Crítica: Divertida ‘Hansel y Gretel’ en Oslo, a bajo cero y bajo el nivel del mar
Divertida Hansel y Gretel en Oslo, a bajo cero y bajo el nivel del mar
Hans og Grete (traducción al noruego de la original en alemán Hansel y Gretel), música de Engelbert Humperdinck y libreto de Adelheid Wette, sobre el cuento homónimo de los hermanos Grimm. Versión en noruego de Gudrun Glette. Reparto: Frøy Hovland Holtbakk como Gretel, Christina Jønsi como Hansel, David Hansen como bruja (Rossini Wildenway en esta versión), Eli Kristin Hanssveen como madre, Aleksander Nohr como padre. Operaorkesteret (orquesta). Barnekoret (coro infantil). Leo Hussain, director musical. Edle Stray-Pedersen, directora del coro infantil. Alexander Mørk-Eidem, director de escena. Christian Friedländer, escenografía. Jenny Ljungberg, vestuario. Ellen Ruge, iluminación. Operahuset, Oslo, 1 de febrero 2025.

Imagen de la producción de Hansel y Gretel en Oslo
La Ópera de Oslo es un hermosísimo y elegante edificio inaugurado hace unos años y se ha convertido en uno de los emblemas de la ciudad. Está construida en mármol de carrara, con el techo en suave rampa adaptada para caminar por encima (fuera del invierno noruego, eso sí), y con el auditorio a 16 metros bajo el nivel del mar. Los precios son muy asequibles y por dentro es cómoda, abundando la madera y el cristal y con un admirable guardarropa sin personal en el que cada cual deposita su abrigo en un perchero y lo recoge al final del espectáculo. ¿Sería esto posible en España?
Hansel y Gretel es una ópera con música de Humperdinck sobre un libreto de su hermana Adelheid Wette. Está basada en el cuento de los hermanos Grimm y aunque en España y países latinos es bastante desconocida, lo cierto es que es una obra tremendamente popular en el centro y norte de Europa, encontrándose habitualmente en cartel sobre todo en fechas previas a la Navidad.
El original es en alemán pero no es extraño, como aquí, que se vea traducida a la lengua del país en que se representa. Es un gran acierto porque se hace más accesible, no ya al público habitual de la ópera, sino a los niños, que copan gran parte del aforo acompañando a sus padres y quizá así pueden desarrollar una pasión futura por este arte.
Como decimos, esta versión está adaptada al noruego por Gudrun Glette, directora asistente de la Ópera y Ballet de Noruega. Sea de su propia cosecha o por el encargo del director de la producción, se ha aprovechado para actualizar el libreto introduciendo diversos cambios que creemos acertados (como situaciones y lenguaje menos agresivos a ojos actuales o golosinas más de nuestro tiempo).
La escenografía, ya con varios años de vida, fue creada por Christian Friedländer. La dirección corrió a cargo de Alexander Mørk-Eidem, quien no se prodiga en el mundo de la ópera, trabajando más en teatro y cine cine. Una pena porque ha hecho una buena propuesta.
En el primer acto aparece la casa familiar con un Hansel con tendencias suicidas. En el segundo acto, en vez de un bosque tenemos un parque de atracciones, con su noria, sillas voladoras y autos de choque. Y esto es un acierto, queda muy bien dentro de la historia, mágico pero también infantil. En el tercer acto la feria se ve detrás y aparece la casa de la bruja, con sus máquinas expendedoras de chuches, algodón de azúcar y el horno de pizza donde acabará sus días.

Imagen de la producción
Excepto la bruja, todos los cantantes son noruegos y muy poco o nada habituales fuera de su país, lo que es una pena porque nos han parecido muy preparados, con voces bien moduladas y trabajando bien la parte actoral.
La soprano Frøy Hovland Holtbakk da vida a Gretel con la mezzo Christina Jønsi en el papel de su hermano Hansel. Aunque ambas son bastante corpulentas para representar a niños, al público infantil desde luego le dio igual, disfrutando con sus actuaciones, sus bailes y la hermosa oración al final del segundo acto.
La elección para el papel de bruja es habitual que varíe según la versión. Suele ser una soprano pero también puede hacerlo un tenor o, como en este caso, un contratenor, y además ha pasado de bruja a ‘brujo’, con el nombre de Wildenway Rossini. Lo representa el australiano David Hansen, habitual en la escena internacional incluyendo España y con una próxima actuación en el Auditorio Nacional programada para el 25 de mayo (con el conjunto francés especializado en música barroca ‘Les accents’). Ha realizado un gran trabajo, mostrando su capacidad de adaptación al libreto con una gran agilidad vocal (genial en el acto III, en la escena del hechizo), a veces cómico, a veces exagerando.
La dirección musical ha sido encargada al británico Leo Hussain (director principal invitado de la rumana Filarmonica George Enescu), que ha sabido manejar tanto las partes ‘más wagnerianas’ (Humperdinck llegó a trabajar como secretario de Wagner) como las más folklóricas escenas de bailes y canciones alemanas. Tanto los momentos alegres como los más sombríos se ejecutan sin altibajos, haciendo más fácil la obra para sus espectadores más exigentes, que en este caso son los niños. Quienes por cierto aplaudieron al finalizar la función, silbando, como suele ser habitual, al personaje de la bruja. Javier Lillo
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