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Por Publicado el: 25/05/2022Categorías: En vivo

Crítica: Madama Butterfly en ABAO.

Excepcional soprano

Fecha: 17-V-22. Lugar: Palacio Euskalduna, Bilbao. Programa: Madama Butterfly, tragedia japonesa en tres actos, compuesta por Giacomo Puccini, con libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa. Intérpretes: Maria Agresta (Cio-Cio Sam), Sergio Escobar (B.F. Pinkerton), Carmen Artaza (Suzuki), Damián del Castillo (Sharpless), Marta Urbieta (Kate Pinkerton), Jorge Rodríguez-Norton (Goro), Fernando Latorre (Tío Bonzo), José Manuel Díaz (Yamadori y Comisario), Gexan Etxabe (Yakuside). Coro: Ópera de Bilbao. Orquesta: Sinfónica de Bilbao. Director de escena: Stefano Monti. Director Musical: Henrik Masái. Producción: Fundazione Teatro Comunale di Modena.

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Escena de Madama Butterfly en ABAO @El Correo

Cerró ABAO Bilbao/Ópera su temporada 2021-2022 (no sin apuros dadas las iniciales restricciones del malhadado Covid-19), con la obra más querida por Puccini, su ‘Madama Butterfly en la que el feminismo más ansioso, enamorado y doliente, hace cumbre de entre todas sus óperas, en que las mujeres tienen el principal protagonismo.

Y fue un cierre en que se gozó con total intensidad con el canto de la soprano italiana María Agresta, que nos regaló un bello trabajo vocal que en muchos momentos, sobre todo en la limpieza de los timbres, nos traía los maravillosos aromas de la gran Victoria de los Ángeles. Ni un solo reparo, ni una minúscula mácula, en el duro trabajo que el mago de Lucca impuso a su ultrajado personaje quinceañero de Cio-Cio San (señora Mariposa, en traducción literal del japonés al italiano). Amén de sus virtudes vocales, tuvo la categoría personal de acomodar su canto, en el primer acto, al reducido volumen de emisión del tenor. Vista semejante técnica al modular el color de cada nota, la expresividad dada al texto, era de esperar -tal como fue el comentario generalizado en el descanso-, que en el último acto se iba a desbordar, amén de tener en cuenta que es la parte más exigente para una soprano en los trágicos momento finales; y así fue: excepcional interpretación escénica y vocal. Poder en la voz, regulando las intensidades emocionales del desgarro intimista a las que obligan el texto y la partitura, la ternura del amor materno, la angustiosa aceptación de entregar a su hijo, asumiendo el sacrificio de su inmolación, fue todo un dechado de perfección, tanto en la manera de conjunción fonal en su dúo con Sharpless, hasta la máxima ternura de “Dormi amor mio, dormi sul mio cor” y el estremecedor final llegando al clímax cuando empieza con el breve recitativo “Con onor muore, chi non può serbar vita con amore …Tu?, Tú, Tu? Piccolo Iddio! Amore amore mio, fior di giglio e di rosa …Va, gioca, gioca!» ¡No se puede pedir más, en la forma de concentrar el espíritu a los crescendi, para luego caer en el desengaño realizando el diminuendo antes de hacer el rito del jigai utilizando el santoku samura! No es de extrañar que Puccini reconociera a Ricordi que en ese momento se le encogió el alma. Se le cayó el auditorio en aplausos, bravos y exclamaciones de júbilo.

La voz del tenor resultó de limitado recorrido y registro agudo, con entradas fuera de tiempo y con evidentes emisiones calantes, con  destemplanzas liricas más evidentes en “Bimba dagli occhi pieni di malia”.  Apenas funcionó, a pesar de los esfuerzos de la soprano al marcarle la tonalidad. Tampoco estuvieron conseguidos el encuentro musical en “Dammi ch’io baci le tue man care”, ni en el acto III, en  “Addio, fiorito asil”.  En los saludos finales recibió unos corteses y breves aplausos.

A excepción de la mezzo Carmen Artaza que hizo un muy digno papel, en el rol de Suzuki, el resto del reparto no pasó de una mera discreción. Del Castillo pudo haber sacado mayor dramatismo a su complejo, aunque corto, papel. La orquesta y el coro cumplieron, al igual que la batuta que estuvo más preocupada por marcar los tiempos al tenor que en concertar a la orquesta, la cual -pese a todo- casi llegó al notable. La escenografía es simple, acertada y bien ajustada al drama que en ella se representa, siendo muy de agradecer la formula empleada para el suicidio de la angustiada madre, quien entrega a su hijo deseándole una vida mejor allá en el lejano país imperialista. Manuel Cabrera

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