Critica: “La Traviata” en el Baluarte
LA TRAVIATA (G. VERDI)
Auditorio El Baluarte de Pamplona
Hay ocasiones en que las comparaciones son odiosas, pero al propio tiempo son inevitables, sobre todo si se refieren a representaciones de esta obra maestra de Verdi, que han tenido lugar con apenas diez días de diferencia entre Barcelona y Pamplona. En mis comentarios previos yo ya decía que la calidad ofrecida por ambas ciudades era mucha, pero que en la capital navarra había aspectos de interés. La verdad es que han sido muy escasos los elementos de interés y que hemos asistido a una representación de La Traviata, en la que la modestia ha imperado en demasiados aspectos de la función.

Escena
La producción elegida por el Baluarte para esta Traviata es la del alemán Henning Brockhaus, que se anuncia como procedente del Sferisterio de Macerata, aunque su historia es algo distinta. Esta producción, conocida por “La Traviata de los espejos”, se estrenó a finales de los años 80 en el Maggio Musicale Florentino, como vehículo para la presencia de Edita Gruberova en el rol protagonista. En aquellos momentos la escenografía del checo Josef Svoboda tuvo un gran impacto mediático con el uso de unos grandes espejos que reflejaban las telas pintadas en el suelo del escenario. Tras años de recorrer distintos teatros, siempre con éxito, la producción se almacenó y, posteriormente, se destruyó. En 2009 Macerata decidió reconstruir la escenografía y es por eso por lo que es ahora Macerata el propietario de la producción.
Esta producción que nos ocupa tiene como elemento fundamental la escenografía referida, que funciona muy bien en muchos momentos de la ópera, siendo lo menos conseguido la escena final de la muerte de Violeta. Estéticamente, destacan las escenas de las fiestas de Violeta y Flora. El vestuario es rico, colorista y vistoso en ambas fiestas y es obra de Giancarlo Colis. Lo peor conseguido del vestuario es el que se refiere a Violeta, que resulta una cortesana muy poco atractiva. La dirección de escena está bien conseguida, siempre alrededor del juego de los espejos, pero no faltan borrones de consideración. Lo más grave es para mi gusto el final de la ópera. Este es un momento en que la emoción ha de estar presente de manera muy especial y Brockhaus no tiene mejor ocurrencia que modificar en ese momento la inclinación del espejo para mostrarnos el foso y la sala, encendiendo las luces. De esta manera lo que consigue es que la atención del espectador se aleje del escenario en un momento tan importante. No faltaba sino que los espectadores se hubieran puestos a lanzar saludos, mientras la pobre Violeta moría en escena.
El otro aspecto negativo de la producción es el hecho de exigir dos intermedios, lo que alarga excesivamente la duración del espectáculo. Todo sumado, habrá que quedarse en el recuerdo con lo positivo y olvidarse de lo negativo.

Escena
Confieso que tenía mucho interés en ver la dirección musical de Perry So, ya que sus actuaciones en conciertos de la Orquesta Sifónica de Navarra me habían resultado francamente interesantes en los últimos meses. Lo cierto es que su dirección musical ha quedado para mí claramente por debajo de mis expectativas. Hubo en muchos momentos exceso de sonido procedente del foso y los tiempos fueron un tanto erráticos, siendo demasiado vivos en más de un momento. El otro aspecto negativo fue para mí el hecho de no haber controlado el volumen sonoro del Coro de AGAO, que no es precisamente un coro de calidad excepcional ni mucho menos.
En el reparto vocal lo mejor, por no decir lo único bueno, procedió de la interpretación de Papá Germont, mientras que Violeta y Alfredo no pasaron el listón.
Violeta fue interpretada por la soprano armenia Nina Minasyan. Ya en mis comentarios previos me refería yo a la poca adecuación de su voz para este personaje. Efectivemente, se trata de una soprano ligera y no es eso lo que necesita Violeta, sino una lírica. La Minasyan funciona bien por arriba, pero sus graves son inaudibles y tampoco es una destacada intérpete. Si a todo eso le añadimos que la producción era grande y muy abierta, se entenderá más fácilmente que la voz de Violeta no era suficiente. Me resultó difícil de entender que una soprano ligera se escapara del sobreagudo que pone fin a su actuación en el primer acto de la ópera.

Juan Jesús Rodríguez y Nini Minasyan
Alfredo fue el tenor argentino Santiago Ballerini, cuya voz tiene cierto atractivo, pero resulta muy poco adecuada en esta producción, ya que también sufre de la amplitud del escenario. La voz tiene cierto brillo en el centro, pero hace falta un mayor volumen para llegar bien al espectador.
Lo mejor vocalmente vino de la voz de Juan Jesús Rodríguez, aunque hubo aviso inicial de indisposición por tener gripe. La verdad es que no se notó durante su actuación y volvió a mostrar una vez más una voz de barítono de las mejores que circulan por los teatros de ópera.
Los personajes secundarios tampoco pasaron en su gran mayoría de la modestia. Para mi gusto lo mas destacable fue la Anina de Andrea Jiménez. El resto de personajes eran Nerea Berraondo (Flora), Imanol Resano (Gastone), Jan Antem (Barón), Juan Laborería (Marqués) y Mikel Zabala (Doctor Grenvil).
La representación comenzó con 6 minutos de retraso y tuvo una duracion total de 2 horas y 51 minutos, incluyendo los dos intermedios a los que me he referido más arriba. Duración musical de 2 horas y 3 minutos, una de las más cortas a las que asistido.
El Baluarte había agotado sus localidades en las dos funciones programadas. El precio de la localidad más cara era de 85 euros, costando 48 euros las más barata. José M. Irurzun
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