho de que salieran a saludar dos directores, cuando no se anunció sino  un único coro.

La protagonista, Giovanna d’Arco, fue la soprano búlgara Krassimira Stoyanova, que volvía a Bilbao tras su debut como Donna Anna hace ya 8 años. Como no puede ser de otra manera, suponía su debut en el personaje y su actuación fue lo mejor de la noche. Esta magnífica soprano es una de las más interesantes de la actualidad, aunque no tenga el carisma y tirón de otras colegas suyas. Es un lujo poder contar con esta soprano en una ópera tan poco representada como la que nos ocupa. Cantó con mucho gusto y elegancia, haciendo gala de una depurada técnica. Esperemos que no pasen nuevamente 8 años para que vuelva por aquí.

Carlos VII tenía que haber sido interpretado por Fabio Sartori, pero canceló, como lo hizo en Salzburgo. La razón parece ser la de que el personaje no se ajusta a sus características vocales actuales. Sobran los comentarios. Si en Salzburgo tuvo un sustituto de lujo, Francesco Meli, en Bilbao el elegido para sustituirle ha sido el asturiano Alejandro Roy. Supongo que ABAO estará satisfecha con la sustitución, que además le habrá supuesto un ahorro de importancia, pero no creo que el público comparta la alegría. Alejandro Roy tiene una voz amplia y bien timbrada, aunque su calidad deja bastante que desear. A su canto le falta elegancia en todo momento y el fraseo deja que desear, sobrando canto de fuerza.

Claudio Sgura mostró una voz de auténtico barítono verdiano, muy adecuado a las exigencias vocales del personaje de Giacomo, el padre de Giovanna. Su actuación hay que calificarla de buena, echándose en falta mayor elegancia en el fraseo y más expresividad. Si mejorara en esto dos últimos aspectos, sería una estupenda alternativa en un panorama desolador de barítonos verdianos.

En los personajes secundarios Eduardo Ituarte estuvo bien en la parte de Delil, mientras que Miguel Ángel Zapater fue un deficiente  Talbot.

El Euskalduna ofrecía una entrada apenas superior al 80 % del aforo. El público se mostró bastante frío durante la representación, con ausencia de bravos y en ninguna de las arias o dúos los aplausos superaron los 12 segundos. No hubo entusiasmo en la recepción final, siendo los mejores aplausos para Krassimira Stoyanova.

La representación comenzó con la interpretación del Agur Jaunak, como es habitual en las inauguraciones de las temporadas de ópera de ABAO, al contarse con la presencia del Lehendakari en el palco. La duración del espectáculo fue de 2 horas y 25 minutos, incluyendo un intermedio. La duración puramente musical fue de 1 hora y 56 minutos. Los aplausos finales – muy arrastrados – apenas llegaron a los 5 minutos.

El precio de la entrada más cara era de 190 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 105 y 153 euros, siendo el precio de la entrada más barata de 82 euros. No conozco ningún teatro del mundo que tenga semejante precio para la localidad más barata. José M. Irurzun

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